POESÊA VISUAL
POR
La vida de muchos de nosotros cambió en 2003, un día de visita a la Turbine Hall de la Tate Modern, donde el artista Olafur Eliasson había instalado su proyecto “Weather” en el que se invitaba a los visitantes a tumbarse en el suelo y disfrutar de los rayos de un sol artificial. Toda una experiencia creada a partir de la manipulación de la luz que dejaba a la gente sensible e incluso a cínicos y escépticos, maravillados. Por supuesto, Eliasson no era el primero (ni el último) en experimentar con el potencial de la luz para crear ambientes y percepciones determinadas, en utilizar la luz como un “material” para sus creaciones. En el mundo del arte los ejemplos son muchos, desde las piezas a base de neón creadas por Dan Flavin, a las “cromosaturaciones” de Carlos Cruz Díez, las instalaciones a base de LEDS de Leo Villarreal o las de Anthony Mccall que evocaban la solidez de una luz que se invitaba a atravesar.
Psión total tan fluida como fugaz. Los diseñadores, como es natural, no se han quedado a la zaga.
Recuerdo aquella caja de luz de Antoni Arola que conseguía transformar la luz en un material tangible a partir de un laberinto de luz y color, con un lateral en rojo y otro en azul, separado en tres estancias por tres puertas pivotantes y tres planos de luz que el visitante tenía que atravesar. La antigua colaboradora de Ettore Sottsass, Joanna Grawunder, es otra que siempre estuvo interesada en trabajar con la proyección de la luz, por ejemplo, en “Box”, un chandelier que hizo para la Carpenters Workshop Gallery, a base de LEP (Light Emitting Plasma) con los que pudo esculpir la luz en forma de un cubo geométrico muy preciso. Suyos son también muchos ejemplos de muebles que incorporan la luz para enfatizar su silueta, dotarlos de color o subrayar un punto de intersección con otra pieza.
A