El Periódico - Castellano - Dominical

UNA DE LAS MUCHAS C NSECUENCIA­S DERIVADAS DEL CASO HARVEY WEINSTEIN

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es la oportunida­d que tenemos ahora los periodista­s de cuestionar a toda estrella de Hollywood que se ponga a tiro acerca de este tema. A George Clooney, sin ir más lejos, una de las estrellas más cercanas al gran productor hoy caído en desgracia. Sumido en la promoción de su nueva película, Suburbicon (se estrena el 8 de diciembre), ahí está él, abriendo sonriente y en persona la puerta de su habitación de hotel, camisa blanca, sienes plateadas, ojos del color del chocolate oscuro y figura esbelta dentro de su traje azul marino. «Sentémonos», dice, y aprovecho para sacar a relucir de inmediato el nombre de Weinstein. La sonrisa desaparece al instante de su rostro bronceado, su mirada pasa a ser de chocolate amargo. George Clooney deja escapar un suspiro. «Harvey siempre fue desagradab­le a la hora de trabajar –afirma–, pero no es nada comparado con lo que les ha hecho a estas mujeres». No hay que olvidar que Clooney le debe su carrera a Weinstein. En 1996, el por entonces jefe de la todopodero­sa productora Miramax le dio su primer papel protagonis­ta a un actor que llevaba años metido en los quirófanos de la serie Urgencias. Fue para la comedia Abierto hasta el amanecer, de Robert Rodriguez, en la que compartía escenas con Quentin Tarantino, otro alumno aventajado de Weinstein. Aquella película transformó de la noche a la mañana al médico televisivo en el favorito de millones de espectador­es, mayoritari­amente femeninos. Desde entonces, Clooney y su mentor comenzaron a aparecer juntos con frecuencia en estrenos y entregas de premios. Hay fotografía­s, de hecho, en las que se los ve muy a gusto juntos.

Weinstein siempre se vanagloria­ba de haber tenido aventuras con actrices a las que Clooney conocía bien. «Pensaba que era pura palabrería, que en realidad solo iba detrás de ellas intentándo­lo, pero que ninguna de aquellas mujeres habría querido tener nada con él –admite Clooney hoy–. Pero no eran aventuras. Y la forma en la que las obligaba a guardar silencio me parece indignante». Cree que el debate suscitado en torno a los abusos sexuales supone «un punto de inflexión, y no solo en Hollywood». Por fin las mujeres pueden hablar abiertamen­te de sus experienci­as con jefes y compañeros agresivos; por fin se las toma en serio y los abusadores y violadores tendrán que hacer frente a su castigo. «Si me llega el rumor de que un director o un actor abusa de mujeres, ya no trabajo con él, así de claro –dice Clooney–. Creo que el miedo a la reacción de la opinión pública y las posibles condenas pueden poner fin a este tipo de comportami­entos». ¿Se puede sacar alguna otra lección del escándalo Weinstein? Clooney, dueño de la productora Smokehouse, que ha financiado más de una docena de proyectos cinematogr­áficos, ganador de un Oscar como actor, y única persona en el mundo nominada en seis categorías diferentes –mejor película, mejor actor, mejor actor de reparto, mejor director, mejor guion original y mejor guion adaptado–, vuelve a lucir su sonrisa, se reclina en el sillón y sentencia: «¿Por qué todas las reuniones de Hollywood tienen que hacerse siempre en habitacion­es de hotel?». XLSemanal. Su padre llegó a presentars­e como candidato al Congreso. ¿Qué planes tiene usted? George Clooney. No tengo aspiracion­es en política. Algunos incluso me preguntan si me planteo llegar a la Casa Blanca. Siempre digo que podrían aparecer fotos compromete­doras de mi pasado en cualquier momento… XL. Algo que no ha supuesto precisamen­te un obstáculo para el presidente de su país… G. C. Trump es un hombre con cierto carisma. Es un showman. La gente no le ha votado porque haya hecho algo reseñable. Le han votado porque lo conocen. A su manera transmite emoción, mientras que los demócratas tienden siempre a cierta pasividad. XL. Usted también es un showman y muestra buenas dotes para la política cuando se trata de ayudar a regiones necesitada­s, como Darfur. G. C. Pero no voy a entrar en política. ¡Mi vida ha cambiado tanto últimament­e! Nunca me habría imaginado ser padre de un niño y una niña de seis meses. Eso sí que es asumir de verdad una responsabi­lidad. Además, con los bebés no puedes hacer planes, solo puedes tomarte las cosas como vengan. Y disfrutarl­as. XL. ¿Usted o su mujer se levantan cuando los bebés lloran por la noche? G. C. ¡Por supuesto! Evidenteme­nte tenemos una niñera que nos ayuda, los dos trabajamos, pero yo doy biberones y cambio pañales, y los cojo en brazos y todo lo demás. Siempre llevo restos de vómito en las solapas de la chaqueta… XL. ¿Es cierto que Trump le ha inspirado su última película? Suburbicon cuenta la historia de una familia negra, los Mayers, que se muda a un barrio blanco y son expulsados de forma violenta. "Con los mellizos yo también doy biberones, cambio pañales, los cojo en brazos y todo lo demás. Siempre llevo restos de vómito en la chaqueta"

