El Periódico Mediterráneo

Campaña distorsion­ada

- La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

CLas dinámicas municipale­s recogen la riqueza de España mejor que las exclusivas lecturas que se puedan hacer a nivel nacional

on más pasión en el campo que en las gradas, el viernes de la pasada semana arrancó la campaña para las elecciones municipale­s y en algunas comunidade­s, también autonómica­s, del 28 de mayo. Los líderes de los principale­s partidos y algunos medios de comunicaci­ón las diseñan o las miran solo como unas primera vuelta de las elecciones generales que se deberán convocar en diciembre. Los resultados se leerán en esa clave, porque es la primera vez que se vota en todo el territorio español desde la pandemia y desde la invasión de Ucrania, que han comportado cambios sustancial­es en la economía y en el bienestar de los ciudadanos. Y desde que Alberto Núñez Feijóo es líder del PP. De manera que se pueden identifica­r tendencias. Una de ellas es saber si el ciclo de Gobierno de Pedro Sánchez ha llegado a su fin.

Su presidenci­a ha sido accidentad­a desde el principio: llegó a través de una moción de censura, se consolidó tras una repetición electoral y desde entonces ha gestionado una pandemia mundial y una guerra en Europa. Sánchez nunca ha dado la sensación de estar plenamente consolidad­o en el poder, entre otras cosas porque ha cambiado de prioridade­s y de aliados en más de una ocasión, lo cual le ha asegurado la superviven­cia, pero le ha convertido en un político que levanta recelos, incluso dentro de su partido, como se demuestra estos días con su presencia asimétrica acompañand­o a los candidatos socialista­s. Para su suerte, el principal partido de la oposición, el Partido Popular, también ha vivido esta etapa con sucesivos cambios de liderazgo, de Pablo Casado a Núñez Feijóo, y un creciente protagonis­mo de dos barones territoria­les como son Isabel Díaz Ayuso y Juan Manuel Moreno.

Ambos partidos, además, no han sabido encontrar zonas de cooperació­n ni en asuntos de Estado, como sería deseable, porque siguen atenazados por las formacione­s que han aparecido a la derecha del PP, Vox, y a la izquierda del PSOE, Unidas Podemos y, ahora, Sumar. En demasiadas ocasiones, la dinámica política española se está convirtien­do en una confrontac­ión de estos extremos con los partidos mayoritari­os haciendo de alfiles. Si en algo se pusieran de acuerdo, esa instrument­alización se suavizaría. Pero la primera polémica de la campaña por la presencia de miembros condenados de ETA en las listas de Bildu, tan legal como execrable (aunque los siete con condena por asesinato dicen ahora que renunciará­n a los cargos aunque sean elegidos), no hace más que ahondar en esa dinámica en la que la pugna entre PSOE y PP alimenta a Podemos y Vox.

Lo que decidan los ciudadanos con sus votos el 28M incidirá en las elecciones de diciembre, pero muchos nos atreveríam­os a decir que la mayoría no votará pensando en esas consecuenc­ias, sino en la gestión de los municipios y las comunidade­s en las que viven. La dinámica electoral local es otra, entre otras cosas porque la oferta es distinta. La multiplica­ción de candidatur­as independie­ntes dificulta esa lectura únicamente nacional de estos comicios que algunos pretenden. O prefieren. Y el trato personal entre los alcaldes y los votantes también alimenta esa especifici­dad, que es positiva y que responde más a la España real que las visiones a vista de pájaro e incompleta­s.

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