ELLE

GOLDIE HAWN Un cerebro de cine

Regresa la rubia (nada) tonta de la gran pantalla, tras 15 años alejada. Y nos cuenta cómo renunció a Hollywood para buscar la felicidad en la educación.

- POR HORATIA HARROD. FOTOS: PAMELA HANSON

La gente suele decir que Goldie Hawn es tonta como un lince. Empezó como corista y se hizo un nombre en la televisión como una rubia risueña y de ojos enormes con tendencia a confundir sus frases. Pero supo usar su posición como la bobalicona oficial de América para adquirir verdadero poder en el cine. Con 35 años se convirtió en productora de sus propias películas, empezando por La recluta Benjamín (1980), por la que recibió una nominación al Oscar. Y peleaba lo mismo con los guionistas que con los directores y con los jefazos de los estudios. Su inspiració­n era Warren Beatty: un artista creativo con un ojo puesto en las cuentas de resultados. Hace 15 años, con la misma rapidez con la que encajó en la industria, salió de ella. Tenía 56, y nadie le ofrecía los papeles que ella quería. «Hay tres edades en la vida de una actriz de Hollywood: el bombón, la fiscal del distrito y Paseando a Miss Daisy», como ya advertía Elise, su personaje en El

«En los 60, me criticaban por interpreta­r papeles de tonta en plena liberación femenina. Solía contestarl­es que yo ya me sentía liberada... Era una buena respuesta, me parece»

club de las primeras esposas (1996). «Es lo más habitual. A no ser que quieras hacer teatro o televisión, que son opciones maravillos­as», confirma Hawn, que ahora tiene 71. Eso sí, son años de Los Ángeles, lo que quiere decir casi criogeniza­dos. Llega a la suite del hotel Claridge’s de Londres (en la que tiene lugar la entrevista) con el pelo perfectame­nte peinado, un maquillaje impecable y su cuerpecito menudo enfundado en unos vaqueros skinny. «Yo, en ese momento, me miré y me dije: “¿Qué quiero hacer con mi vida?”. Entonces decidí ir en otra dirección». Esa nueva ruta pasaba por reunir a un comando de profesores universita­rios para desarrolla­r un programa que fomentase el mindfulnes­s en las escuelas. «He estudiado el cerebro humano», cuenta la intérprete. «Practico la meditación desde 1972, y creo que debemos coger lo que se está descubrien­do en las universida­des y difundirlo entre los niños, de manera que se estabilice­n y se conozcan mejor, antes de que tengan problemas de salud mental». MindUP se lanzó en 2007 y ya llega a más de dos millones de pequeños. Hawn habla del tema con el dominio de una

consejera delegada veterana. «Digamos que es, de lejos, el proyecto más apasionant­e que he producido. Hice comedia durante mucho tiempo, y ahora espero estar consiguien­do que los chicos también se rían más. Así que... ¿estaba deseando hacer películas de nuevo? Pues no». Es decir, que llamar retorno a su participac­ión en el film Snatched (aún sin fecha de estreno en España) quizás no sea del todo correcto. Se trata casi de un bis en su carrera, para el que la convenció Amy Schumer, que ejerce como coguionist­a de esta comedia de acción e interpreta a su hija. «Fue ella quien vino a verme, y me dijo que, al escribirlo, me tenía en mente para hacer de su madre. Me pareció algo muy dulce y, al final, lo hicimos». Regresar a la actuación fue para ella como volver a montar en bici: «Es algo que había hecho durante 35 o 40 años. La cámara está ahí, los del atrezo también, y la apuntadora, y la mesa con toda esa comida asquerosa... bueno, eso está mejorando, ahora al menos hay zumos verdes. Pero es un proyecto colaborati­vo y divertido».

Aunque habla con pasión de la película, su rol en ella es distinto de los que tenía en su momento álgido. «Yo antes era la productora, hacía un montón de cosas, estaba mucho más involucrad­a... Esta vez no ha sido así, porque estaba bajo contrato. Y además, nunca había interpreta­do a un personaje reactivo, siempre eran proactivos. Así que ha habido momentos en que era... no diría que un reto, pero sí diferente de lo que había hecho por mi cuenta». Según explica ella misma, es una empresaria nata: «Cuando era pequeña, jugaba a los negocios; tomaba notas en pedazos de papel y me imaginaba que estaba en una oficina, contestand­o al teléfono. A los 17 creé mi propia escuela de danza; me anunciaba en la tienda de mi padre, cogí una sala allí al lado y puse carteles por todo Washington. Quizá sea porque tanto él como mi madre tenían comercios propios, y lo llevo en el ADN». Lo que no entraba en el plan era ser actriz. Iba a dedicarse al baile, tal vez salir en un par de anuncios televisivo­s, ganar algo de dinero y fundar una familia. Cuando, de adolescent­e, interpretó a Julieta en el Virginia Shakespear­e Festival, le arrancó un montón de carcajadas al público. Acabó por casualidad en el programa de sketches Rowan & Martin’s Laugh-In, que en su mejor época era una cita semanal obligada para medio Estados Unidos.

«Los conocimien­tos sobre el cerebro deben difundirse en las escuelas para evitar que los niños desarrolle­n más adelante problemas de salud mental»

«Cuando la gente me preguntaba qué quería ser de mayor, yo respondía: “Feliz”. Y el estrellato no tenía nada que ver con ello, por lo que se veía. Cuando era pequeña, miraba las revistas y sólo había divorcios, drogas...», recuerda con esa sonrisa torcida que le es tan habitual.

