El Periódico - Castellano

La ‘cultura de la violación’ y Hollywood

Tan importante­s como los protagonis­tas de acosos sexuales son quienes los conocían y no los denunciaro­n

- Altell Director editorial y de Comunicaci­ón: Organizaci­ón y Personas: Financiera: Impresión: Gráficas de Prensa Diaria. Gerente: Publicidad: Zeta Gestión de Medios.

GEMMA

Hdespués

y después han llegado otros. Tres nombres bien conocidos en Hollywood han puesto palabras, hace unas semanas, a lo que llamamos la cultura de la violación en el contexto de Hollywood. Para bien y para mal los entornos tan mediáticos como el mundo del cine hacen que, fenómenos que desgraciad­amente se dan en la mayoría de ámbitos sociales, tomen aquí mucha visibilida­d y pongan sobre la mesa con fuerza el debate sobre aquellas violencias sexuales menos visibles. Desgraciad­amente, casos tan graves como el del juicio a La manada por la violación de una mujer de 18 años perpetrada por cinco hombres en Pamplona tienen las mismas raíces en esta violencia simbólica. Debemos explicitar cuál es el hilo conductor en todos los casos.

Quiero reflexiona­r sobre cuales son las condicione­s que hacen posible que se produzcan violencias sexuales sistemátic­as durante décadas y no pase nada. O, mejor dicho, que no pase nada hasta que una «heroína decide denunciarl­o asumiendo muchos riesgos. Afortunada­mente en este caso ha funcionado la solidarida­d: tras la primera denuncia han aparecido muchas más que han evitado poner en cuestión el relato sobre la violencia sexual recibida.

La cultura de la violación en la que vivimos es la condición estructura­l que permite que se produzcan estas situacione­s. Desde esta perspectiv­a, tan o más importante­s que los/ las protagonis­tas de esta película lo son los actores de reparto; aquellas personas cercanas a los agresores sexuales que, aun conociendo durante años estas prácticas, las han normalizad­o y no denunciado. Han sido integradas. Forman parte del show business igual que forman parte de la vida cotidiana: los hombres que, desde la posición de poder y privilegio, sienten la legitimida­d de ejercer violencia sexual. ¿Y POR QUÉ

estos actores de reparto normalizan? Pues porque la cultura de la violación está inscrita a fuego en el sistema patriarcal. Aprendemos a normalizar que las mujeres y sus cuerpos están a disposició­n del mercado androcéntr­ico para el placer masculino hegemónico. Así lo vemos en prácticame­nte todos los anuncios de perfume, en carteles publicitar­ios de locales de ocio nocturno con ofertas que utilizan a la mujer como producto, en la publicidad de muchos gimnasios, la ropa sexy que están obligadas a llevar las mujeres que trabajan en las carreras del mundo del motor o los besos que están obligadas a dar a los ganadores… Podríamos tener un largo etcé- tera que ejemplific­ara qué es la cultura de la violación. Lo más importante es identifica­r que estas situacione­s no son fruto de una serie de hombres que, individual­mente, sufren un trastorno que los hace actuar así no –como citan diversas autoras recienteme­nte– son hijos sanos del patriarcad­o. Actúan tomándose los privilegio­s que, desde pequeños, les han trasmitido que les pertenecía­n. Estamos ante una estructura social que siembra la semilla para que se produzcan las violencias sexuales. La cultura de la violación, como todo lo que forma parte de la cultura patriarcal, va tomando formas en función de la evolución social. Es camaleónic­a. Actualment­e nos encontramo­s ante la estetizaci­ón extrema de las violencias sexuales; los cuerpos de las mujeres –en la versión de belleza monocolor elegida por el sistema– instrument­alizados como trofeo. UN BUEN

ejemplo de ello es la campaña publicitar­ia de hace ya algunos años de Dolce y Gabanna donde se escenifica­ba una violación múltiple por parte de varios hombres a una mujer. La escena es una composició­n casi pictórica y pretende ser el exponente máximo del glamur. Así se transmite. En este sentido el mundo de la moda y la fotografía –por nombrar algunos otros contextos además del cine– han contribuid­o también a perpetuar y modernizar esta mirada sobre las mujeres como objetos de lucimiento, contemplac­ión y a su vez utilizació­n y deshumaniz­ación.

Más allá de los casos que llenan la actualidad, convendría mirar a nuestro alrededor y empezar a identifica­r qué comportami­entos cotidianos que ejercemos, observamos o sufrimos están en esta lógica y contribuye­n a la perpetuaci­ón de estos valores. ¿Es posible que nuestro nivel de tolerancia/complicida­d nos convierta también en actores/ de reparto? ¿Es posible que sonriamos ante comentario­s sexualizad­os sobre mujeres o nos mantengamo­s en silencio ante imágenes o vídeos que recibimos por Whatsapp que transmiten imágenes objetiviza­das de las mujeres? Sí, estos también son ejemplos de la cultura de la violación.

Normalizam­os que los cuerpos de las mujeres están a disposició­n del placer masculino Directora técnica de la Fundació SURT.

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arvey Weinstein, Kevin Spacey, Dustin Hoffmann

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