ELLE Decoration (Spain)

ELEGANCIA ABIERTA

En Blankenese, un pequeño pueblo de pescadores, y a orillas del río Elba se encuentra esta maravillos­a casa de los años 30, decorada al detalle con gusto y delicadeza por su dueña, la interioris­ta Marion Geller.

- FOTOS: CHRISTIAN SCHAULIN. REALIZACIÓ­N: KERSTIN ROSE. TEXTO: MÍRIAM NÚÑEZ DEL BOSQUE.

uede que Hamburgo, en Alemania, luzca el esplendor de toda ciudad moderna y sea consciente de la belleza de sus parques, canales y cultura, pero el antiguo pueblo pesquero Blankenese, a su oeste, posee el encanto de las cosas pequeñas, sus casas de pescadores, con los típicos entramados de madera y las villas anteriores a la guerra, algunas con vistas al río Elba, son uno de los atractivos más envidiable­s de esta zona. La magia del enclave, con aspecto de postal y colores de película, sedujo a la interioris­ta Marion Geller y a su marido, ambos, aunque felices en sus respectivo­s hogares, considerar­on que había llegado la hora de unir sus familias. Casualment­e, una noche, mientras cenaban en su restaurant­e favorito (un italiano) y hablaban sobre cómo llevar a cabo su propósito, un promotor inmobiliar­io entró en escena. El marido de Marion opinó que solo se mudaría una vez más y únicamente a una casa a orillas del río Elba. Marion recuerda lo que prosigió, dos palabras: “tengo una”. Al cabo de cuatro días, la casa era suya. “Son muchos los que sueñan con vivir aquí, con estas vistas, pero raramente salen propiedade­s al mercado, por eso tuvimos que darnos prisa. La pacífca villa data de los años 30, construida con rotklinker, una roca típica de Hamburgo, en una reserva natural”. Cuando Marion la vio por primera vez pensó que tenía el perfecto feng shui, con un bosque en la retaguardi­a y el río a la cabeza. “Existen proteccion­es ambientale­s, por eso no podemos alterar el exterior a nuestro antojo”, dice. No sucede lo mismo en el interior, que el matrimonio decidió reformar por completo: “Cada pared fue retocada, las habitacion­es eran demasido pequeñas y la distribuci­ón muy obsoleta y fragmentad­a, como se hacía antiguamen­te. Por ejemplo, al bajar las escaleras hacia el salón te encontraba­s con un incordioso rincón, que eliminamos para abrir una vista directa al Elba. También se movió de lugar la cocina, del norte al sur de la casa, ganando así más espacio y una perspectiv­a infnitamen­te más apetecible. “Hoy la vida la hacemos en la cocina”, comenta Marion, “con la antigua distribuci­ón era muy pequeña y tenía un comedor separado aparte, del cual nos deshicimos enseguida. No solemos dar cenas formales, solo para familia y amigos, por lo que resultaba innecesari­o. Nos gusta que la casa sea cómoda y abierta”. Respetando el enclave natural, la pareja escogió una paleta de colores monocorde pero bastante amplia. El gris fue el elegido para las paredes, excepto en la sala de la chimenea, donde se utilizó un tono más oscuro para lograr una atmósfera acogedora. “No tenemos cortinas, ¿por qué querríamos tapar las vistas?” La decoradora utiliza su casa como escaparate para su frma de diseño de interiores, así los clientes pueden ver su trabajo in situ. “Aun así, lo primero y por encima de todo, es nuestra casa. Tal y como mi marido quería, es la defnitiva, y por suerte, a orillas del Elba”.

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