UN GRAN APOYO
Su carácter arquitectónico da fuerza a los interiores de todos los tiempos. Hoy son, además, un buen soporte para la elegancia.
UNA PAREJA DE ALTURA
A veces olvidan su función de soporte y se limitan a ser bellos objetos decorativos, es el caso de esta pareja de columnas de madera del siglo XVIII con capitel compuesto y restos de la policromía original, adquiridas en Goya Subastas. Unos guardianes sofisticados que flanquean una cómoda del s. XVII y la obra “Recopilaciones”, de Carmen Calvo.
LA ETERNA BELLEZA
El pasado se cruza con la actualidad en este salón donde una columna de orden dórico con fuste acanalado en dos secciones diferenciadas convive con piezas de diseño y obras de arte: sofá Elise, de Jasper Morrison para Cappellini; mesa Elliptical table etr, de los Eames para Vitra; butaca Slowchair, de los Bouroullec para Vitra; y obra de He Sen.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
El siglo XIX llegó con un cambio de materiales constructivos y elementos industriales que la alta decoración toma prestados, como las columnas de fundición, que en ocasiones se visten de blanco. Las sillas de Philippe Starck, prototipos diseñados para el Royalton Hotel de Nueva York, y las grandes puertas acristaladas de perfiles de acero culminan el efecto.
INSUSTITUIBLES
Estrella, a la fuerza, esta columna de mármol con fuste liso de inspiración toscana, se apoya en un murete y sujeta un arco ojival formando así un elemento básico, discreto, elegante y, a la vez, separador. El contrapunto a su sobriedad lo ponen el hexágono multicolor del artista franco- húngaro Vasarely y el jarrón rojo de cristal de Murano de los años 50.