LOUIS ALBERT DE BROGLIE
Visitamos en su castillo al príncipe francés que susurra a los tomates.
El cielo amenaza tormenta cuando llegamos al castillo de La Bourdaisière, en el corazón del Loira, el jardín de Francia. Pero, al dejar atrás la última curva, antes de atravesar su verja, parece como si el aire se iluminara. Junto a la entrada, una placa de color aguamarina adelanta: Hôtel de Charme & Bar à Tomates. Dentro, nos espera su propietario, Louis Albert de Broglie, apodado le prince jardinier, quien decidió aparcar una brillante carrera en la banca para desarrollar su Conservatorio Nacional del Tomate, basado en un discurso de agricultura sostenible que exporta mucho más allá de las 55 hectáreas del château. Perteneciente a una familia señorial de origen piamontés instalada en Normandía en el siglo XVII, su árbol genealógico cuenta con varios primeros ministros (entre ellos, su padre, que sirvió al general De Gaulle), tres mariscales de Francia y un premio Nobel de Física. Su título nobiliario del Sacro Imperio Romano Germánico fue otorgado a uno de sus antepasados por el emperador Francisco I.
UN NOBLE DE VERDAD
En el salón principal del castillo, hoy reconvertido en hotel, las paredes tapizadas con telas florales a juego con las cortinas y las alfombras estampadas acompañan a piezas de estilo renacentista, sofás de terciopelo de colores, chaises longues napoleónicas, sillas neoclásicas, lámparas años 50, jarrones chinos, algún detalle de Ikea y numerosos retratos de familia. Sin embargo, como por arte de magia, todo encaja. Mimetizado con la atmósfera del lugar, llega Louis Albert de Broglie. El contraste de su chaleco de tweed –por el que asoma un pañuelo de flores–, su cabello y su barba retro con las zapatillas de mariposas (por cierto, de la marca brasileña ecológica Veja, con la que colabora) le delatan. Al verlo, es difícil no pensar en el término happycultor. No parece un aristócrata, ni siquiera un ser humano al uso. Es creativo,
entusiasta, extremadamente educado, simpático y muy brillante al hablar. Se notan sus tablas en las charlas que ofrece por el mundo, como la que dio para TEDX bajo el título Por qué plantar un huerto es una acción política. Responde a todo con la misma generosidad que le hizo cambiar de rumbo profesional cuando a su madre y a su tío les azotó la mala salud.
NUEVOS AIRES
En ese momento este príncipe eco decidió iniciar un proyecto sostenible para promover la idea de un planeta más habitable, en el que la naturaleza recupere su lugar. Para entonces, ya había comprado el castillo, junto con su hermano Philippe Maurice, actual duque de Broglie. Aún recuerda cómo le cautivó el huerto: «Me encantaron la poesía y las vibraciones que sentí». De inmediato, se puso manos a la obra. «No tenía una razón ni una estrategia, pero sí curiosidad; eso me llevó a interesarme por la diversidad, un concepto del que hace 25 años no se hablaba. ¡No había internet! Elegí el tomate porque posee más cultivares que cualquier otra especie vegetal; es la fruta más consumida en el globo. Me impresionó la increíble cantidad de formas, colores y texturas que ofrecía. Los hay blancos, amarillos, negros, rosas, rojos, naranjas, pequeños, picudos, estriados, bicolor...», exclama con entusiasmo. «Así que me dediqué a buscar coleccionistas de semillas antiguas. Y empecé con 30. Dos años después, ya acumulaba 300 variedades», remata orgulloso.
Eran los años en que empezaba a preocupar la crisis alimentaria (las vacas locas, el maíz transgénico...), y el instánte idóneo para crear la marca de utensilios, ropa y
››complementos
para jardinería Le Prince Jardinier. Ese fue el sobrenombre que le regaló su amiga Anne-sophie Von Claer, directora adjunta de Le Figaro. «Ella iba a dar una fiesta en el castillo vacío de su abuela. Sólo había un gorro de paja, que enseguida me coloqué en la cabeza, y, cuando me vio, exclamó: “¡Oh, el príncipe jardinero!”. Y hasta hoy», recuerda. Así, customizó el escudo de los Broglie, hasta convertirlo en su logotipo con un sombrero, una pala y un rastrillo. Ya se hablaba de él en toda Francia, y comenzó a recibir regalos en forma de semillas de tomate desde los lugares más recónditos del planeta: llegó a atesorar 700 variedades, entre las que se cuentan algunas de las especies más antiguas.
REPENSAR EL PLANETA
Pero no sólo de ellas se nutre el potager de La Bourdaisière. Nicolas Toutain, su responsable, mima además un centenar de árboles frutales, decenas de plantas aromáticas (incluidos 20 tipos de albahaca) y Dahliacolor, un espacio con 400 familias distintas de dalias, que hacen las delicias de los visitantes en verano, así como de los asistentes al Festival de la Tomate et des Saveurs, que se celebra cada mes de septiembre en los jardines del castillo y que, en 2019, tendrá a España como país invitado. Para Louis Albert, este espacio hoy es un laboratorio y un ejemplo de cómo preservar la tierra. Precisamente, con la idea de ampliar esta filosofía de vida, adquirió en 2000 la mítica empresa Deyrolle, que durante más de un siglo se encargó de las exquisitas láminas pedagógicas que acompañaron la formación escolar de varias generaciones de franceses. «También la quiso comprar Hermès, pero me llevé el gato al agua», cuenta. «El verdadero arte, la belleza real es la naturaleza vista al microscopio. Y todo ese patrimonio se materializa en el gran proyecto de cartografía que vi al comprar esta marca, a través de la cual hemos podido colaborar incluso con la Unesco», añade. Algunos de sus libros, como Leçons de choses I & II, Créatures fantastiques y Un cabinet de curiosités parisien, son delicadas obras de arte ilustradas. Joyas en sí mismas para transmitir un nuevo modo de repensar el mundo. Y así son también sus proyectos actuales
«LA BELLEZA REAL ES LA NATURALEZA VISTA CON UNA LENTE DE AUMENTO»
à l’exterieur: el diseño de territorios con ecosistemas interconectados que asocian el arte y la arquitectura a la naturaleza y la educación. El primero es Terra Panda, un parque cultural, ecológico y turístico que abrirá en Sichuan en 2021, según el acuerdo recientemente firmado en Pekín por las autoridades chinas, el presidente francés, Emmanuel Macron, y él mismo. El segundo, Terres de Versailles, será un barrio vegetal de 500 viviendas que respetará la realidad histórica de un lugar emblemático. Para La Bourdaisière se reserva la ampliación de su Bar à Tomates, un espacio para catar todas sus posibilidades gastronómicas, y el Tomato Lab, un lugar de conocimiento que creará sinergias entre empresas, universidades e investigadores para desarrollar sus propiedades organolépticas, cosméticas, farmacéuticas e industriales. No cabe duda de que, en este château de cuento, seguirá habiendo tomate.