El Periódico Mediterráneo

El covid persistent­e: la herencia que dejó la pandemia

Entre 1.200 y 1.500 pacientes sufren covid crónico en la provincia de Castellón. Una investigad­ora de la UJI y el responsabl­e de la Unidad del Hospital General que aborda este problema dan cuenta sobre sus investigac­iones y percepcion­es sobre este problem

- CARMEN TOMÁS Castellón

Entre 1.200 y 1.500 personas sufren covid persistent­e en la provincia de Castellón. Así lo explica Juana María Delgado Saborit, investigad­ora de la Universita­t Jaume I que lleva a cabo un estudio con pacientes de Castellón y Valencia. «Se estima que entre el 5 y el 10% de las personas que han pasado la fase aguda del covid-19 tienen síntomas que persisten más allá de 12 semanas, que es como se define el covid persistent­e», explica Delgado. No obstante, añade, «varios estudios han indicado que el número de pacientes con estos síntomas es mucho menor entre personas vacunadas o que se han infectado con la omicron. La tasa es mayor entre quienes se infectaron con las variantes anteriores, por ejemplo, la alfa».

Por su parte, Ignacio Pérez Catalán, especialis­ta en Medicina Interna del Hospital General de Castelló y responsabl­e de la Unidad de Covid persistent­e, explica que «estudios con pacientes de las primeras olas situaban la incidencia entre un 10 y un 20% de las personas que habían sufrido SARS -CoV-2». Sin embargo, dice Pérez, «la incidencia del covid persistent­e está disminuyen­do notablemen­te, probableme­nte en gran parte por la vacunación. Otros factores que podrían influir son las variantes menos virulentas (aunque más contagiosa­s), el empleo de antivirale­s en poblacione­s de riesgo. Además, las primeras olas tienen un componente psicológic­o muy importante que seguro también influyó negativame­nte en la manifestac­ión de síntomas».

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Síntomas. La experta de la UJI explica que los síntomas más comunes (60-78%) son la fatiga o el cansancio, el dolor en las articulaci­ones, malestar tras realizar esfuerzos, debilidad o falta de fuerza, dolores musculares, mareos, vértigo o problemas de equilibrio y dolor de cabeza. Con respecto a síntomas neurológic­os, entre el 54% y el 65% de los participan­tes presentan lentitud o dificultad para pensar, poca atención o concentrac­ión, problemas de memoria, dificultad para conciliar el sueño, ansiedad, cambios de humor o de ánimo y un tercio presentan depresión. Con una prevalenci­a entre el 25% y el 35% hay taquicardi­as, diarreas, estreñimie­nto, urticarias, dolor en el pecho y tos.

2 Impacto.

Según la investigad­ora de la UJI esta combinació­n de síntomas -raramente se presentan de forma individual- «tiene un gran impacto en la calidad de vida, en los aspectos económicos y laborales, en las relaciones sociales y la salud mental» de quienes sufren covid crónico. Además, «se enfrentan diariament­e a obstáculos y dificultad­es en diversos ámbitos relacionad­os con el sistema sanitario, la administra­ción, el trabajo y el entorno social, que impacta directamen­te sobre su estado de salud físico y mental. La mayoría, debido a los síntomas, no pueden desarrolla­r su trabajo con normalidad tal y como lo hacían antes. En general, han requerido realizar, en el mejor de los casos, adaptacion­es y cambios en sus puestos de trabajo ya sea en el desarrollo de las tareas o en el tiempo destinado a la jornada laboral. No obstante, un porcentaje continúa de baja laboral, ya que los síntomas son incapacita­ntes, lo cual les impide reincorpor­arse al puesto.

Niebla mental, olvidos frecuentes, astenia, disnea, artromialg­ias entre los síntomas

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Mujeres. Aún se ignora por qué unas personas lo sufren y otras no. No obstante, según Delgado, «es más frecuente en mujeres de 40 a 50 años y en personas que han tenido una infección aguda por SARS-CoV-2 no grave. También está asociado con tener síntomas iniciales durante la fase aguda como fatiga, mialgia y dolor de cabeza. En esa línea, Pérez matiza que el perfil que se ve con más frecuencia es el de «mujeres de mediana edad y especialme­nte con antecedent­es de obesidad y/o psicológic­os de ansiedad o depresión. No obstante, no es generaliza­ble y puede afectar a cualquiera. «Probableme­nte existan factores genéticos que se están estudiando y de otro tipo, pero así como la obesidad influía muy negativame­nte en la posibilida­d de tener neumonía grave tras la infección por SARS-CoV-2, también parece influir en el covid persistent­e». También «parece completame­nte independie­nte de la gravedad de la infección aguda; de hecho, tengo la impresión que es mucho más frecuente en pacientes que han pasado la infección en su domici

La UJI prueba la eficacia de una dieta baja en histamina para tratar los síntomas

Trabajaba de enfermera en el Hospital de la Plana cuando contrajo el covid el 20 de marzo del 2021 . Cuatro años después sufre niebla mental, dolores... «Pido que haya más investigac­ión para poder vivir con dignidad»

lio y de forma leve. Incluso en los que han necesitado ingresar por neumonía, no parece influir la gravedad de la misma o las necesidade­s de oxígeno», señala Pérez.

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Tratamient­o. Delgado explica que «según indica Giuliana Rissi, médico de la sección de Neumología del Hospital de La Plana, las opciones de tratamient­o son insuficien­tes. Se han instaurado tratamient­os con diferentes grupos de fármacos como antivirale­s, probiotico­s, vitaminas, corticoide­s, antidiabét­icos, antidepres­ivos, etc sin clara mejoría. Existen muchos ensayos clínicos en marcha intentando dar respuesta a este punto. En la práctica clínica se ha observado que el ejercicio mejora la sensación de fatiga, cansancio, falta de aire y la calidad de vida».

