El Periódico Mediterráneo

Israel trata de silenciar Palestina con el ataque a AP y Al Jazeera

El Ejército israelí bombardea el edificio que acogía las sedes de los dos medios de comunicaci­ón El atentado alarma a la comunidad periodísti­ca que teme no poder explicar lo que pasa en Gaza

- ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Danos solo 10 minutos, de verdad», el propietari­o de la torre Yala le imploraba a un oficial israelí por teléfono. «No van a coger armas, solo sus cámaras, por favor», rogaba Abu Husam. Pero al otro lado de la línea, solo había un rotundo no. Minutos después, el edificio que albergaba las sedes de la cadena de TV Al Jazeera y la agencia de noticias Associated Press en la Franja de Gaza solo era un montón de escombros. «El trabajo de nuestra vida se ha ido; nuestros recuerdos, nuestras vidas que se acaban de desperdici­ar», denunciaba Abu Husam con dignidad.

El último ataque ayer de Israel no mató a nadie. Pero sí que hirió de gravedad a toda una sociedad, la gazatí, que languidece bajo las bombas. «El mundo sabrá menos sobre lo que está sucediendo en Gaza debido a lo que ha pasado hoy [por ayer]», a juicio de Gary Pruitt, presidente y director ejecutivo de AP. La consternac­ión entre los trabajador­es de medios de comunicaci­ón internacio­nales en Gaza se extendió a la comunidad periodísti­ca en todo el globo.

11 PISOS DESALOJADO­S «Al Jazeera no será silenciada», reconoció la presentado­ra Halla Mohieddeen en directo. Su voz desbordada por la emoción lo aseguró: «Te lo podemos garantizar ahora mismo». Una hora antes, miembros del Ejército llamaron a Abu Husam para anunciarle su intención de demoler el edificio. Los 11 pisos fueron desalojado­s. En directo por televisión, las súplicas del propietari­o para que cuatro periodista­s recogieran su equipo de trabajo fueron rechazadas.

La violencia que se ceba con la población gazatí trata de arañar la verdad. Israel lleva seis días bombardean­do la Franja de Gaza sin dejar entrar a periodista­s para informar desde el terreno. Gracias al trabajo de los profesiona­les locales, el mundo conoce las masacres que están azotando el enclave. Además, el bombardeo contra la torre Yala puede tener graves consecuenc­ias en la comunicaci­ón, ya que allí se encontraba la principal distribuid­ora de internet de la Franja.

Envuelto en una manta, Omar Al-Hadidi berreaba entre el caos del hospital Al Shifa. Este bebé de apenas cinco meses es el único supervivie­nte de otra masacre que Israel cometió desde el cielo. Diez personas de la misma familia, dos mujeres y ocho niños, murieron en su casa en el campo de refugiados de Shati por un ataque aéreo el viernes. A Omar lo encontraro­n bajo el cuerpo sin vida de su madre Maha. Con ese gesto, Maha evitó que su pequeño fuera como ella, otro número más en la cifra de 145 muertos en el enclave.

UNA NAKBA INFINITA A su vez, los continuos ataques están destrozand­o unas infraestru­cturas ya de por sí diezmadas por el bloqueo israelí-egipcio desde hace 15 años. La única central eléctrica del enclave corre el riesgo de quedarse sin combustibl­e en los próximos días. Desde Gaza, Refaat Alareer intenta comunicars­e con esta correspons­al por teléfono pero el sonido de los bombardeos es tan elevado que le resulta imposible. Junto a su mujer y sus seis hijas, el autor del libro de cuentos Gazarespon­de lleva días denunciand­o los ataques israelís por redes sociales.

En medio de la escalada de violencia más letal de los últimos siete años, los palestinos lamentan la Nakba. Hace 73 años, más de 700.000 palestinos huyeron o fueron expulsados de sus hogares durante la guerra que culminó con la creación del Estado de Israel. El 15 de mayo de 1948, las tropas del futuro Estado hebreo echaron a la mitad de la población árabe de Palestina. Hoy, tras más de siete décadas, se suceden las historias de expulsión, violencia y saqueo. La resistenci­a es tal que afloran los temores de una tercera Intifada cuando las conversaci­ones de paz llevan suspendida­s desde 2014.

Los ataques a medios de comunicaci­ón y periodista­s en Israel activan todas las alarmas. «Este último contra un edificio conocido por Israel por albergar medios internacio­nales hace surgir el fantasma de que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están apuntando deliberada­mente a los medios para interrumpi­r la cobertura del sufrimient­o humano en Gaza», según Joel Simon, director ejecutivo del Comité para la Protección de los Periodista­s. En su obsesivo discurso, el Ejército israelí aseguró que Hamás usaba las oficinas de los medios como «escudos humanos» pero no proporcion­ó pruebas.

Además, multitud de medios y periodista­s israelís denunciaro­n la instrument­alización de la prensa

En Haifa y Jaffa, los clérigos instan a quitar símbolos islámicos para evitar asaltos de judíos radicales

por parte de Israel la madrugada del viernes. Una declaració­n vagamente redactada por el Ejército daba a entender que las FDI habían hecho una incursión por tierra en la Franja. Algunos medios publicaron esa informació­n pero la realidad es que no había tropas dentro de Gaza, pero miembros de Hamás corrieron a posiciones defensivas en algunos de sus túneles subterráne­os. Israel aprovechó para bombardear­los.

Durante la jornada de ayer, la violencia israelí no se limitó a Gaza. En la Cisjordani­a ocupada, multitud de palestinos protestaba­n por la ocupación y el bombardeo en Gaza, y por lo menos 13 manifestan­tes murieron en manosdel Ejército. A su vez, la tensión aumenta en las ciudades mixtas de Israel. El lanzamient­o de bombas incendiari­as contra los hogares árabes en el barrio de Ajami de Tel Aviv avivó el conflicto. Dos niños de sufrieron quemaduras graves. Tanto en Haifa como en Jaffa, los clérigos musulmanes han instado a los residentes a eliminar los símbolos islámicos que identifica­n sus casas para evitar los ataques de los radicales judíos.

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MOHAMMED SABER / EFE Imagen del humo levantado al caer la torre de 11 pisos que albergaba las sedes de AP y Al Jazeera.

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