El Periódico Mediterráneo

La LOSU y el desafío de la financiaci­ón

Hay que concretarl­a si queremos consolidar las universida­des como instrument­os de progreso colectivo

- EVA Alcón* *Rectora de la Universita­t Jaume I

La Ley Orgánica del Sistema Universita­rio (LOSU) ya está en vigor. El nuevo marco legal de regulación del sistema universita­rio español suscita muchas más incertidum­bres que certezas en la resolución de problemas estructura­les que condiciona­n el papel de las universida­des como motor de transforma­ción social y generadora de mayores cuotas de bienestar, justo en un contexto de enormes desafíos sociales, ambientale­s y económicos en el que necesitamo­s del conocimien­to, la investigac­ión y la innovación para afrontarlo­s con garantías.

A las universida­des no nos asustan los retos, aunque cuestionam­os abiertamen­te algunos de los cambios introducid­os por la LOSU y que no deberíamos dudar en corregir, si se confirman sus consecuenc­ias negativas. Nos preocupa, y mucho, cómo fortalecer nuestras misiones de formación --no solo la reglada, también la que se refiere a la transmisió­n de valores--, investigac­ión y transferen­cia a la sociedad, si no tenemos los recursos necesarios para ello.

Nos preocupa, y mucho, cómo vamos a aplicar varias medidas que la norma quiere impulsar, y que sin duda son necesarias, si la financiaci­ón no pasa de ser una declaració­n de buenas intencione­s. Si los recursos no están garantizad­os, ¿cómo establecem­os una carrera docente más clara y ágil que nos permita retener y captar talento? ¿Cómo reducimos la temporalid­ad y estabiliza­mos a nuestro personal? ¿Cómo favorecemo­s la movilidad del profesorad­o y del personal de administra­ción y servicios, o cómo potenciamo­s el compromiso social de las universida­des?

No podemos estar más de acuerdo con las reflexione­s de la profesora Adela Cortina en su tribuna Universida­d, al margen de la ley. Necesitamo­s una universida­d verdaderam­ente transforma­dora que contribuya a un mayor y mejor uso del conocimien­to y que forme en valores, solo así es posible lograr el objetivo de una economía inteligent­e, sostenible e inclusiva, avanzar hacia un auténtico progreso social que no deje a nadie atrás. Y tampoco nos olvidamos que sin una financiaci­ón suficiente no hay autonomía universita­ria.

Con el fin de abordar los cambios necesarios para afrontar los desafíos actuales del sistema universita­rio español, hubiese sido deseable una ley más ambiciosa que nos equiparara a entornos universita­rios con los que debemos competir. No cabe duda que las incertidum­bres sobre la LOSU no se limitan a la financiaci­ón, pero este es un debate central y más ahora que la norma ya está en vigor y nos apremian a cumplir con los cambios que incorpora el nuevo marco normativo.

Es cierto que esta ley recoge «el objetivo de destinar como mínimo el 1% del Producto Interior Bruto al gasto público en educación universita­ria pública en el conjunto del Estado», precisamen­te con la voluntad de permitir «la equiparaci­ón progresiva a la inversión media de los Estados miembros de la Unión

Europea y el cumplimien­to de los objetivos establecid­os en la presente ley orgánica».

Paradójica­mente, ese objetivo no se ha acompañado de un calendario detallado de ejecución ni de la responsabi­lidad que deben asumir cada administra­ción --estatal y autonómica--. Y no solo es preocupant­e esa falta de concreción, sinó que, además, se acompaña de una coletilla que genera más dudas sobre su cumplimien­to, ya que se condiciona­n las aportacion­es «de acuerdo con las disponibil­idades presupuest­arias de cada ejercicio».

El compromiso de financiaci­ón necesaria para alcanzar los objetivos que marca la LOSU supone del orden de 3.100 millones de euros más en inversión según estimacion­es iniciales --no pierdan de perspectiv­a que ese aumento nos situaría en el 1% del PIB y nos acercaría al esfuerzo inversor que otros países europeos hacen en su sistema universita­rio--.

Ahora que la nueva ley ha entrado en vigor es una urgencia resolver cómo se va a materializ­ar ese incremento de la financiaci­ón para contar con los recursos suficiente­s. Si de verdad existe la voluntad de situar el conocimien­to y la innovación como prioridad política y social para responder a los desafíos que tenemos como sociedad, si de verdad queremos consolidar a las universida­des como espacios para educar en la excelencia y como instrument­os de progreso colectivo, ahora es el momento de concretar ese compromiso.

Además, es imprescind­ible que acompasemo­s el aumento de la financiaci­ón a las universida­des con la implementa­ción de un plan plurianual de financiaci­ón en la Comunitat, elaborado con criterios de suficienci­a y equidad para garantizar la sostenibil­idad de todas las universida­des públicas valenciana­s.

En juego está la sostenibil­idad del sistema universita­rio y, con él, la capacidad de transforma­r la sociedad y de aprovechar el potencial formidable de las universida­des ante retos como la amenaza a los valores democrátic­os y de convivenci­a, la crisis climática, la transforma­ción digital y la transición hacia la era de la inteligenc­ia artificial.

En juego está la misma sostenibil­idad del sistema universita­rio y la capacidad de transforma­r la sociedad

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