Un permiso laboral o visita médica
to Palancia o el Alto Mijares. O similar lo concerniente a residentes en la comarca de Els Ports, por ejemplo, en Morella; con parientes en Cantavieja (Teruel) o cualquier otro municipio prohibido por las restricciones sanitarias y de movilidad sin precedentes que ha planteado esta pandemia.
Ahora bien, hecha la ley, hecha la trampa. Y aún con los férreos controles, intermitentes, que han dispuesto las fuerzas y cuerpos de seguridad durante este confinamiento perimetral, a fin de evitar que se quebrantara la normativa, las triquiñuelas no han faltado.
La Delegación del Gobierno en la Comunitat hará balance esta semana próxima de las infracciones detectadas --entre otras, por saltarse el cierre-- en este segundo estado de alarma que arrancó tras el verano, posterior al primer confinamiento domiciliario de marzo.
En este largo periodo de blindaje, con las Navidades de por medio, hubo quien se arriesgó a ser pillado en un control, otros probaron suerte con horarios dispares y hasta utilizaron vías secundarias de montaña para ir a ver a sus familiares esquivando los controles. ¿Y los motivos justificados? Las autorizaciones por cuestiones laborales --y excusa para de paso visitar a familiares-- siempre estaban a buen recaudo en la guantera del coche, para mostrarlas al agente si llegaba el caso. O los viajes obligados al territorio de origen, para pasar la revisión con el especialista médico, más insustituible que nunca. Y luego están los residentes en el extranjero, que solo podían planificar una visita a Castellón previa PCR y vuelo a la Comunitat, sin posibilidad de llegar por carretera, ni siquiera desde Francia, al encontrarse luego las fronteras autonómicas cerradas.