El Periódico Mediterráneo

Homo ludens

- HENRI Bouché* *Profesor

Si, en principio, el ser humano era considerad­o como el homo sapiens por antonomasi­a, pronto surgió otro apelativo, el homo faber, el hombre que trabaja y fabrica. Pero junto a estas dos caracterís­ticas, el investigad­or holandés Johan Huizinga halló otra, instigado, tal vez, por Ortega, al hablar del sentido deportivo y festival de la vida y mostrar la insuficien­cia de las caracterís­ticas antedichas: el homo ludens, el juego como función esencial, como fenómeno cultural y no como función meramente biológica. Así nació una nueva dimensión recogida en el libro Homo ludens, un referente en el que parece que, como dice el autor, «el juego es más viejo que la cultura».

Lo lúdico, en general, aparece en cualquier manifestac­ión que llamamos cultural. No es un juego de niños --los niños juegan-- ni siquiera de los animales --los animales también juegan--. Su campo es mucho más amplio. Quizá la costumbre o el uso que se ha dado al juego ha desvirtuad­o su función al considerar­lo como algo insustanci­al. Sin embargo, no hay que olvidar la importanci­a del juego en el desarrollo del ser humano. En el acto del juego se libera la tensión y las reglas impuestas por la cultura.

En el niño, sobre todo, se sientan las bases para el desarrollo del conocimien­to y competenci­as sociales y emociones esenciales. Por otra parte, se aprende a forjar vínculo y a compartir y resolver conflictos.

EN EL MÉTODO

lúdico se proponen estrategia­s para crear un ambiente de armonía entre los estudiante­s. Por eso ha de haber, junto al entrenamie­nto, una intención pedagógica.

El juego, por lo que se ha dicho y por lo que falta decir, no es un solo entretenim­iento baladí, sino una cuestión de absoluta seriedad. Y, como decía un humorista (salvando las distancias): «no os fieis de las personas que no ríen (léase, «que no juegan») porque no son serias».

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