La clase de Religión
La vigente ley educativa, la Lomloe, ha disminuido las horas lectivas de la asignatura de Religión, pero no la ha suprimido. Ha de ser ofrecida de forma obligatoria por los centros educativos; es de libre elección para los padres y ha de ser pedida expresamente por ellos. Corresponde a los padres, de modo individual o asociado, velar para que los colegios la oferten en las condiciones establecidas.
Estamos en periodo de inscripción y matriculación para el próximo curso escolar. Es el momento en que los padres católicos manifiesten su coherencia de fe inscribiendo a sus hijos a clase de Religión o alentándoles, si lo han de hacer ellos mismos. Es un derecho fundamental de los padres que sus hijos reciban la formación religiosa y moral de acuerdo con sus convicciones religiosas, también en la escuela. Los padres --no el Estado-- son los primeros y originarios educadores de los hijos.
Eligiendo la asignatura de Religión, los padres católicos cumplen con su compromiso de educar en la fe a sus hijos, que libremente asumieron el día de su bautismo. Junto con la vivencia de la fe en la familia y en la parroquia, la clase de Religión es necesaria para que los hijos hallen respuestas a sus interrogantes desde la armonía entre fe y razón. Familia, parroquia y colegio son ámbitos complementarios para la educación religiosa.
La formación religiosa es fundamental para lograr el pleno desarrollo de su personalidad, del que no se puede excluir la dimensión religiosa, connatural a toda persona. La clase de Religión, al proyectar luz sobre todas las áreas del pensamiento, da unidad a todo el desarrollo y maduración de la persona desde su libre adhesión a la Palabra de Dios. Es, además, fuente de valores como el respeto al otro, a los padres y mayores, el cuidado de la casa común, la solidaridad y la búsqueda del bien común. Por todo esto, no nos puede ser indiferente que los más pequeños vayan o no a clase de Religión.