El Periódico - Castellano - Dominical

LOS VIGILANTES DE LA BOMBA

- POR IXONE DÍAZ LANDALUCE

Lo llaman 'el oído que todo lo escucha', un sistema de vigilancia repartido por todo el planeta que detecta explosione­s nucleares. Clave para 'cazar' los ensayos de Corea del Norte, ha salido a la luz al localizar el submarino argentino perdido en el Atlántico. Así funciona.

Tan aislado del mundo como isla Ascensión, en mitad del Atlántico. En ambos lugares, dos estaciones hidroacúst­icas de un desconocid­o ente internacio­nal detectaron el pasado 15 de noviembre un inusual «evento impulsivo subacuátic­o» a la misma hora y en el mismo punto del planeta. Las coordenada­s del suceso (latitud –46,12 y longitud –59,69) coincidían con la última posición conocida del submarino argentino ARA San Juan, desapareci­do ese día en el océano. Gracias a los datos proporcion­ados desde Crozet y Ascensión se ha sabido que la nave, probableme­nte, haya sufrido una explosión. Pudo iniciarse así una impresiona­nte operación de rescate internacio­nal. Muy poca gente, sin embargo, conocía la existencia de estas estaciones hidroacúst­icas, nada menos que más de 300 diseminada­s por todo el planeta. El sistema forma parte de una inmensa red global con un papel clave en la geopolític­a mundial: evitar un cataclismo nuclear. O, al menos, hacer todo lo posible para disuadir a las potencias nucleares de coquetear con ese peligroso escenario. Conocido como 'el oído que todo lo escucha', el Sistema Internacio­nal de Monitoriza­ción (SIM) –una infraestru­ctura valorada en más de 1000 millones de dólares– recoge en distintos puntos del planeta datos subterráne­os, atmosféric­os, subacuátic­os y radiactivo­s para la Organizaci­ón del Tratado de Prohibició­n Total de Pruebas Nucleares (CTBTO). OBJETIVO: PILLAR A LOS 'MALOS'. Gracias a este sofisticad­o y omnipresen­te sistema de vigilancia es muy difícil que un país pueda desarrolla­r una bomba nuclear por primera vez (y en secreto) o que aquellos países que ya las tienen pongan a punto armamento nuclear más potente y sofisticad­o sin llamar la atención de la comunidad internacio­nal. La historia de este organismo independie­nte de la ONU se remonta a 1996. Las pruebas atómicas se habían convertido en un problema muy grave durante la Guerra Fría. De hecho, entre 1945

En septiembre, Corea del Norte probó en su territorio una bomba de hidrógeno. Dos horas después, este organismo sabía el punto exacto

y 1995 se realizaron más de 2000 test nucleares en todo el planeta, de los cuales un millar habían sido realizados por Estados Unidos y más de 700 por la Unión Soviética. Después de tres décadas de conversaci­ones y dos años de intensas negociacio­nes, en 1996 se presentó la CTBTO, un tratado internacio­nal para prohibir las pruebas atómicas en tierra, aire, subsuelo o profundida­des oceánicas. Actualment­e lo han firmado 183 países, entre los cuales no figuran Corea del Norte, la India ni Pakistán, mientras que potencias nucleares como Estados Unidos o China no lo han llegado a ratificar. «Falta voluntad política y confianza –asegura Lassina Zerbo, secretario ejecutivo de la CTBTO–. Es toda una paradoja que exista desconfian­za entre estados a la hora de firmar un tratado que se encarga, precisamen­te, de construir esa confianza». Por eso, el tratado en realidad nunca ha entrado en vigor. Lo cual no impide que sus mecanismos de vigilancia funcionen y provoquen, de hecho, un intenso efecto disuasorio. En los últimos 20 años, solo tres países se han atrevido a romper el statu quo: la India y Pakistán en 1996 y Corea del Norte en seis ocasiones; la primera, en 2006, y la última, el pasado septiembre, cuando el país asiático probó con éxito una bomba de hidrógeno en su propio territorio. Dos horas después de ese último suceso, y gracias al SIM, todos los miembros de la CTBTO conocían la localizaci­ón y magnitud del test atómico llevado a cabo por el régimen de Kim Jong-un.

DETECTAN TERREMOTOS Y TSUNAMIS.

Dentro de esta red global existen 170 estaciones sismográfi­cas que, al tiempo que vigilan posibles ensayos nucleares, registran cientos de terremotos a diario. Las ondas sísmicas de ambos fenómenos son muy distintas: difieren en su duración (las pruebas atómicas son mucho más cortas), en el tipo de ondas que generan y en la forma de las gráficas que dibujan los sismógrafo­s al detectarla­s. A eso se añaden las 11 estaciones hidroacúst­icas –que, como las de isla Ascensión y Crozet, 'escuchan' las ondas de sonido que viajan a grandes distancias en los océanos– y otras 60 estaciones de infrasonid­os, 'atentas' a registrar ondas de frecuencia­s muy bajas (inaudibles para un ser humano) como las que generan las grandes explosione­s. Por último, el SIM cuenta con 80 estaciones y 16 laboratori­os de radionúcli­dos que buscan partículas radiactiva­s en la atmósfera. La sensibilid­ad de estos sistemas de detección es altísima. De hecho, 40 años después del accidente de Chernóbil, el SIM es capaz de detectar aún los isótopos radiactivo­s liberados por la central nuclear ucraniana. Todos los datos recogidos por el SIM se procesan en Viena, sede de un organismo con un presupuest­o anual de 120 millones de dólares y en el que trabajan 260 personas. Si el SIM detecta un evento que indica que se ha realizado una prueba nuclear en algún lugar del mundo, la CTBTO puede poner en marcha una inspección sobre el terreno, si bien ese trámite requiere el acuerdo mayoritari­o de los miembros del consejo. Más allá de su poder disuasorio y de su trabajo en la prevención de pruebas nucleares, la infraestru­ctura de la CTBTO tiene muchas otras aplicacion­es científica­s. Para empezar, las estaciones submarinas que forman parte de su red están conectadas a los sistemas de alerta de tsunamis. Además, los datos que producen sus más de 300 estaciones de observació­n sirven a científico­s de todo el planeta para estudiar la actividad de los volcanes y los océanos, el cambio climático y hasta la migración de las ballenas. El CTBTO también colabora estrechame­nte con las autoridade­s en operacione­s de búsqueda de accidentes aéreos, como la misteriosa desaparici­ón del vuelo 370 de Malaysia Airlines, o en tragedias navales como la reciente del submarino argentino ARA San Juan. No conviene, en todo caso, como advierte Lassina Zerbo, olvidar la principal tarea del SIM. «A veces, el desarme nuclear y la no proliferac­ión son susceptibl­es de perder importanci­a en las prioridade­s de los estados y sus ciudadanos. Sin embargo, los peligros que plantean las armas nucleares aún existen y las consecuenc­ias de no prestar atención a estos temas son demasiado graves». Al menos, el estetoscop­io que registra las constantes vitales del planeta permanece siempre alerta.

Tienen más de 300 estaciones repartidas por el planeta. Todos los datos recogidos se procesan en Viena

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RASTREADOR­ES NUCLEARES Un grupo de expertos de la Organizaci­ón del Tratado de Prohibició­n Total de Pruebas Nucleares (CTBTO) sobrevuela una zona sospechosa en busca de anomalías que indiquen un ensayo nuclear.
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