Cuatro crímenes sin conexión y el bulo del asesino en serie
Las investigaciones de los asesinatos conducen a autores distintos y con unos móviles diferentes La alarma existe por la proliferación de sucesos en los que la población diana son las féminas
El año pasado, el de la pandemia, la Comunitat Valenciana registró 38 asesinatos. El anterior, 40. Uno antes, en 2018, fueron 25. El número de asesinatos oscila tanto como lo haga la voluntad de quien decide perpetrarlo. Son, por tanto, difíciles de prevenir porque en España, el homicida lo suele ser una sola vez en su vida.
Más datos. En 2018, el Ministerio del Interior hizo un informe — el primero, y el último hasta ahora— para analizar los homicidios en España. Se basó en los datos de tres años, de 2010 a 2012. En ese trienio hubo 632 asesinatos. La inmensa mayoría, 495, fueron intrafamiliares, esto es, cometidos en el entorno más inmediato a la víctima. Si hablamos de la Comunitat Valenciana, fueron 98 los homicidios; 33 por año, casi tres al mes. Pero nadie se alarmó.
Aunque ese informe no se hizo por provincias ni comunidades, la cifra general es que el 38,5 % de las víctimas fueron mujeres. Es decir, que entre 35 y 40 mujeres fueron asesinadas en la C. Valenciana entre 2010 y 2012. Tampoco hubo alarma. Tan solo, en los crímenes machistas, el correspondiente minuto de silencio y las lógicas condenas y llamadas de atención desde los colectivos feministas.
Volvemos a 2020. Entre el 16 de febrero y el 18 de diciembre, nueve mujeres fueron asesinadas en la Comunitat, la mayoría, en crímenes cometidos por sus parejas o exparejas. Solo un dato más: cuatro de ellos fueron perpetrados entre el 16 de febrero y el 19 de marzo. En un mes. Las redes sociales no ardieron ni hubo escandalosas alertas clamando peligro.
Entonces, ¿por qué el repentino bulo del asesino en serie que se ha extendido como la pólvora hasta el último rincón de España con los asesinatos de Alicia Valera, Florina Gogos, Olga Pardo y Johana Andrea Aguilar?
CONECTADOS POR EL BULO Fácil. Un tratamiento sensacionalista en ciertos medios de comunicación interconectando los casos pese a la evidente falta de relación en la autoría, alimentada por hechos circunstanciales —tres fueron estranguladas y tres, abandonadas en acequias— y el efecto replicador de las redes sociales, con mensajes repetitivos y alarmistas sobre un único autor, un asesino en serie, aderezados incluso con la fotografía de un preso huido de una cárcel barcelonesa totalmente ajeno a ellos, han generado una auténtica convicción de que un serial killer está vertebrando la Comunitat Valenciana con asesinatos de mujeres. La construcción de un bulo en estado puro y con todos los ingredientes propios de ese cáncer social que son las fake news.
De los casos analizados, tres de ellos los lleva la Guardia Civil y uno, la Policía Nacional. Algunas investigaciones están muy avanzadas, otras, menos. En ninguno hay aún detenido —las investigaciones por homicidio son altamente complejas y lentas; en algunos casos, los agentes tardan meses, incluso años, en reunir las pruebas contra el autor, aunque sepan quién es a los pocos días de cometido el crimen—, algo que contribuye a alimentar la leyenda urbana.
SIN DESMENTIDOS Y tampoco ayuda que las autoridades no hayan realizado un desmentido público y un llamamiento a la tranquilidad de la población pese a lo que les transmiten sus policías. Sí lo hacen, sin embargo, cuando se les formulan las preguntas en la corta distancia. Tanto la Guardia Civil como la Policía saben que se enfrentan a cuatro autores distintos. Niegan, con un no rotundo, no solo la existencia de un asesino en serie, sino la probabilidad de que haya conexión alguna entre ellos, más allá de la coincidencia del estrangulamiento —método, por cierto, muy extendido en los feminicidios porque escenifica el sometimiento de la víctima hasta su último aliento; un crimen machista, para entendernos— y el lugar del hallazgo: acequias al borde de áreas de cultivo, es decir, un sitio que está apartado de la mirada de curiosos; vamos, perfecto para deshacerse de un cadáver, también para entendernos.
Así que lo alarmante, en todo caso, es la elevada frecuencia con la que las mujeres se convierten en el sujeto pasivo de unos asesinatos con tintes de género.