EL NORTE ENCONTRADO
Urbanita y contemporánea son dos califcativos para esta segunda residencia, situada en uno de los barrios más bellos de Santander, donde el interiorismo de Carlos López se alía con la colección de arte de sus propietarios.
Tener un pied-à-terre con vistas a la bahía de Santander no es cosa menor. “Además de ser el punto de arranque para el proyecto decorativo posterior, lo fue para la búsqueda en sí mismo de esta vivienda”, comenta Carlos López, encargado de la reforma y el interiorismo. Los propietarios, que se fjaron en este inmueble construido a principios del siglo XX por su marcado carácter afrancesado, “querían jugar con una atmósfera que estuviera a medio camino entre el respeto al pasado arquitectónico y las premisas propias de la vida moderna”, recalca. Esas panorámicas de lujo pedían una distribución a la altura y, según Carlos, “en primer lugar, reorganizamos la planta para conseguir un menor número de habitaciones y para dotarlas a todas ellas de baño”. Fue preciso también actualizar detalles “como la excesiva presencia de madera, especialmente en los zócalos” –comenta–, y adaptar la distribución sustituyendo la compartimentación “por espacios más diáfanos y minimalistas para proveer a la vivienda de su anhelada contemporaneidad”.
Capítulo aparte merece uno de los elementos más importantes de una casa: el suelo y, al respecto, Carlos López afrma: “ha sido crucial incorporar un pavimento de madera en color que dota al espacio de un carácter teatral”. En cuanto al mobiliario, “los clientes perseguían generar una atmósfera con piezas contemporáneas, de corte urbanita y un marcado carácter, que sirvieran como perfecto acompañamiento a su extensa colección de arte contemporáneo”, añade. Por este motivo, la mayoría de ellas son de frmas internacionales, sobre todo de editoras francesas e italianas, que se mezclan con modelos icónicos del diseño del siglo XX, como el taburete Mezzadro, de Zanotta, y que combinan con otros muebles actuales o creados bespoke por el estudio de interiorismo. En palabras de Carlos, “la idea que subyacía a la hora de seleccionar el mobiliario era la de servir como una extensión al arte, de ahí la importancia del color con un marcado carácter pictórico”.
Para el interiorista, “una de las creaciones de la que tanto los clientes como nosotros nos sentimos más orgulloso es de la estantería modular situada en el salón y que creamos para albergar los múltiples objetos comprados por los propietarios en sus viajes por el mundo”. Consiste en un mueble-escultura que atrae la mirada y que se erige como una especie de wunderkammer, un personal cuarto de las maravillas cuya “forma irregular le aporta un concepto escultural, los fondos negros teatralidad y los cubículos retroiluminados, una sensación museográfca”, apostilla el anticuario. Y, para terminar, la vivienda ha pasado la prueba de fuego porque “una vez vivida, los dueños nos han transmitido sentirse identifcados con ella al cien por cien y haber conseguido dos cosas: una atmósfera que logra un equilibrio perfecto y una sensación de modernidad que está exenta, por otro lado, de la frialdad propia de muchos espacios contemporáneos”, concluye.