El Periódico Mediterráneo

La sequía pone en peligro el tamaño de la fruta en la próxima campaña citrícola

«Por más que se riegue, el calibre no aumenta si no llueve», indican desde el sector Los embalses tienen reservas, pero se vacían un 20% más por el aumento del consumo

- BARTOMEU ROIG broigmarti­nez@epmediterr­aneo.com

Hay que remontarse al mes de noviembre pasado para ver una imagen como la que ilustra esta página: campos de cítricos de Castellón llenos de agua como consecuenc­ia de las lluvias. Unas precipitac­iones que, además, cayeron de forma torrencial y causaron daños a la fruta. Desde entonces hay sequía, y no se espera que la situación mejore pronto. Aunque los embalses de la provincia están mejor que los de Cataluña o Andalucía, la escasez de lluvias ya tiene efectos aquí: el consumo de agua se ha incrementa­do un 20% en estos meses, con lo que los embalses se vacían con mayor rapidez, mientras se corre el riesgo de que naranjas y mandarinas no alcancen el tamaño adecuado para lo que demanda el comercio.

El presidente del presidente del Sindicato Central de Aguas del río Mijares, Pascual Broch, recuerda que durante el pasado año «no fue necesario regar hasta el mes de mayo», gracias a las lluvias de marzo y abril. En cambio, «ahora hay que regar tres o cuatro días a la semana por el calor, y por más que se haga, el calibre no aumenta, porque eso depende de la lluvia», añade. Una idea que comparte José Francisco Nebot, desde la Unió Llauradora. «Si no hay precipitac­iones adecuadas, el resultado de la próxima campaña no está garantizad­o», comenta.

FLORACIÓN Hay otro factor que los expertos consultado­s detallan: el proceso de floración hace prever que en el próximo otoño puede haber un considerab­le aumento de la producción. Algo que requiere de agua, sobre todo de la procedente del cielo, para que alcance el tamaño necesario. De lo contrario, «la fruta con un calibre por debajo de lo que pide el mercado no vale y agota al árbol», detalla Nebot. Hay que retirarla, con su consiguien­te efecto en el coste y la ausencia de beneficio.

Por tanto, los citriculto­res están en vilo. Lo idóneo sería que hubiera lluvias moderadas a finales de verano y el comienzo de otoño, de modo que se alcanzaría­n los tamaños deseados. Pero nadie es capaz de vaticinar la evolución en los próximos meses. No es la primera vez que ocurren fenómenos de este tipo, pero como señala Broch, «cada vez se dan con una mayor frecuencia». Otra señal de que el clima está cambiando.

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DAVID GARCÍA El último capítulo de lluvias significat­ivas en la provincia se produjo en el mes de noviembre, con una gota fría que causó daños en campos de cítricos.
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Los agricultor­es tienen que recurrir a aumentar el riego por la sequía.

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