ELEGANCIA ABIERTA
En Blankenese, un pequeño pueblo de pescadores, y a orillas del río Elba se encuentra esta maravillosa casa de los años 30, decorada al detalle con gusto y delicadeza por su dueña, la interiorista Marion Geller.
uede que Hamburgo, en Alemania, luzca el esplendor de toda ciudad moderna y sea consciente de la belleza de sus parques, canales y cultura, pero el antiguo pueblo pesquero Blankenese, a su oeste, posee el encanto de las cosas pequeñas, sus casas de pescadores, con los típicos entramados de madera y las villas anteriores a la guerra, algunas con vistas al río Elba, son uno de los atractivos más envidiables de esta zona. La magia del enclave, con aspecto de postal y colores de película, sedujo a la interiorista Marion Geller y a su marido, ambos, aunque felices en sus respectivos hogares, consideraron que había llegado la hora de unir sus familias. Casualmente, una noche, mientras cenaban en su restaurante favorito (un italiano) y hablaban sobre cómo llevar a cabo su propósito, un promotor inmobiliario entró en escena. El marido de Marion opinó que solo se mudaría una vez más y únicamente a una casa a orillas del río Elba. Marion recuerda lo que prosigió, dos palabras: “tengo una”. Al cabo de cuatro días, la casa era suya. “Son muchos los que sueñan con vivir aquí, con estas vistas, pero raramente salen propiedades al mercado, por eso tuvimos que darnos prisa. La pacífca villa data de los años 30, construida con rotklinker, una roca típica de Hamburgo, en una reserva natural”. Cuando Marion la vio por primera vez pensó que tenía el perfecto feng shui, con un bosque en la retaguardia y el río a la cabeza. “Existen protecciones ambientales, por eso no podemos alterar el exterior a nuestro antojo”, dice. No sucede lo mismo en el interior, que el matrimonio decidió reformar por completo: “Cada pared fue retocada, las habitaciones eran demasido pequeñas y la distribución muy obsoleta y fragmentada, como se hacía antiguamente. Por ejemplo, al bajar las escaleras hacia el salón te encontrabas con un incordioso rincón, que eliminamos para abrir una vista directa al Elba. También se movió de lugar la cocina, del norte al sur de la casa, ganando así más espacio y una perspectiva infnitamente más apetecible. “Hoy la vida la hacemos en la cocina”, comenta Marion, “con la antigua distribución era muy pequeña y tenía un comedor separado aparte, del cual nos deshicimos enseguida. No solemos dar cenas formales, solo para familia y amigos, por lo que resultaba innecesario. Nos gusta que la casa sea cómoda y abierta”. Respetando el enclave natural, la pareja escogió una paleta de colores monocorde pero bastante amplia. El gris fue el elegido para las paredes, excepto en la sala de la chimenea, donde se utilizó un tono más oscuro para lograr una atmósfera acogedora. “No tenemos cortinas, ¿por qué querríamos tapar las vistas?” La decoradora utiliza su casa como escaparate para su frma de diseño de interiores, así los clientes pueden ver su trabajo in situ. “Aun así, lo primero y por encima de todo, es nuestra casa. Tal y como mi marido quería, es la defnitiva, y por suerte, a orillas del Elba”.
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