El obispo Climent
Quiero hoy hablar de un personaje, casi ignoto hoy en nuestra ciudad, de la que fue uno de sus más preclaros hijos: José Climent y Avinent (Castelló, 1706-1781). Se formó en las Aulas de la Latinidad. Estudió la carrera eclesiástica en Valencia, donde destacó como gran orador, logrando, tras recibir órdenes, la cátedra de Teología de su universidad. Nombrado, en 1766, obispo de Barcelona, desde el primer momento manifestó su espíritu jansenista y, por tal, contrario a las ideas de la compañía de Jesús, recientemente expulsada de España por Carlos III. Se preocupó por la educación, creando 10 escuelas gratuitas y fue contrario a la leva obligatoria de mozos para hacer el servicio militar, tal y como estaba estipulado en las leyes anteriores a la Nueva Planta.
Madrid culpó al obispo Climent de la actitud rebelde de los jóvenes barceloneses y lo designó para la diócesis de Málaga, a la que renunció, alegando motivos de edad, aunque en realidad su sentimiento estaba anclado frente a la incomprensión del gobierno de Carlos III.
Retirado en Castelló, donde tuvo un clamoroso recibimiento popular a su llegada en 1775, se dedicó a las obras sociales. Ya en 1751, el aún no nombrado obispo, había fundado una escuela de primeras letras en la plazuela del Rosario o de Pescadores, que pensaba sufragar con los beneficios de los dos hornos que había construido, en 1755, en los arrabales. Esta escuela estaba aneja al edificio de las Aulas de la Latinidad, donde él mismo había estudiado y que mejoró en 1776, con una ampliación de sus clases, construyendo, además, la capilla que aún hoy se conserva y en la que presidía el lienzo de Juan B. Sunyer de la Virgen de la Sabiduría. También ayudó con las rentas de su fortuna, a sufragar los sueldos que los maestros percibían del municipio que ya entonces eran escasos. Su última disposición testamentaria fue dedicar su casa solariega de la entonces conocida como calle de Coloro (y que hoy lleva su nombre) para edificar en ella un colegio para huérfanos. Todo un prócer.