Maragall siempre gana
La primera, en la frente. El efecto Valls parece tener un atractivo limitado para los barceloneses; sin saber cuál será la plataforma con la que va a concurrir a las municipales, le aportaría a Ciutadans casi lo mismo que el Gobierno de Pedro Sánchez al PSC. Lo que se demuestra eficaz es poner a un Maragall en la lista, aunque el éxito de ERC implique la ruina de sus socios del PDECat, aún en la duda sobre el candidato final. Y lo que está claro es que la alcaldía no le sienta bien a Ada Colau, que tras cuatro años ni podría repetir resultados, de confirmarse esta proyección de una encuesta del instituto GESOP. Todo está muy verde y algo lejos; quedan algunas incógnitas por despejar, la más significativa, saber si el universo Puigdemont llegará tan lejos en su conflicto con ERC como para obstaculizar con una candidatura legitimista el éxito de los republicanos a los puntos.
El consistorio seguiría fragmentado entre fuerzas muy igualadas, pero con papeles cambiados, de gobernación compleja, salvo por la izquierda. El independentismo no sumaría la mayoría absoluta ni con la CUP y Valls de ninguna forma, a menos que en los próximos meses capitalice toda la pérdida del PP, estrellado por debajo del 5%, y restarle a sus viejos conocidos del PSC el plus Sánchez que mantiene a Jaume Collboni vivo.
Los resultados de esta encuesta, tal vez influidos por el momentum patriótico de su elaboración, en plena efemérides del 1-O, vendrán a alimentar la peor de las pesadillas del independentismo de derechas y también del más intransigente, el iluminado por la lucecita de Waterloo. El tripartito de progreso se estrenó y se graduó en el Ayuntamiento de Barcelona, antes de reproducirse en el Govern de la Generalitat en su modalidad Dragón Khan, unos Gobiernos relativamente estables y razonablemente cumplidores comparados con los últimos sustentados por JxS, JxCat, ERC y la CUP.