Biden suma un generoso plan de ayuda familiar a su agenda
El proyecto, de 1,8 billones, se financiaría con subidas impositivas a las rentas altas El presidente plantea reconvertir el Estado del Bienestar y el actual rol del Gobierno
En un momento en que la pandemia sigue marcando la pauta política y social y la actividad pública, y con los ecos aún vivos del asalto al Capitolio hace menos de cuatro meses, la primera intervención de Joe Biden como presidente ante el Congreso de Estados Unidos convocada ayer por la noche no podía seguir el guion habitual de este tipo de discursos. La transformación más significativa, en cualquier caso, no iba a llegar de circunstancias como la reducida presencia de congresistas e invitados, 200 en lugar de los 1.600 tradicionales o del hecho de que, por primera vez en la historia, el presidente hablara con dos mujeres tras de sí, la vicepresidenta Kamala Harris y la speaker Nancy Pelosi.
Justo unas horas antes de la intervención ante las Cámaras de Biden su Casa Blanca anunciaba un plan de ayudas a familias de 1,8 billones de dólares, que eleva a seis billones ya las partidas económicas marcadas para la reconversión del Estado del bienestar que Biden plantea para EEUU, con un foco predominantemente social y de lucha contra la desigualdad.
A las puertas de cumplir sus primeros 100 días en el Despacho Oval, Biden se ha probado ya como un dirigente más osado de lo que muchos anticipaban, empeñado en sacar adelante una ambiciosa agenda que plantea una transformación fundamental del papel del Gobierno en Estados Unidos. Y eso representa un giro radical respecto a su predecesor presidencial, Donald Trump, pero también profundo respecto al enfoque incremental que tuvieron predecesores demócratas en la presidencia norteamericana, como Barack Obama y Bill Clinton.
El oficialmente bautizado como Plan estadounidense para las familias es el tercer paquete legislativo que el demócrata pone sobre la mesa, tras la aprobada ley de ayudas y estímulo para combatir el coronavirus, que ya ha empezado a poner en circulación 1,9 billones de dólares, y la también ambiciosa propuesta de inversión en infraestructuras, de otros 2,3 billones.
Haciendo permanentes algunas de las ayudas que estableció el paquete de rescate del coronavirus y cumpliendo promesas de campaña, la Administración plantea en su plan a diez años establecer el acceso universal gratuito a la educación preescolar. Crearía también un programa nacional subsidiado de cuidado infantil y eliminaría totalmente el coste de las matrículas en los colleges comunitarios que ofrecen dos años de estudios superiores.
La propuesta plantea, además, destinar 225.000 millones a subsidiar la «baja pagada familiar», lo que haría que EEUU deje por fin de ser la única nación rica sin política federal para baja pagada por maternidad y una de las pocas que tampoco la tiene por paternidad. El plan se financiaría principalmente con subidas de impuestos a las rentas más altas del país. Se eliminarían, por ejemplo, algunos de los recortes aprobados por Trump y se plantea la implementación de tipos impositivos más altos para las ganancias de capital. A la par, los trabajadores que presenten ingresos medios y bajos se beneficiarían de recortes de impuestos y de subsidios para el seguro médico.
Como el plan de infraestructuras, el de las familias necesitará ser debatido y aprobado por el Congreso, donde se puede dar por segura la resistencia republicana pero donde la mínima mayoría demócrata puede superar la oposición conservadora en casos en que se abordan cuestiones presupuestarias. E incluye además muchos elementos que tienen amplio respaldo entre votantes de los dos partidos.
Solo al plantearlo Biden muestra su determinación por hacer avanzar su agenda, sin olvidar las promesas que hizo de intentar buscar la cooperación con los republicanos pero sin esperar a una colaboración que puede no llegar nunca. Y es una determinación que se anticipaba latiría en su discurso al Congreso, donde sirvió como senador 36 años y donde llegaba dispuesto a celebrar avances en la lucha contra la doble crisis del coronavirus, que se ha cobrado más de 570.000 vidas en EEUU, pero donde la campaña de vacunación es un éxito y los rescates han contribuido a frenar el golpe económico.