OASIS A CUBIERTO
Si han visto el proyecto que hizo Norman Foster para la sede de Apple en Cupertino -cosa que por otro lado es casi imposible haber pasado por alto, como todo lo que concierne a Apple-, se habrán dado cuenta de que se trata de un jardín interior a gran escala. Un gran anillo contiene el edificio principal que alberga un centro de visitantes con una Apple Store y cafetería pública, un centro de fitness para empleados e instalaciones de investigación y desarrollo. Mientras que en el jardín interior hay caminos para correr o caminar alrededor del campus, un huerto, un prado y una charca, que no se diga a los empleados no se les trata bien. Quizá sea el proyecto de más envergadura de los que se han realizado con esta idea, aunque no el único.
El mismo Jean Nouvel se ha aficionado al tema de los jardines, primero con los verticales y después con los interiores, por ejemplo, en su proyecto para el museo NAMOC en Beijing, con un gran jardín interior pensado para cambiar de color según las estaciones del año o el hospital infantil de Zurich con un bonito jardín circular en su interior donde los niños pueden disfrutar. A Moneo también le dio por ahí cuando diseñó la estación de Atocha, con uno exótico que hace las delicias de los pasajeros, lo mismo que ahora, en otra escala, el aeropuerto Jewel Changi, en Singapur, diseñado por Moshe Safdie con una impresionante cúpula de vidrio y acero. Allí se alberga un jardín interior de cinco plantas con senderos para pasear, repleto de árboles, un laberinto, una torre de observación en la que ver todo el recinto a vista de pájaro, toboganes que rebotan, en fin, que no quede actividad que no se haya pensado para el aburrido pasajero en tránsito cuyo rumbo no siempre será mejor.
En el ámbito de lo doméstico, hay algunas casas que nos han llamado la atención por esa comunión con la naturaleza que supone un jardín interior. Una de ellas es la Maison Boulle (Casa Burbuja), diseñada en los años sesenta por Antti Lovag. Lo que este arquitecto propuso fue la vida en armonía y equilibrio con la morfología humana y con el entorno. A través de la eliminación de los ángulos rectos y de abrazar intensamente la curva, propone un tipo de vivienda que tiene bastante más que ver con las grutas en las que habitaron los primeros pobladores de la tierra y como consecuencia todo el interior está lleno de huecos en los que crecen las plantas. A Saenz de Oíza lo primero que le preocupó cuando fue a hacer los planos para la Casa Huarte en Mallorca fue señalar dónde estaban los árboles en la finca y algunos de ellos se conservan dentro del salón y salen por el techo. A Fernando Higueras es a otro que le encantaba ese efecto del jardín interior, los colgantes en particular, que destacan en todos sus edificios, como en el hotel Las Salinas de Lanzarote donde rompió muchos prejuicios y abrió nuevos caminos.
Entre los japoneses también ha habido maravillosos ejemplos de este tema, por ejemplo, la llamada Garden and House de Tokyo, diseñada por Ryue Nishizawa, que diseñó un pequeño edificio de cuatro plantas con una fachada de cristal y un jardín en cada planta que hace de pantalla para que no te vean desde la calle. Más vale que rieguen, no vaya a ser que… O la House N de Sou Fujimoto, para quien la casa ideal es aquella en la que el espacio exterior se siente como interior y el espacio
• interior se siente como exterior. Tan poético.