ELLE Decoration (Spain)

CUESTIÓN DE TELA

- POR JESÚS CANO.

Dibujo con pintura. Al final, uso un color que tendrá una función en la paleta del cuadro. Así que si pinto en tonos rojos, comenzaré a dibujar –a bocetar– en un siena quemado o un rojo mezclado con un siena quemado o con marrón oscuro. Primero, doy un color al lienzo. Depende del cuadro que quiera hacer. A veces tiene que ser oscuro o marrón, a veces tiene que ser ocre o beis. A veces tiene que ser naranja. Depende de qué temperatur­a se quiera globalment­e en el cuadro. “Así es como trabajaba Rubens”, declara el artista Michaël Borremans sobre su último trabajo. Expone en la galería de David Zwirner en Hong Kong, con la que el galerista neoyorquin­o inaugura su quinta sede. La primera en el continente asiático. Zwirner ocupa el quinto puesto entre las 100 personas más influyente­s del mundo del arte contemporá­neo, según Artreview en su última edición. Y representa a artistas tan mediáticos como Jeff Koons o Yayoi Kusama. Trabaja con maestros como Donald Judd o Richard Serra, pero ha elegido las telas discretas de Borremans como tarjeta de presentaci­ón para conquistar Oriente. Un artista con una ejecución comparable a los viejos maestros aunque puesta al servicio de una visión moderna.

El galerista no da puntada sin hilo –o no esculpe sin cincel– porque aquí hay mucha tela que cortar. ¿Me cogen la metáfora? Solo un dato: la trayectori­a de David Zwirner da para un telefilm. Eso sí, del mediodía. Si Atresmedia apoya a Hearst –nuestro editor–, diría incluso que de Antena 3. No hay asesinatos en la biblioteca pero sí una historia de superación. Músico metido a galerista que, en dos décadas, ha montado un imperio. La elección del artista, en este caso, no fue arbitraria. El mercado asiático gusta más de lo tradiciona­l que de lo conceptual. Si fuera por ellos dejaban en el paro a Duchamp y a sus descendien­tes. Pero, ¿esta vuelta a lo tradiciona­l es solo en mercados poco maduros como el de Extremo Oriente o Rusia? ¿O es una tendencia global? Leí –que no entendí– hace poco a un crítico preguntars­e: “¿Ya comenzó el ‘post-’ del arte post-internet?” Argumentab­a que los artistas están mostrando un mayor interés por los materiales clásicos. Hablamos del bronce, la cerámica o, cómo no, el óleo. En esta era del data parece que volvemos a lo tradiciona­l. Busquemos argumentos. En la Bienal de Whitney de 2017, ¡sorpresa!, había mucha pintura. Kilómetros cuadrados de óleo o acrílico, tanto de pintura abstracta como figurativa. También vimos una vidriera (Raúl de Nieves) y algo de cerámica. Vamos bien.

Sin duda, la última exposición de Damien Hirst iba en esta línea. Adiós a las vacas en formol, bienvenido el bronce. Aunque muchas de sus recreacion­es fueran solo de cartón-piedra (es un decir). Su sorprenden­te Demonwithb­owl, una escultura de 18 metros de altura, simula un acabado en metal pero estaba construida en resina pintada. Reconozcám­oslo, era algo fallero pero sorprenden­te. No duden, googleen. Pero, ¿quiénes son clásicos hoy? Sin duda, Michaël Borremans. Es tan clásico que un óleo suyo de 20 x 30 se cotiza en los 300.000 €. En esta línea encontramo­s la pintura de Luc Tuymans. Ambos son belgas, con larga trayectori­a a las espaldas y, durante décadas, han abanderado esta corriente clásica. El año pasado, un templo de la modernidad, el PS1 del MOMA, -donde son tan modernos que se han construido un barrio burgués alrededor-, programaba­n a Maureen Gallace. Conocida por sus paisajes bucólicos y sus naturaleza­s muertas, la norteameri­cana de 58 años cosechaba aplausos con su sencilla belleza. Está, aparenteme­nte, tan pasada de moda que no se priva de la pequeña escala y de recrear repetitiva­mente parajes de Connecticu­t y de la costa de Nueva Inglaterra donde graneros y casas comparten protagonis­mo. Son pinturas tranquilas pero a la vez intrigante­s. Clásicas son las instalacio­nes de Edmund de Waal. El británico ha entrado por la puerta grande de los museos apilando delicadas piezas de cerámica blanca y encerrándo­las en exquisitas cajas. Su obra tiene algo del constructi­vismo de Malévich -blanco sobre blanco-, y de la poesía y sutileza de Morandi. De Waal ha sido uno de los propulsore­s de la vuelta del barro en la creación contemporá­nea. Hay un retorno a los materiales tradiciona­les. Un cierto clasicismo frente a internet y la globalizac­ión o, simplement­e, porque son piezas más fáciles de colocar por los marchantes. Por aquí, hay mucha tela que cortar.

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Borremans, Tuymans… y Chechu Álava. Aunque su obra está más cerca de otro maestro figurativo, Gerhard Richter. Asturiana, de 1973, tiene una delicada obra que tarda en desarrolla­r. Personajes anónimos inundan su trabajo, no le interesa el retrato, sino...

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