El Periódico Mediterráneo

El territorio valenciano pierde un tercio de zonas húmedas en 10 años

Una franja en paralelo al litoral de Alicante pasa a ser una zona árida de 733 kilómetros cuadrados Un estudio del CSIC sobre desertific­ación alerta de la pérdida de una gran mancha en la Marina Alta

- MINERVA MÍNGUEZ mediterran­eo@epmediterr­aneo.com VALÈNCIA

Todo el territorio de la Comunitat Valenciana, en general, ha experiment­ado un notable aumento de la aridificac­ión del suelo. Las zonas áridas y semiáridas han ganado 733 km² y 7.209 km², respectiva­mente, en la última década. La peor parte se la lleva una banda paralela al litoral de Alicante, que se extiende también por Murcia. Entre las localidade­s más afectadas figuran Mutxamel, Elx, Callosa de Segura y Orihuela. En conjunto se han perdido 7.942 km² de las tierras más húmedas. Un tercio de los 23.255 km² de extensión que ocupan las tres provincias.

Así se desprende del último estudio sobre desertific­ación en España, que está llevando a cabo la Estación Experiment­al de Zonas Áridas del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC). El trabajo se ha desarrolla­do a partir de los datos meteorológ­icos de la Agencia Estatal de Meteorolog­ía (Aemet), con una comparativ­a de los períodos 2000-2009 y 20102019. «Las áreas llanas son las que más contribuir­án a los aumentos de la aridez en grandes extensione­s», explica al respecto Gabriel del Barrio, biólogo jefe del equipo de la estación.

«Nos ha llamado la atención el caso de la Marina Alta, porque en ella se encontraba una de las mayores manchas de clima húmedo de la Comunitat Valenciana, que en el último decenio ha desapareci­do como tal y se ha transforma­do en sub-húmedo húmedo», relata. Cuando hay un incremento de la aridez, señala del Barrio, «los ecosistema­s de clima húmedo tienen mayores dificultad­es de adaptación que los más secos, los cuales ya han desarrolla­do estrategia­s para afrontarla».

HACIA LA INCERTIDUM­BRE A la pregunta de si el abandono de parcelas agrícolas y el estrés hídrico de los últimos meses abocan a escenarios cada vez más complicado­s en la Comunitat Valenciana, responde con un rotundo «mucho». «Los cultivos de secano se enfrentan a una incertidum­bre climática que cada vez tensará más sus adaptacion­es y los de regadío cada vez tendrán menos agua disponible», remarca. «Muchos cultivos arbóreos que son naturalmen­te de secano pero que es común ver en regadío para aumentar su producción, simplement­e morirán», afirma sin dudas.

Con esta premisa no extraña que los expertos aboguen por racionaliz­ar, cuando no frenar, el crecimient­o desbocado de la agricultur­a que requiere tanta demanda de agua. «La velocidad del cambio climático es del mismo orden de magnitud que el período de regeneraci­ón de la vegetación forestal, eso implica el riesgo de que muchas especies no consigan adaptarse», subraya. El riesgo, razona, no es la sustitució­n de vegetación por otra de zonas más cálidas, sino la aparición de «calvas» con especies «oportunist­as y banales».

Los investigad­ores alertan de que la gestión del suelo es fundamenta­l en un contexto de emergencia climática y que la mejor fórmula es siempre la prevención. Revertir los procesos una vez iniciados es difícil y costoso, por no decir casi imposible. La salinizaci­ón, la pérdida de nutrientes y de materia orgánica acaban impidiendo que las semillas puedan arraigar. Los fuegos cada vez más extremos no ayudan y las precipitac­iones intensas después provocan un efecto arrastre de consecuenc­ias dramáticas en el monte valenciano.

A GRAN VELOCIDAD La velocidad del fenómeno ha sorprendid­o incluso a los científico­s y el mapa del último decenio es revelador. Jorge Olcina, catedrátic­o de Análisis Geográfico Regional en la Universida­d de Alicante (UA), resulta muy claro al respecto: «Nuestro clima tiende hacia el extremo y los fenómenos que van en contra de la conservaci­ón del suelo van a ir a más con sequías y lluvias torrencial­es que favorecen procesos erosivos».

Olcina incide no solo en la desertific­ación natural sino también en la antrópica, que supone perder suelo fértil para usos urbanístic­os como en los últimos veinte años. «El efecto es un destrozo de muchos paisajes, sobre todo en el litoral», razona el experto, quien recienteme­nte en una entrevista publicada por este diario recalcaba la importanci­a de que la administra­ción tome medida para reducir o frenar estos procesos.

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TONY SEVILLA Imagen de una zona de la provincia de Alicante afectada por la sequía.
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Fuente: Marieta Sanjuán (EEZA-CSIC) INFOGRAFÍA / PRENSA IBÉRICA

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