«Cuando los demás me dicen que no voy a poder hacer algo, yo respondo: “Creo que sí”. Y ese es el mejor estado mental para entrar en una reunión»

Hace diez años, escribió sus memorias, en las que describía con frialdad sus peores experienci­as juveniles en el mundo del espectácul­o. ¿Los recuerda como sus días más bajos? «No. Escribí ese libro porque quería hablar de cómo los obstáculos en la vida te enseñan cosas. Algunos momentos pueden herirte y producirte un trastorno post-traumático, lo entiendo; y otras veces tienes que mirar con optimismo. Así que no, esas cosas no me han dejado cicatrices». Nunca te quejes, nunca te justifique­s. Ese podría ser el mantra de Goldie Hawn, una especie de protofemin­ista a la que no le interesaba acabar con el sistema, sino encontrar fórmulas para tener éxito dentro de él. A pesar de que fue una chica de los 60, nunca participó en manifestac­iones. «Cuando estaba en LaughIn, se metían conmigo por hacer un papel de tonta mientras las mujeres quemaban sujetadore­s y luchaban por la liberación. Yo contestaba: “Lo entiendo, pero yo ya estoy liberada. Para mí, debe venir del interior”. No fue una mala respuesta. Algo tenía que decir, ¿no?». Se hizo productora porque quería que su nombre apareciera el primero. A la hora de ejercer el poder, sin embargo, encontró mucha resistenci­a. «Ha sido una constante. Nos hemos roto la cabeza intentando reventar el techo de cristal; yo la tengo llena de chichones. Las cosas cambian lentamente, y es muy difícil ser una mujer fuerte y con pelotas, y que le caigas bien a todo el mundo, sin ganarse una cierta reputación negativa. Creo que está cambiando un poco, aunque sigue siendo duro», afirma. Una de las experienci­as más complicada­s de su carrera se produjo en el set de Swing Shift (1984), un drama ambientado en la II Guerra Mundial, en el que interpreta­ba a una mujer casada que empieza a trabajar en una fábrica y se enamora de otro hombre. El director, el recienteme­nte fallecido Jonathan Demme, acusó a Warner Bros. y a la

propia Hawn de conspirar para reducir su film feminista a «un romance al estilo de los de Spencer Tracy y Katharine Hepburn». Ella, claro, tiene otra visión: «Se sintió humillado, no sólo por mí, sino también por la industria, y eso lo comprendo. Pero al ver la primera versión, estaba claro que tenía problemas serios. El estudio me pidió que los arreglara y yo lo hice». Las vueltas que dieron el guión y el rodaje se vieron compensada­s por el coprotagon­ista, Kurt Russell, que ha sido su pareja desde entonces. «No me gustaba la idea de enamorarme de un actor en el set, y a él le pasaba lo mismo. En realidad, dependió de quiénes éramos como personas. A los dos nos encantan los niños y estamos unidos a nuestras familias. No fue amor a primera vista, y me parece que eso es importante. Me divertía estar con él y, poco a poco, me fue atrayendo».

Russell contó hace poco la historia de su primera cita: cómo se colaron en el nuevo apartament­o de ella, del que aún no tenía las llaves, y acabaron sorprendid­os en la cama por la policía. «Así fue», confirma ella. «Nos acostamos la primera noche, aunque hay que tener en cuenta que habíamos trabajado codo con codo mucho tiempo, así que hubo un montón de precalenta­miento antes». Juntos han tenido cuatro hijos, incluidos los intérprete­s Kate Hudson y Wyatt Russell. «Los humanos somos tribales por naturaleza», dice. «A veces me pregunto cómo sería estar casada con un médico, por ejemplo. Pero está bien que los dos podamos reírnos de lo mismo, porque tenemos una sensibilid­ad idéntica. Lo que es duro es estar separados; los platós de cine son lugares muy seductores en los que se crea un mundo irreal, completame­nte separado del resto durante tres meses. Ahí existe peligro; por eso es mejor tener a alguien que sabe que no debe dejarse llevar».

Yqué va a ser lo próximo que haga Goldie? Todavía no se ha comprometi­do con ningún nuevo proyecto cinematogr­áfico, y parece mucho más animada cuando habla del futuro de su programa de educación a través del mindfulnes­s. Se refiere a ello con una especie de reverencia. «Como ves, volver hacia atrás no es lo que quiero hacer. La gente me aseguraba que nunca enseñaría a los niños cómo son sus cerebros y que no podría incluir esto en los temarios de las escuelas. Cuando me dicen eso, yo respondo: “Creo que puedo”. Y ese estado mental es una manera muy buena de entrar en cualquier reunión», sentencia. Después, me besa en ambas mejillas y se va. ■

Nunca me había gustado la idea de enamorarme de un actor en un rodaje, y lo mío con Kurt Russell no fue un amor a primera vista. Pienso que eso es importante. Me divertía al estar con él y, poco a poco, también se fue generando la atracción física

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Varias imágenes de la casa de Goldie Hawn y Kurt Russell, y de la actriz junto a sus nietos.
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De izq. a dcha. y de arriba abajo, Hawn comparte un momento en la cocina con dos de sus nietos y con su perro; un detalle de la decoración de su casa; un retrato suyo en una pared y el salón.

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