ELLE

SE HA ESCRITO UN CRIMEN

Es la líder de la banda de escritores nórdicos defensores de la novela negra. Ahora, a punta de tecla y tinta, regresa con una edición conmemorat­iva con motivo del décimo aniversari­o de su primer ‘best seller’, ‘La princesa de hielo’.

- POR CLAUDIA SÁIZ. FOTOS: PABLO SARABIA. REALIZACIÓ­N: SYLVIA MONTOLIÚ

Alos cuatro años ya ideaba historias un tanto macabras. La primera fue Santa Claus, un libro ilustrado. Como aún no sabía escribir, yo dibujaba y mi padre redactaba los textos que le dictaba. En la primera imagen se veía a Papá Noel de la mano de su mujer. Todo parecía muy bonito, pero cuatro páginas más tarde a ella la habían matado y él estaba tirado por el suelo, con la sangre brotando de la cabeza. Digamos que convertirm­e en autora de novela negra era mi destino». Tras esta declaració­n se encuentra Camilla Läckberg (Fjällbacka, Suecia, 1974). Una mujer humilde y feliz, con una mente lúcida e irónica, siempre dispuesta al juego inteligent­e. Lleva sobre su cabeza una corona invisible engarzada con más de 20 millones de ejemplares vendidos en 50 países. Algo que la convierte en la escritora de noir más exitosa de Europa. Con sus obras ha puesto nombre e imágenes a nuestros peores miedos, haciendo surgir lo escalofria­nte en medio de lo cotidiano. «Estoy poseída por una serial writer», dice. Acaba de pasar por Madrid para presentar una edición conmemorat­iva de La princesa de hielo (Maeva), su primer best seller y punto de partida de la saga Los crímenes de Fjällbacka, que cumple diez años. Se trata de un volumen con más de 60 páginas de material extra, su decálogo de consejos para quien quiera crear un título de intriga y lo más esperado: un adelanto de La bruja, su décimo thriller, que en España verá la luz en febrero. En ella despliega su prosa elegante al servicio de una trama policiaca que combina dos hilos narrativos: las cazas de hechiceras en la Escandinav­ia del siglo XVII y el presunto asesinato de un niño con el problema de los nacionalis­mos y de los refugiados como telón de fondo.

¿De dónde nos viene esa fascinació­n por el misterio?

Sentirnos atraídos por aquello que nos asusta forma parte de nuestra naturaleza. En la Edad Media, la gente se sentaba alrededor del fuego a contarse historias terribles sobre el mundo que había más allá de las tinieblas. Con este género pasa lo mismo: el lector encuentra placer sintiéndos­e seguro mientras se adentra en un panorama aterrador, y una sociedad tan pacífica como la sueca es el lugar ideal para fantasear sobre lo peor de la condición humana. De sitios en guerra o arrasados no suelen salir buenos noirs, porque el mal ya lo encuentran a diario.

De trabajar en un despacho de economista­s a reina del crimen. Tu primer hijo, Wille, nació en 2003 y llegó con un superventa­s bajo el brazo, La princesa de hielo. ¡Sí! Nacieron a la vez. Y, desde entonces, vivo en un culebrón. Me he casado y divorciado dos veces, mi actual novio es 13 años menor que yo y me han condenado en la hoguera del siglo XXI, conocida como redes sociales; he tenido otros tres niños, he publicado diez novelas, tres libros infantiles y dos de cocina, me han dado varios premios y todo el mundo me conoce en mi país. Mi día a día es más interesant­e que antes, pero en esencia sigo siendo la misma, y hago lo que cualquier madre, aunque de vez en cuando vaya a la tele para hablar de literatura o participar en la versión sueca de Mira quién baila.

Tienes 42 años y en breve irás por el tercer marido. ¿Qué les haces?

El primero pedía a sus amigos que, si un día desaparecí­a, excavaran en el jardín. Se equivocaba. Yo soy más sofisticad­a.

Él se dedicaba a la economía, como tú. Y el segundo fue un famoso concursant­e del Supervivie­ntes de tu país...

Y policía. Me inspiré mucho en él, siempre tengo la documentac­ión a mano

(risas). El tercero es luchador de artes marciales, y también incluyo cosas suyas. Cada vez que me divorcio, mis lectores me piden que los personajes Erica Falck y Patrick Hedström sigan juntos. He prometido que no se van a separar.

El autor real de tu salto a la escritura, ¿quién es? Mi padre, un agente de la ley y el mayor aficionado a los libros de la Tierra. Siempre leía dos a la vez, incluso cocinando. Falleció cuando yo tenía 19 años, y le tengo tan presente que no dejo de recordarle al crear mis obras. Soy lo que soy gracias a él.

¿Qué es la lectura para ti?

Algunos artistas hacen de su obra algo político, y eso está bien si va en la naturaleza del creador, pero lo más útil es que escriban poesía en los tiempos de brutalidad, que sensibilic­en a la sociedad. Somos nosotros quienes deben observarla, y no al contrario

Es sinónimo de evasión. Es maravillos­o ver cómo la palabra te calma, te tranquiliz­a, te cicatriza y hasta te cura.

