Una casa entre viñedos, en Reims, del siglo XIX, con un interiorismo de Carlos Pujol.
Dejar la gran ciudad para volver a los orígenes es uno de esos cambios que dan vértigo. Pero si esto implica vivir entre viñedos de champán, en una elegante casa del siglo XIX, con un interiorismo inspirado en exquisitos hoteles visitados, igual no es para sopesarlo tanto. Eso hicieron Fanny y Fabrice Rossi, cerca de Reims, con ayuda del diseñador Carlos Pujol.
Después de haber vivido en París y Toulouse durante mucho tiempo, Fanny y Fabrice Rossi sintieron la necesidad de regresar a Reims, la ciudad de origen de ambos. Su vuelta a la región del champán, los ha llevado a terminar viviendo literalmente entre viñedos, en una elegante casa de tres pisos de finales del siglo XIX con suelos de baldosas hidráulicas, chimeneas de mármol y una noble fachada de piedra. Situada en un pequeño pueblo cerca de la ciudad, la tranquilidad del lugar les pareció perfecta para criar a sus dos hijos. “Vivir en el campo, rodeados de viñedos, fue una opción tan obvia para nosotros… Así, podríamos recargar las pilas con nuestra familia los fines de semana, lejos del ajetreo y el bullicio de la ciudad”, afirma Fanny. Además, ambos tenían el gusanillo de renovar entre los dos su primera vivienda en propiedad. Y esta casa, aunque con una base arquitectónica muy buena, necesitaba una importante actualización. Respetando su carácter y estructura originales, la pareja decidió renovarla por completo, no solo para acentuar su elegancia, sino también para que resultara más cómoda y acogedora. “Era esencial para nosotros conservar su encanto, porque es el alma de la casa. Como a los dos nos apasiona la arquitectura y el diseño de interiores, estábamos realmente deseosos de participar en la decoración, elegir los materiales, definir la atmósfera…”, cuenta Fanny.
Para ello, contaron con la ayuda del arquitecto local Carlos Pujol, que elaboró los planos necesarios y coordinó a los diferentes equipos de trabajo. Entre los tres, redefinieron todos los espacios, eliminando particiones para hacer más confortables o privadas determinadas estancias, pero también restaurando detalles originales. La inspiración principal fue recrear el espíritu de los hoteles-boutique de París. “Teníamos muy claro la combinación que buscábamos: materiales preciosos, telas contrastadas de terciopelo para cortinas y sofás, alfombras de seda y lana muy coloristas, elementos de mármol, latón y madera de palisandro... Trabajamos deliberadamente en crear una ambientación muy fuerte que resultara envolvente”, explica Fanny. “Aparte, tuvimos especial cuidado en la elección de los colores, porque éramos muy conscientes de qué es lo que define la atmósfera de un lugar. Como buscábamos un ambiente suave y apagado, optamos por colores profundos. Por ejemplo, nos decantamos por el negro para puertas, ventanas y algunos suelos, lo que ha incrementado la percepción de elegancia de la casa. Por otro lado, para reforzar la identidad de ciertos espacios a través del color, pintamos los techos de algunas estancias en el mismo tono que las paredes. Así, el verde eucalipto de los pasillos y la escalera ayuda a definir las áreas de circulación. Por su parte, el tono terracota de la cocina y el comedor contribuye a un ambiente cálido y agradable a la hora de comer juntos”, añade. En cuanto al mobiliario, piezas de mercadillo o de segunda mano conviven con diseños de Gio Ponti, Norman Cherner o los Eames. Una mirada moderna, y muy acertada, que altera suavemente
• los códigos habituales de este tipo de casas burguesas.
TONOS PROFUNDOS, APLICADOS EN PAREDES Y TECHOS, GENERAN UNA AMBIENTACIÓN ENVOLVENTE