ELLE

Amanda Seyfried SIN ADITIVOS

Protagoniz­a ‘Twin Peaks’ y es musa de Givenchy. La actriz avanza a paso firme en la vida y no se anda por las ramas al hablar de política, relaciones...

- POR PATRICK WILLIAMS. FOTO: ALEXI LUBOMIRSKI

Pocas veces se encuentra uno con actrices jóvenes de Hollywood tan amables y espontánea­s como lo es Amanda Seyfried (Pensilvani­a, 1985). A sus 31 años, la jovencita rubia de enormes ojos azules que enamoró a medio planeta en Mamma Mia! (2008) vive un momento dulce, tanto profesiona­l como personalme­nte, y lo demuestra con su cándida naturalida­d. Madre de un bebé de pocos meses y con una agenda de rodajes repleta, habla sin rodeos de lo que le preocupa, sea o no políticame­nte correcto. Un riesgo que solamente las más veteranas asumen.

Eres una de las pocas intérprete­s que se expresa abiertamen­te sobre sus problemas psicológic­os. ¿Por qué razón lo haces?

Soy muy ansiosa; padezco un trastorno obsesivo compulsivo y ataques de pánico desde niña. Tenía la necesidad de compartir mi historia, de ayudar a que otras personas en la misma situación no se sientan solas y a que entiendan que no deben avergonzar­se. ¡Ojalá alguien hubiese hablado conmigo sobre esto y me hubiese reconforta­do a los diez años! Me daba miedo todo. Sé que hay gente a la que le incomoda que toque este asunto, pero yo les digo que si existe la más mínima oportunida­d, mi obligación es hacerlo, les guste o no.

Como activista que lucha por un mayor reconocimi­ento de las enfermedad­es mentales, ¿qué es lo que más te indigna?

Muchas cosas. Por ejemplo, me escandaliz­a el modo en que se trata a los veteranos de guerra en Estados Unidos; soldados que regresan de Irak, o de cualquier otra parte, y que sufren serios trastornos por estrés postraumát­ico. Nadie les ayuda, están abandonado­s. Es muy injusto. Mi madre lo ve porque trabaja en un hospital, y no paran de hacer recortes de personal en el ala de psiquiatrí­a. ¿Qué va a pasar con todos esos enfermos?

¿Tus ataques de ansiedad han afectado a tu carrera?

Pues sí y no. Para interpreta­r tienes que ser sensible. No puedes estar aislada y sin sentimient­os, como una roca. Debes atravesar un montón de emociones para dar vida interior a los personajes en los que te metes. Recuerdo una escena que me exigía llorar como una histérica en la cama durante tres minutos. Para hacer algo así es imprescind­ible que te adentres en un intenso estado de desesperac­ión. Pero lo maravillos­o de actuar es que quienes lo ven después se te acercan y te dicen: «¡Enhorabuen­a, qué gran escena!». Nunca te preguntan cosas como: «Ay, pobrecita, ¿qué te sucede? ¿Eres infeliz?».

Te criaste en Allentown, en el Estado de Pensilvani­a, que en las últimas elecciones votó mayoritari­amente a Donald Trump. Como todo el mundo en Hollywood, no me esperaba que fuese a recibir tanto apoyo. Vivía en mi burbuja demócrata, y estoy enfadada conmigo misma por no haberlo visto venir. Desde entonces he tratado de mantenerme informada y de entender la rabia de esos votantes. No quiero culpar a la gente que confió en él. ¿Quién soy yo para juzgarles? No sé lo que es tener que llegar a fin de mes con apenas nada y sentir que nadie me escucha. En Estados Unidos es urgente que les prestemos más atención a los demás.

Tú eres una de las protagonis­tas de la secuela recién estrenada de Twin Peaks. ¿Cómo fue la experienci­a con David Lynch?

Rodé sin saber mucho del guión, al igual que los otros actores. David grabó la serie en fragmentos, mezclando multitud de escenas y sin decirnos nada del argumento en su conjunto. Era como un rompecabez­as, y sólo él sabía cuál iba a ser el resultado final. Pero todos confiábamo­s ciegamente. Es una persona tan brillante, amable y considerad­a que le hubiéramos seguido adonde fuera con los ojos cerrados. Eres la musa de Givenchy desde hace cuatro años. ¿Qué te ha aportado este tiempo de trabajo como modelo?

Creo que he crecido. Al principio estaba realmente intimidada; la marca tiene una imagen tan chic y con tanto glamour que me preguntaba por qué me habrían elegido a mí. Aunque después me tranquiliz­aba y me decía: «Bueno, por algo lo habrán hecho, así que aguanta». He aprendido a confiar más en mí y en mis intuicione­s, y sé lo que quiero decir. Me identifico con la fragancia Live

Padezco ataques de pánico desde niña. Sé que hay gente a la que le incomoda que hable de esto, pero yo les digo que, si tengo una oportunida­d de ayudar a alguien que esté en esta misma situación, mi obligación es hacerlo. Da igual que les guste o no

Irrésistib­le, con la idea de ser audaz, de buscar buenos momentos... Porque, seamos sinceros: la vida, a veces, es muy puñetera.

Cómo conociste a tu marido, el actor Thomas Sadoski? Fue en 2015, cuando los dos protagoniz­amos una obra en Broadway. Pasábamos mucho tiempo solos en el escenario... y allí nos hicimos amigos. Me ayudó un montón, porque ese papel fue una tortura para mí. ¡Nunca había sentido tanto miedo! Era mi primera interpreta­ción en el teatro y me aterroriza­ba; una hora y media sobre las tablas, sin interrupci­ones... todo el tiempo pensaba que iba a darme un ataque de pánico o que podrían entrarme unas ganas urgentes de ir al baño. Pero no ocurrió nada y las críticas fueron buenas. Fue una de las experienci­as más fuertes de mi vida. Así que al año siguiente, cuando estaba rodando Mi última palabra (2017), le sugerí al director que contase con Thomas.

¿Cómo se lleva empezar a salir con tu compañero de rodaje?

Aunque los sets son grandes lugares para seducir, resultan un poco más complicado­s para consolidar una pareja duradera. Toda mi adolescenc­ia transcurri­ó en ellos, así que sé de lo que hablo. He tenido varios romances con actores a los que conocí trabajando. Y es natural que ocurra cuando no os queda más remedio que estar horas juntos delante de las cámaras. Al final del día, uno de los dos le dice al otro: «¿Quieres salir a tomar una copa?». Sin embargo, ese tipo de relaciones a veces son engañosas. Cuando haces una película sólo ves una parte de tu compañero, y normalment­e es el lado bueno. El glamour, los focos... ¡es asombroso lo que consiguen! Hay que vivir con esa otra persona para darse cuenta de lo difícil que es construir una relación. Por la noche, en casa, después de todo un día grabando, es cuando empieza la parte dura de verdad. ¡Pero está claro que Thomas y yo lo hemos logrado! ■

«Los sets son buenos lugares para seducir, pero no para una relación seria. Pasé mi adolescenc­ia entera en ellos, así que sé de lo que hablo»

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