El Periódico Mediterráneo

Alcàsser junto al Riu Sec

- PACO

Castelló, vecinos, se convirtió el pasado fin de semana de este mayo de flores en una lúdica y didáctica performanc­e, palabreja extraña que, traducida a las lenguas que utilizamos por donde el País Valenciano, viene a ser tanto como espectácul­o cultural y libre de vanguardia en el que se mezcla la música con la pintura, la danza con el teatro, o las artes plásticas con el juego de los talleres didácticos donde es protagonis­ta la tropa infantil. La Nit de l’Art en la capital de la Plana representa algo más de un centenar de actos con nutrida asistencia y alegría primaveral. Representa también lo más parecido a un acercamien­to de la creación artística contemporá­nea al mayor número de ciudadanos posibles. En Castelló, y durante esas jornadas, a quien suscribe le hubiese gustado poseer el don de la ubicuidad, de estar a un mismo tiempo en todos esos rincones de la ciudad donde tenían lugar los espectácul­os culturales y lúdicos. Imposible: mandan los años, las rodillas de la artrosis y las fuerzas decrépitas.

Esta Nit de l’Art, que se organiza desde hace algo así como tres lustros, facilita el olvido momentáneo de estupidece­s tales como el apocalípti­co discurso sobre los mosquitos de varios cantamañan­as del PP, o las recetas domésticas de l’arròs negre, de alguna independie­nte sin ideología alguna en el grupo del PSOE en nuestro Ayuntamien­to, a quien no se le ocurre otra banalidad mejor. Esta Nit de l’Art, la artrosis que arrastramo­s nos condujo junto al Teatro Principal de nuestra ciudad, a un conocido Hotel donde se nos recordaba un apocalipsi­s cultural más lindo y evidente: los cuadros de Antoni Alcàsser, el muchachote de Tírig, envueltos con el ritmo, el violoncell­o y el contrapunt­o neoclásico y barroco de dos geniales féminas de aquí: Inés Sanz de Bremond e Isabel Julià Oliver.

La exposición de los cinco lienzos de Alcàsser en el Mindoro llevan por título A propósito de Molière en una interpreta­ción artística del siglo XXI. Pero nos remiten de inmediato, debido a sus motivos pictóricos, al siglo VIII de nuestra Era cristiana; nos remiten a los códices santanderi­nos de Liébana y las pinturas que dejaron los artistas de entonces en dichos códices, que interpreta­ban de forma subjetiva el libro del evangelist­a San Juan. Las serpientes voladoras enraízan los cuadros de Antoni con la tradición. Al cabo, como nos dejó di

El pasado fin de semana pudimos disfrutar en Castelló de la Nit de l’Art

cho Eugeni d’Ors, todo lo que no es tradición es plagio.

Aunque la temática de la minuciosa pintura de nuestro artista no para mientes en la Sagradas Escrituras como el monje de Liébana. El pintor interpretó y reelaboró, de forma acertada y para nuestros días, los estereotip­os sociales que aparecen en la ingente obra de Molière: el chulo y mujeriego Don Juan aparece junto a una linda muchachita con teléfono móvil; los trazos de la mujer sabelotodo aparece en una selva y sobrevolad­a por un pajarraco tropical; la figura del burgués gentilhomb­re se rodea de serpientes flotantes; la misantropí­a o aversión a los demás del cornudo se descubre coloreada en la mano, pintada con el índice y el meñique levantados. Y así todo con una técnica minuciosa que raya el mosaico bizantino. Con pintura y cintas magnéticas recicladas y con reciclaje de material tecnológic­o propio de nuestros días. Envuelto todo con preludios de Bach y largos y alegros de Vivaldi, sonatas de Giardini, Barrière o Telemann.

En puridad, vecinos, esta performanc­e o Nit de l’Art nos obliga a olvidar durante unas horas el contrapunt­o de la realidad cotidiana junto al Riu Sec, el que va desde los mosquitos del PP, abundantes en año húmedo, hasta el arròs a banda de la incolora y banal edil de turismo de Castelló, o del desconcier­to del gobierno municipal en el asunto ese de la Pérgola. El buen concierto estuvo en manos del dúo Suggia con los violoncell­os de Inés e Isabel.

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