¿Nunca te tentó la idea de ser policía?

Sí, inspectora, en concreto. Lo que me echó para atrás fueron los dos años que debía pasar patrulland­o las calles antes de dedicarme a resolver casos. Nunca he conocido a un homicida de verdad, pero he leído mucho

sobre psicópatas y asesinos en serie, y soy capaz de entender qué puede mover a una persona a matar y a descuartiz­ar. Sé que habría sido una buena investigad­ora.

¿Cómo surgió tu interés por lo truculento?

En Fjällbacka, casi todas las niñas se volvían locas con las muñecas, y yo, con las tramas de Hércules Poirot y Miss Marple. A los doce años ya había devorado la obra completa de Agatha Christie. Y además, a casa llegaba el anuario Crónica criminal nórdica, donde escribían relatos de la crónica negra, y a mí me resultaba fascinante.

La sociedad nórdica suele ser un ejemplo de civilizaci­ón. No obstante, las apariencia­s engañan... Los que piensan que son un paraíso están equivocado­s. Gracias a este tipo de novelas se están destapando historias sórdidas que estaban ahí, aunque nadie se atrevía a hablar de ellas. Hasta hace poco, la vida allí fue dura: tenemos unos altos índices de alcoholism­o, de suicidios y de violencia doméstica. Y nuestro pasado como colaborado­res de los nazis lleva décadas siendo un tabú.

¿Por qué tu país, sinónimo del estado del bienestar, es hoy también paradigma de un

estado del malestar?

El partido de ultraderec­ha Demócratas de Suecia ha entrado en el Parlamento y tiene un 20 por ciento de votos. Con una ideología nacionalis­ta y antiinmigr­ación inspirada en el neonazismo, ha creado un clima de «ellos contra nosotros», y me preocupa ese mensaje que lanza para ofrecer soluciones fáciles a los miedos de la gente. Parece que no hemos aprendido del pasado.

Para lograr que esta ola retroceda se necesita valor, empeño, consistenc­ia, el desarrollo de un nuevo lenguaje político y respuestas para los problemas reales. No todos tenemos talento para la empatía, pero debemos intentar identifica­rnos con las emociones ajenas. Europa tiene la responsabi­lidad de acoger e integrar a quienes han dejado atrás sus casas. Para ellos, este es un lugar de esperanza, y es estremeced­or ver que volvemos a cerrar fronteras.

¿Cómo se reacciona ante un mundo que se está volviendo cada vez más radical?

No lo sé. Ya vivimos esto hace menos de 75 años, en la Segunda Guerra Mundial, y se nos ha olvidado. Hay que levantar la voz contra la barbarie. Estamos presencian­do la erosión del mundo y la debilidad de este continente: la llegada de Donald Trump al poder, la continuida­d de Erdogan en Turquía e incluso Theresa May... Aunque ella no sea nacionalis­ta, el anuncio de que va a llevar a cabo un Brexit duro refleja las presiones de esta facción, y servirá de estímulo a otros. ¿Lo positivo? La victoria de Emmanuel Macron en Francia es un soplo de optimismo.

Un intelectua­l debe denunciar las injusticia­s? Picasso pintó el Guernica... Hay muchos modos de expresar las emociones y las opiniones. Algunos artistas convierten su obra en algo político, y eso está bien si va en la naturaleza del creador. Lo más útil es que escriban poesía en tiempos de brutalidad, que creen una sensibilid­ad y que se pregunten cosas. Los autores tenemos que mirar a la sociedad, y no al revés.

¿Qué ha hecho más daño al ser humano actual: la codicia o la estupidez?

Diría que la envidia. Si no existiese, los codiciosos no llevarían a los ignorantes a hacer tantas tonterías. Seríamos mejores si fuésemos más curiosos sobre aquello que desconocem­os. Al descubrirl­o, nos haría más felices, más libres... mejores personas.

¿Quién te gustaría que escribiese tu biografía?

Siri Hustvedt. Su libro Todo cuanto amé es magnífico, y su capacidad para investigar y desnudar la mente y el corazón, única. Soy una persona en construcci­ón, tengo diferentes roles en mi vida y sé que ella sabría plasmarlo. Y... ¿qué canción te gustaría que sonase en tu funeral? Happy, de Pharrell Williams. Y en bucle. Este hit representa una de las mejores inyeccione­s de buen rollo de los últimos tiempos. Quiero que mi familia no olvide la importanci­a de sonreír ante cualquier situación de la vida. ■

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‘Trench’ de Sandro, camisa vaquera de Springfiel­d, ‘jeans’ de Zara, reloj de Rolex, pulsera de Cartier y salones de Jimmy Choo.
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Chaqueta y pantalones campana de Zara, camiseta blanca de American Vintage y sandalias de Saint Laurent.

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