E
sta es la historia de un sueño largamente acariciado, un proyecto imaginado tiempo atrás, que cobra fuerza y toma forma, un anhelo por compartir un modo de vida. Hace tan solo unos meses, el sueño se convirtió en realidad. Su nombre es Gaztelur, que en vasco signifca “la casa sobre el agua”, y su apellido, propiedad de artsdevivre, una expresión que defne el concepto con precisión. El soñador de esta historia es el fnanciero Javier de la Rica que, aunque siempre se ha dedicado al mundo de los negocios, ha sido también un apasionado de las antigüedades y un ávido coleccionista. Decidió moldear su futuro dando forma a sus hobbies y buscó una casa que se prestase a lo que tenía en mente. Encontró esta maisondemaître en Arcanges, muy cerca de su vivienda de vacaciones en Biarritz, y el proyecto comenzó a dar sus primeros pasos. Su hija Marta, reconocida arquitecta de interiores, fue quien tomó las riendas para materializarlo. “La casa, que tiene parte del s. XVII y parte del s. XVIII, estaba destrozada y la reformamos completamente con intención de mantener el alma y el sabor que tenía. Potenciamos ese espíritu con los materiales, con el uso de muchas técnicas artesanas antiguas, intentando mantener suelos, vigas de madera... Es un proyecto que duró casi dos años pero que sigue abierto porque Gaztelur tiene diferentes trayectorias de futuro”, nos cuenta Marta de la Rica. Y añade: “su decoración es dinámica, mutante, ecléctica... tiene el sello de coleccionista, de acumulación, de maximalismo... Es el alma de mi padre”. La creadora y su obra. La arquitecta de interiores Marta de la Rica posa en un banco sueco con cojines de Geneviève Levy. Mélange cultural. Junto a unos cuadros de loros de estética tropical adquiridos en Francia, consola veneciana y jarrón de cristal de Baccarat. Carta de presentación. En la entrada del espacio, cómoda sueca y objetos de brocantes de Europa, Marruecos y Asia, en un montaje que el director artístico de Gaztelur, Olivier Granet, y la florista Mar López cambian en función de la temporada.
Para crear estos ambientes, que mezclan vintage y moderno, barroco y original, pasado y presente, Marta utilizó las piezas que habían ido comprando ella y su padre a lo largo de los años, en los lugares más dispares y que son las mismas que pueden llevarse consigo quienes acuden a Gaztelur, pues todas están a la venta. Además, esta maison única y viva, donde se pueden celebrar bodas y toda clase de eventos, cuenta con una coqueta foristería y un restaurante con una estrella Michelin, L’atelier de Gaztelur (que ya existía en la zona pero que ahora se ha trasladado a esta nueva ubicación). Es, en esencia, un espacio concebido para el hedonismo y el disfrute de los placeres.
Para Marta, sacar adelante este proyecto fue muy importante profesionalmente, por suponer un gran reto y, por supuesto, personalmente “por poder realizar el sueño de mi padre”. La ubicación de Gaztelur también aportó un signifcado más sentimental: “esta es una zona que para mí es como mi casa y le tengo mucho cariño”. De todos los ambientes, Marta siente predilección especial por uno en concreto: “El cuarto del sofá amarillo, que es una biblioteca a doble altura, porque fue un espacio sorpresa; era una zona oscura en dos pisos, descubrimos que se podía modifcar y ahora tiene doble altura y se vuelca sobre el salón; se ha convertido en un espacio muy alegre”.
Sentir, percibir y transmitir el art de vivre parece sencillo y, aunque expresarlo con palabras concretas resulte un tanto más complejo, Marta lo tiene muy claro: “hacer de la cotidianeidad una cosa bonita, más sencilla o más sofsticada dependiendo de la ocasión o de lo que quieras cada día”. Paladares selectos. En el restaurante de una estrella Michelin, L’atelier Gaztelur, (arriba a la izquierda y en la otra página), la decoración juega un papel fundamental. Las paredes están revestidas con un montaje de espejos y papeles antiguos, los suelos y la chimenea son los originales de la casa y las lámparas proceden del estudio Marta de la Rica. Detalles que conquistan. En cada rincón de Gaztelur se descubren nuevos tesoros, como estas sofisticadas copas de cristal de Murano.