La revuelta del umbral social
Itziar González fascina a los profesionales del tercer sector al pedirles tumbar el sistema
La dama levanta la mano y le pasan el micro. Se intuye una queja cuando empieza con un «a mí no me ha gustado…», pero resulta que su disgusto es un elogio, porque la falta de tiempo obliga a comprimir una conferencia que tenía al público cautivado. La plática corre a cargo de Itziar González, arquitecta, exconcejala de Ciutat Vella en tiempos de Jordi Hereu, activista vecinal. Y esto, sucedido ayer, es la apertura del Tercer Congreso de Servicios Sociales Básicos. La termina por aclamación y, en resumen, insta a los asistentes a iniciar una revuelta que permita colocar su profesión en el lugar que le corresponde de la sociedad. Largo aplauso para una propuesta que contrasta con una realidad difícil de derribar. Pero no imposible.
González toma la palabra tras una mesa en la que varios políticos han alabado y prometido a partes iguales. Sus primeras frases son para ellos, celebrando, con fina ironía, que cada vez «se expliquen más y presenten propuestas más concretas». «Pero sois vosotros los que hacéis la política social». A partir de ahí va moldeando una metáfora entre lo constructivo y lo mitológico para insuflar un mensaje que va de la autogestión a la participación en la toma de decisiones, del capitalismo a la voladura del sistema. Sus palabras destilan todavía los malos momentos pasados en su etapa política en Barcelona, de cuando sufrió amenazas y le entraron en casa. Lo pasó mal y no tuvo el apoyo que era de esperar. Ni de sus propios compañeros de gobierno, aunque guarda un buen recuerdo de Hereu. Porque la política solo le aportó malos ratos y porque es una firme defensora de la ciudadanía entendida como núcleo de acción, anima a los profesionales del servicio social a trabajar «de manera artesanal», al margen de «un sistema capitalista y unas instituciones viciadas que les convierten en una pieza disfuncional».
La arenga es de aúpa. Les censura que los políticos «no pueden ser impulsores de nada», que las leyes deben redactarse desde abajo, desde la ciudadanía. Les viene a decir que deben dejar de ser vasallos de la Administración para convertirse en representantes de la gente a la que atienden. Para que todo funcione, sostiene, deben desaparecer las jerarquías. Y es ahí donde encaja la metáfora arquitectónica, la vuelta de bóveda. A partir de diapositivas más propias de un congreso de aparejadores, González menta a los políticos que les definen como «la piedra angular» del sistema de atención social. Por eso les invita –no resulta fácil seguir el hilo en algunos momentos de la conferencia– a pasar «de la vuelta a la revuelta», es decir, «a dejar de formar parte de esa construcción constreñida y delicada para crear infraestructuras de confianza entre la ciudadanía y la función pública».
Las caras de Jano
Ahí le viene bien presentar al dios Jano de dos caras. «Una para mirar hacia el pasado y la otra para prever el futuro, lo que le permite ser la clave del presente. Tiene una ambivalencia que ni abre ni cierra puertas; es un espacio de transición, jamás de tramitación». La idea del umbral como referente, de zona de paso, en cualquier dirección, con la constante apelación al «movimiento» como herramienta de «proximidad y empatía».
De nuevo con símiles arquitectónicos, dibuja varios escenarios posibles. Uno es el «juego de rivalidades entre áreas dialécticas, de quítate tú para que me ponga yo», y el otro es el del «arenal», esa zona de juegos que para muchos evoca el caos pero que a ella le sabe a libertad, donde «lo importante no es si entras o sales, si vas o vienes, sino el movimiento, la evolución». «Vuestra acción –cierra– es lo que cambia la realidad de ese arenal».
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