La pertinacia

El president –convenientemente asesorado por su jefe en el exilio– a falta de interesantes iniciativas que vender al gran público y de importantes proyectos por concretar, ha decidido continuar con su nefasta trayectoria política. En la presente ocasión, se ha permitido la osadía de salir a la palestra para –a bombo y platillo– reprochar que quien ha puesto en riesgo la cohesión y la convivencia de manera irresponsable en la autonomía catalana no ha sido otro que el Estado español. Sin cortarse ni tan siquiera un pelo y desde la tribuna del Parlament ha acusado de indecencia y de comportamiento mafioso tanto al Gobierno anterior como al Rey, causantes –según él– de la marcha de los millares de empresas que han tomado «las de Villadiego» a lo largo de los últimos tiempos. Y es que, así como la pobreza espiritual hace que no creamos fácilmente en lo que está más allá de lo que alcanzamos a ver y de que la constancia no deja que el hombre se pervierta, la pertinacia –tal como dijo San Agustín– no permite que se corrija.