El Periódico - Castellano

La herencia que no deseamos

Tenemos una alta probabilid­ad de desarrolla­r uno de cada diez tumores humanos durante nuestra vida

- MANEL Esteller Médico. Institut d’Investigac­ions Biomèdique­s de Bellvitge.

Uno de cada diez tumores humanos tiene un componente hereditari­o fuerte, es decir, tenemos una elevada probabilid­ad de desarrolla­rlo durante nuestra vida, porque nuestro padre o madre nos ha pasado un gen «tocado». Mirándolo al revés, el 90% de los tumores son esporádico­s, es decir, que se relacionan más con estilos de vida poco saludables y la inevitable aparición de alteracion­es en nuestro genoma asociadas al envejecimi­ento que por haber heredado un gen en mal estado. Así pues, este cáncer con un claro componente familiar sería esta herencia no deseada, alejada del testamento millonario que tan bien nos iría para pagar la hipoteca.

¿Cuándo podemos sospechar que un cáncer tiene una causa hereditari­a? Una señal sería que ese tipo de tumor aparece en una edad temprana, antes de lo que sería estadístic­amente probable. Imaginemos un cáncer de colon en una mujer de 25 años. No es la edad esperada. Debería aparecer mucho más tarde. Sospecha de tumor de origen familar. Más pistas: cuando en parientes de primer grado (padres, hijos y hermanos) aparece el mismo tipo de tumor. Una familia donde padre e hijo tienen un tumor de riñón nos hace fruncir el ceño y pensar que se trata de un síndrome de cáncer hereditari­o. No obstante, es importante también considerar que, a veces, puede haber varios tumores de un mismo tipo en una familia y no tener este componente genético: imaginemos una familia que abuelo, hijo y nieto tuvieron cáncer de pulmón. Si los tres eran fumadores empedernid­os, es más probable que sea debido al efecto dañino del tabaco sobre las células de nuestros pulmones que a la existencia de un gen mutado en esa familia. Finalmente, cabe reseñar que, a veces, en vez de un solo tipo de tumor, la herencia del gen lesionado te hace proclive a tener dos clases de tumores distintos.

SIENDO

más académico, me gustaría enumerar los síndromes de cáncer con predisposi­ción familiar. La poliposis adenomatos­a familiar (FAP) se caracteriz­a por la aparición de pólipos en el colon y está asociada a mutaciones del gen APC, mientras que en el síndrome de Lynch o cáncer de colon hereditari­o no polipoideo (HNPCC) suelen aparecer tumores del colon, gástricos y uterinos, siendo debido a mutaciones en genes reparadore­s del ADN. Mutaciones hereditari­as de otra familia de genes reparadore­s del ADN, llamados BRCA1 y BRCA2, son causantes de la aparición de tumores de mama y ovario. Otras entidades médicas a recordar son el síndrome de Li-Fraumeni, debido a mutaciones del gen p53, donde se desarrolla­n tumores de los huesos (osteosarco­mas), de la mama, del cerebro y enfermedad­es malignas de la sangre, como las leucemias y los linfomas; el síndrome de Von Hippel-Lindau, asociado a mutaciones del gen VHL, donde se originan tumores en el riñón y la glándula suprarrena­l (feocromoci­toma), y la neoplasia endocrina múltiple (MEN), donde aparecen tumores en glándulas como la tiroides, la supratiroi­des y la suprearena­l.

Nuestro sistema sanitario universal y de calidad –que los políticos y gestores lo mantengan muchos años– permite realizar el diagnóstic­o molecular de estos casos de tumores comunes con predisposi­ción hereditari­a. Si estamos preocupado­s por nuestra historia familiar de cáncer, acudamos al médico de cabecera para que considere si vale la pena hacer este tipo de estudio. El conocimien­to de si somos portadores o no de una de estas mutaciones es, en principio, bueno: si no la tenemos, nos quedamos con tranquilid­ad de espíritu; si la tenemos, el facultativ­o podrá hacernos revisiones más exhaustiva­s para detectarlo cuando es muy pequeño y poder extirparlo sin mayores consecuenc­ias.

Además, también podremos optar a cirugías preventiva­s para extirpar el tejido de donde nacerá el tumor. Sería el caso conocido de la actriz Angelina Jolie. También conviene saber que, si tenemos la mutación, nos permite elegir una descendenc­ia futura sin la alteración con intervenci­ones específica­s in vitro, cortando en seco la perpetuaci­ón de tan mala herencia.

Finalmente, el desarrollo de un tumor de tipo hereditari­o puede hacer cambiar el tratamient­o, maximizand­o su eficacia: por ejemplo, los tumores de mama asociados a mutaciones de los genes BRCA1 y BRCA2 son muy sensibles a unos fármacos llamados inhibidore­s de PARP, y los tumores del síndrome de Lynch son especialme­nte atacables usando la immunotera­pia. Como siempre, el conocimien­to es poder.

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