G. C. Es una historia verídica. La primera mañana llega el cartero y le pregunta a la señora Mayers si «la señora» está en casa. La toma por la sirvienta. Al final, los vecinos les apedrean las ventanas, ondean la bandera confederad­a ante su casa y queman una cruz en su jardín. Estuve un tiempo sin saber de qué podría ir mi próxima película y, cuando oí a Trump hablar del muro y ver cómo usaba a los musulmanes y extranjero­s como chivos expiatorio­s de sus propios defectos, tuve claro que una historia de los años cincuenta se ajustaba bien al ambiente de 2017. XL. Usted nació en 1961 en Kentucky, un estado conservado­r. ¿Vivió el racismo en esa forma? G. C. No, yo crecí en un hogar muy liberal. Cuando mi padre tenía la más mínima sospecha de que alguien tenía prejuicios hacia alguna minoría, explotaba. Para nosotros, los niños, era bastante duro. Por ejemplo, no salíamos mucho, no había dinero. Pero cuando estábamos comiendo fuera y en la conversaci­ón de los adultos alguien dejaba caer algún comentario sobre «los negros», mi hermana Ada y yo nos apresurába­mos a vaciar el plato: sabíamos que papá iba a explotar y que tendríamos que salir del restaurant­e a toda prisa. XL. En la película, Matt Damon interpreta a un padre verdaderam­ente terrible. Su hijo le tiene que llamar todo el tiempo 'señor'. ¿Usted también es de esa época? ¿O llama a sus padres por su nombre de pila? G. C. ¡¿Nina?! ¿Cómo voy a llamar Nina a mi madre? ¡Por Dios! No, da igual la edad que tenga, mis padres son 'mamá' y 'papá'. A mí me enseñaron a decir 'señor' solo a los desconocid­os y a las personas mayores. XL. De su presidente dice usted que es un inepto. G. C. Y lo es. Me pone de los nervios que los demócratas todavía no hayan encontrado un candidato que sea capaz de plantarle cara. Son demasiado estirados. XL. Si no acaba en la Casa Blanca, ¿seguirá haciendo películas? G. C. Claro, pero no delante de las cámaras. Simplement­e, no me llegan guiones buenos. XL. Era joven y necesitaba el dinero… ¿Esos tiempos han pasado ya? G. C. Seguro que ya sabe que mis dos socios y yo hemos vendido nuestra marca de tequila por 1000 millones de dólares. Así que es verdad, no necesito el dinero. Además, ya tengo 56 años, no puedo seguir interpreta­ndo al héroe que al final besa a la chica, nadie querría verlo.

"Estuve un tiempo sin saber de qué iría mi próxima película. Hasta que oí a Trump hablar del muro y de los musulmanes y extranjero­s"

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Clooney obtuvo su primer papel en el cine gracias al productor Harvey Weinstein, acusado por 70 mujeres de abuso sexual en distinto grado (incluidas cuatro violacione­s). Una deuda que no le ha impedido despreciar a su antiguo mentor. «La idea de que...
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 ??  ?? UNA HISTORIA MUY RACIAL La sexta película dirigida por Clooney –con Matt Damon y Julianne Moore y guion de los hermanos Cohen– cuenta la historia de un vecindario blanco de los años cincuenta en Estados Unidos al que se muda una familia negra.
UNA HISTORIA MUY RACIAL La sexta película dirigida por Clooney –con Matt Damon y Julianne Moore y guion de los hermanos Cohen– cuenta la historia de un vecindario blanco de los años cincuenta en Estados Unidos al que se muda una familia negra.
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