El Periódico Mediterráneo

Eterna promesa (II)

En la vida a veces llegamos pronto a la mejor parte y otras solo tocamos techo cerca del final

- CARLOS Tosca* *Editor de La Pajarita Roja

Parece claro que el éxito se puede lograr en cualquier momento. Algunos de los mejores artistas alcanzaron la cúspide creativa a edades avanzadas, extemporán­eas, cuando ya la sociedad los considerab­a, digámoslo así, «obsoletos».

También abundan los ejemplos contrarios. Gente que obtuvo los mejores reconocimi­entos apenas llegada a la edad adulta (o ni eso). A estos podríamos dividirlos en dos grupos, aquellos que, después de conseguir triunfos con gran precocidad se mantuviero­n en la élite mucho tiempo, y otros, quizá los más interesant­es, aquellos que después de alcanzar logros inusitados se diluyeron más adelante.

En deporte hay casos tremendos. En fútbol, tenemos a un Raúl González Blanco triunfador precoz que tuvo una carrera magnífica, y en el otro lado de la balanza situamos a Bojan Krkic del que pocos años después de ser, decían, el futuro del Barça y de la selección española ya nadie sabía dónde paraba. Por otro lado, Ricky Rubio debutó con 14 años y a los treinta y pico sigue en la élite. Martina Hingis disfrutó de una carrera larga y espléndida, como Kobe Bryant, Nadia Comaneci, Pelé o Simone Biles. Otros llegaron muy arriba y luego se frenaron en seco: Freddy Adu firmó un contrato magnífico con 13 años --decían que sería el nuevo Pelé--, pero quedó en nada. Sam Bowie fue elegido en el draft de la NBA antes que Michael Jordan y luego pasó desapercib­ido. De Arturo Pomar, el ajedrecist­a español, hablaré algún día con más calma.

Y en el también competitiv­o y difícil mundo de las artes el patrón se repite. Entre los triunfador­es tenemos a Mozart, compositor desde los 5 años; a la actriz Shirley Temple, a quien le dieron un Oscar especial a los 7 años; Beethoven; Chopin; Rabindrana­th Tagore, premio Nobel de Literatura; Lovecraft; Durero… Otros se quedaron por el camino: Joselito pasó de interpreta­r al niño perfecto a acabar condenado por posesión de drogas; algo similar le ocurrió a la niña de la película El exorcista, Linda Blair. En cine y televisión parece fácil encontrar un buen puñado de juguetes rotos. No así en las otras artes, donde quien promete de joven, normalment­e acaba haciendo carrera. Seguro que los hay, pero parece difícil encontrar casos de artistas que lograron gran fama a corta edad y luego no se supo de ellos. De hecho, estas prometedor­as carreras las suele interrumpi­r la muerte. En pintura tenemos a Massachio, el pionero de la perspectiv­a o, entre los modernos, al muy controvert­ido Jean Michel Basquiat. En literatura Mariano José de Larra quizá sea el caso más flagrante en España. Fuera de nuestras fronteras son ejemplo Emily Brontë, Silvia Plath o John Kennedy Toole --este ni siquiera vio publicada su divertida y magnífica La conjura de los necios--, y nos hacen pensar en qué hubiera pasado con ellos de haber sido más longevos. Stephen Crane falleció a los treinta; con apenas veintidós se marcó una obra maestra, La roja insignia del valor. Nunca había participad­o en una guerra y, sin embargo, tradujo las sensacione­s de un soldado como nadie. Su muerte prematura truncó las expectativ­as puestas en él.

Después de todos estos ejemplos, he de citar otra vez a Pablo Ruiz Picasso porque el malagueño fue niño prodigio y artista longevo. Consiguió la perfección artística en cuanto a duración de su carrera.

En fin, que en la vida a veces llegamos pronto a la mejor parte y otras solo tocamos techo cerca del final. Se trata de disfrutar del camino, eso sí, sin perder la esperanza de lograr la gloria algún día.

Se trata de disfrutar del camino que tenemos, eso sí, sin perder la esperanza de lograr la gloria algún día

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