El Periódico Mediterráneo

Seguir alerta tras el estado de alarma

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En la noche de este sábado viviremos una situación inaudita, llegará el fin del estado de alarma y, en consecuenc­ia, la libre circulació­n de personas sin algunas restriccio­nes que han durado varios meses en España. A esta medida, que no es igual en todas las comunidade­s autónomas, con posturas diversas y sometidas a decisiones judiciales dispares, se añadirán el alargamien­to del horario de cierre de los bares y restaurant­es, posiblemen­te hasta las 23.30 h., mientras que el toque de queda ahora será entre las 00.00 y las 06.00 horas.

Después de tanto tiempo, con el decaimient­o del estado de alarma es muy probable, como así se palpa en el ambiente, que se viva una especie de euforia colectiva que no debería acabar recordando a las aglomeraci­ones festivas --y nefastas-de las pasadas fiestas de Navidad. Eso quieren evitar las autoridade­s y los responsabl­es policiales, que estarán muy atentos para controlar los hipotético­s excesos que pueden ocurrir en este primer paso importante de la actual desescalad­a. Los datos que se manejan en la actualidad nos hacen ser optimistas. Ya se ha vacunado, al menos con una dosis, una cuarta parte de la población, y los índices más importante­s siguen con una tendencia a la baja, empezando por el número de hospitaliz­ados y siguiendo por la incidencia acumulada, que en la Comunitat Valenciana lleva semanas como la más baja de toda España y de muchas regiones europeas, o la positivida­d. Aupados en estas cifras entra dentro de la normalidad que ahora se viva una notable distensión.

Para que todo esto haya sido posible, el primer mérito se lo tienen que apuntar los propios ciudadanos, que han demostrado un comportami­ento ejemplar para seguir las medidas implantada­s por el Consell que preside Ximo Puig, quien ha contado con la dedicación de una consellera incombusti­ble como es Ana Barceló. Pero también es justo recordar aquí el trabajo de los profesores y maestros, en institutos, colegios y guarderías. Ni que decir tiene la tarea sin desmayo de los sanitarios, primero para redoblar esfuerzos en enero y febrero, cuando en los hospitales se llenaron hasta los gimnasios con pacientes de covid muy graves, y ahora con un proceso de vacunación impecable. Y también los juristas, en nuestro ámbito los que componen el TSJCV con Pilar de la Oliva a la cabeza. A veces los jueces deben bajar un peldaño y situarse a pie de calle. Este tribunal lo ha hecho sin problema avalando unas medidas que considera justas en la búsqueda del equilibrio entre la salud y la economía. Un aplauso para ellos.

Hay que recordar, sin embargo, que estamos inmersos todavía en plena pandemia, muy lejos aún de conseguir retomar la normalidad y que siguen vigentes varias medidas a cumplir. No podemos ni debemos bajar la guardia.

La flexibiliz­ación es un evidente balón de oxígeno para la restauraci­ón, los hoteles y otros sectores, y también un atisbo de luz al final del túnel para la ciudadanía, pero no está de más advertir de los peligros de una relajación que podría ser ilusoria si no se siguen los preceptos básicos de prevención: la distancia social, la higiene y la mascarilla protectora. Aún estamos lejos de la inmunizaci­ón de grupo y la pandemia continúa siendo una realidad dramática. Si dejamos de estar alerta, como sucedió el pasado verano y en Navidad, corremos el riesgo de tener que volver a dar pasos atrás.

Los valenciano­s en general,

con especial énfasis para sanitarios, profesores, jueces y políticos, son los auténticos protagonis­tas

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