ALMA BEREBER.
Este lugar entre los montes del Atlas y el desierto de Agafay esconde un paraíso de slow life, el Berber Lodge, nueve pabellones, refejo del amor por Marruecos de su dueño, el diseñador de interiores Romain Michel-ménière.
El interiorista Romain Michel- Ménière nos abre las puertas de su Berber Lodge, en Marruecos.
Para quienes creen que el verdadero lujo es lo auténtico, éste es su lugar. Situado cerca del pueblo de Oumnas, a 20 minutos en coche de Marrakech, entre las montañas del Atlas y la amplia extensión del desierto de Agafay, es el refugio perfecto para viajeros exigentes, aquellos que buscan experiencias únicas. Con él, su propietario, el diseñador de interiores franco-suizo, Romain Michel-ménière, un enamorado de la tradición bereber, ha cumplido su sueño de construir un hotel que respira el espíritu de esta cultura, conectada con lo esencial: es el Berber Lodge, levantado en un terreno poblado de olivos centenarios. Después “una vida de jet-set” en ciudades, como Nueva York, Milán, Ciudad de México..., entre otras, hace 15 años se mudó a Marruecos. Una experiencia personal, la muerte de sus padres en accidentes separados, le llevó a dar un vuelco radical a su vida. Inicialmente eligió Marruecos por razones prácticas, su cercanía a Europa y el idioma francés, pero pronto surgió una afnidad y una sintonía con este país y su cultura. Apasionado por la arquitectura y las técnicas de construcción bereber, Romain las aplicó aquí, utilizando, además, la materia prima que proporcionaba la propia tierra.
Así, la arcilla extraída de la tierra sirvió de materia prima para elaborar los ladrillos pisé, de adobe marroquí, de las paredes. Los techos también están hechos a la manera tradicional, con una estructura que combina madera de palmera, de eucaliptus y de bambú. Sin embargo, a las proporciones clásicas de la edifcación se añade un refrescante twist moderno dado por las puertas y ventanas ampliadas y diferenciadas, que permiten que el sereno paisaje rural introduzca en el interior su ritmo calmado.
La arquitectura tradicional del conjunto se funde sutilmente con el entorno y puede verse desde la vieja Kasbah vecina que parece vigilar en lo alto de la colina cercana. La distribución de los nueve pabellones se inspira en la de un pueblo tradicional bereber. Todos diferentes, se han decorado en un estilo sobrio, con sólo lo esencial y conectado con los materiales de la tierra y las artesanías ancestrales. Además de las nueve cabañas individuales, está la edifcación principal, equipada con un salón con chimenea, biblioteca, bar y comedor, y un jardín con una gran piscina y una zona chill-out entre los árboles. “Es importante el respeto a la arquitectura bereber, todos los materiales fueron construidos o encontrados en el lugar”, nos cuenta Romain. “Las ventanas dan una vista bonita, todas son diferentes y de distintas alturas, según las necesidades. -continúa- Desde la cama puedes necesitar una ventana baja; para un baño, otra alta; otra puede tener moucharabieh para ocultar el baño o para crear una brisa agradable”.
Para el jardín, Romain contó con la asesoría del paisajista francés afncado en París, Arnaud Casaus, quien creó un jardín salvaje entre los árboles ya existentes en el lugar, a los que añadió especies marroquíes y otras importadas, como plantas mexicanas, además de verbena y menta. Y dejó los planos del proyecto arquitectónico en muy buenas manos, las de sus amigos arquitectos Karl Fournier y Olivier Marty, de Studio KO, prestigioso estudio de arquitectura con ofcinas en París, Londres y Marruecos, y que ha ganado notoriedad mundial con proyectos como el Museo Yves Saint Laurent en Marrakech, y el hotel de lujo-restaurante Chiltern Firehouse, ubicado en el exclusivo barrio de Marylebone en Londres, entre otros.
Otra de sus amistades, Philomena Schurer Merckoll, también le ayudó en la decoración. Los espacios interiores, con una estética ya determinada por los materiales naturales y la arquitectura, se enriquecieron con kilims antiguos, bandejas de té marroquíes, banquetas clásicas, muebles de ratán hechos por artesanos de la ciudad de Esauira, complementos característicos de la artesanía marroquí, además de piezas de mobiliario mid-century, muchos tesoros que el propietario ha encontrado en mercados de las pulgas en Marruecos y en París. El resultado es un mix donde elementos tradicionales se unen con otros contemporáneos, todos amalgamados por el criterio de Romain y grandes dosis de su bon goût.