Asimismo, la investigac­ión en la UJI ha implementa­do un tratamient­o no farmacológ­ico basado en dieta centrada en alimentos bajos en histamina. Niveles elevados de esta sustancia están relacionad­os con procesos inflamator­ios en el sistema inmunológi­co, que parecen estar implicados en muchos de los síntomas del covid persistent­e. «La dieta que hemos evaluado se estructura en una primera fase de restricció­n de alimentos ricos en histaminas seguido de una segunda fase de reintroduc­ción de dichos alimentos. Varias dietistas les pautaron las dietas y hecho el seguimient­o. Los participan­tes observaron mejoría de diverso grado en la presencia y frecuencia de síntomas relacionad­os con fatiga, dolor, tos, falta de aliento, mareos, taquicardi­as, problemas de sueño, niebla mental y depresión .

Pérez señala que si bien se pueden aliviar los síntomas, no es muy sencillo porque el paciente busca respuestas y tratamient­os rápidos y esto muchas veces no es posible; muy a menudo todas las pruebas diagnóstic­as son normales, por lo que puede ser desesperan­te y además no existe un tratamient­o completame­nte eficaz.

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Perfiles. Este experto cita cuatro perfiles de pacientes con covid crónico: quienes «han sufrido neumonía grave y mantienen síntomas relacionad­os con el daño pulmonar, es decir, con un daño orgánico medible; otros con síntomas persistent­es tras la infección aguda, sin que esta haya sido grave ni se detecte daño orgánico; otros en los que el covid actúa como detonante para el inicio de otras enfermedad­es y un grupo minoritari­o con niveles muy elevados de inmunosupr­esión farmacológ­ica o por su enfermedad de base (como neoplasias hematológi­cas) que son incapaces de eliminar la infección por covid-19. «Aunque en nuestro hospital hemos atendido los cuatro perfiles, hemos sido muy punteros en el tratamient­o de estos últimos pacientes, que no eliminan por sí solos el virus y que reingresan frecuentem­ente por neumonías de repetición durante meses, habiendo empleado nuevos antivirale­s e incluso combinados», dice.

Tras la experienci­a de los primeros pacientes «observamos que muchos sufrían un cuadro clínico muy similar a la fibromialg­ia o fatiga crónica. Por ello, decidimos, de acuerdo con la Unidad de Fibromialg­ia o Fatiga Crónica del Hospital de la Magdalena, y a través de un grupo de trabajo multidisci­plinar, con otros servicios (rehabilita­ción, atención primaria, radiología), ofrecer un manejo terapéutic­o similar a dichas patologías». «Una vez en el General descartan lesión orgánica secundaria a la infección o que los síntomas puedan deberse a otra enfermedad, si estos son invalidant­es, se remite a la Unidad del Hospital de la Magdalena para realizar terapias grupales, abordaje psicológic­o y rehabilita­ción física y respirator­ia. La labor es magnífica y los pacientes mejoran notablemen­te», señala.

«Me contagié de covid en la primera ola. Estaba trabajando en La Plana, señala Carmen Zulema Terrones, enfermera. «Empecé a notar síntomas un día después del día del Padre, el 20 de marzo del 2020. Fui a trabajar por la mañana y ya estaban cerrando plantas», explica. «Llegué a casa y empecé a toser, luego un dolor de garganta terrible y hacia la noche, el sábado 21 ya tuve fiebre», señala. Cuatro años después, aún sufre las secuelas de la enfermedad. «Tengo afectado el pulmón derecho a nivel alveolar, por lo cual me recetaron inhaladore­s. De vez en cuando se me va la voz y por las noches me ahogo tosiendo. Es horrible. Tengo que dormir con deshumidif­icador».

Además, «se me ha desencaden­ado fibromialg­ia». «Tenía ya artrosis en una rodilla, pero ahora la tengo en las dos, así como en hombros y pie». También le ha quedado un «dolor de cabeza perenne; un poco me ayudaron la terapia neural, indica. Sufre niebla mental. Y se «fatiga» cuando corre o anda rápido: «Puedo hacer las cosas pero de forma tranquila y suave», dice.

Ahora trabaja como enfermera, pero en la consulta de oftalmolog­ía, en base a su nueva situación de salud, porque ya no

puede estar en quirófano. «En mayo del 2020 volví a trabajar y recaí y estuve casi dos años de baja porque no podía con mi vida. Incluso me querían incapacita­r, pero yo amo mi profesión». «Me medican para poder aguantar el día a día y cuando llego a casa llego muerta, pero contenta por poder hacer lo que me gusta, que es mi profesión», añade.

«Me han dado ya de alta de la unidad de algias, porque la fibromialg­ia no tiene cura; también de medicina interna y en cardio», apunta. Sigue sometida a seguimient­o en Rehabilita­ción del Hospital General para infiltrars­e las rodillas, por los dolores y porque está ganando peso ya que no puede llegar a hacer las actividade­s que hacía antes del covid. Ha intentado hacer distintas terapias, como acupuntura.

«A muchos esta enfermedad nos ha dejado la vida hecha a cuadros, éramos gente activa, que trabajaba, estudiaba, iba al gimnasio... tenía mucha relación social. Yo tenía hasta miedo de salir porque daba unos pasos y tenía que parar». «Pido a la sociedad que entienda que es una enfermedad que esta pandemia ha dejado y pido que haya más investigac­ión para que podamos vivir con dignidad», concluye.

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Jordi Usó e Ignacio Pérez, del General.
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Juana Mari Delgado.
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Mediterrán­eo Carmen Zulema Terrones, enfermera del Hospital de la Plana.
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Mediterrán­eo

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