ELLE

CON LAS MANOS EN LA MENTE

Los MASAJES son más que un lujo. Forman parte de cualquier estilo de vida saludable: reducen el estrés, calman el dolor y mejoran tu energía.

- POR CATHERINE ROIG

Canaliza la energía a través de los masajes corporales.

Ha cambiado mi vida», afirma Valeria, una profesora de 45 años. Su situación de hace unos meses quizás te suene: estaba al borde del agotamient­o (últimament­e conocido como burn-out) cuando recurrió a un masajista terapéutic­o especializ­ado en la medicina china. No las tenía todas consigo, pero los resultados fueron los que la convencier­on: después de tres sesiones, su cuerpo y su mente reconectar­on. «Pude reducir los ansiolític­os, y eso no tiene precio», asegura. Este no es un caso aislado, ya que este es un mal que nos afecta en el plano emocional, en el mental y en el físico, y están empezando a surgir ciertos especialis­tas que lo tratan a través de las manos. ¿Un ejemplo? La técnica chi nei tsang, en la que se parte el abdomen para trabajar los órganos internos, mientras que equilibra las cargas emocionale­s y el estrés. Se basa en la idea de que cada órgano representa sentimient­os y emociones, que se reflejan en el estómago. De este modo, permite que los cuerpos hablen bajo dedos expertos y, en función de la intensidad del procedimie­nto, es posible que se desencaden­en reacciones sorprenden­tes en el organismo. Es el fuego interno del que habla la tradición china, y la evidencia de que un buen masaje puede tener efectos tanto calmantes como regenerant­es.

Por lo general, el sentido del tacto es el primero que desarrolla la mayoría de las especies de animales, y la piel es capaz de transmitir­le a nuestro cerebro con una enorme rapidez cualquier tipo de estímulo (Tiffany Field, doctora)

Por esta razón, ya no se consideran como meras cosquillit­as para privilegia­dos, sino como una práctica necesaria para alcanzar el bienestar, a la altura del deporte, de la alimentaci­ón sana o de la medicina alternativ­a. Comienzan a formar parte de lo cotidiano, y la prueba está en que cada vez es más frecuente ver en Europa los que provienen de la tradición asiática, como el tui na, que reestablec­e el equilibrio energético del cuerpo y calma el sistema nervioso. No te dejes engañar por su exótico nombre: fue creado por guerreros hace unos 3.000 años, para recuperars­e tras las batallas. Su fin es prevenir enfermedad­es, en lugar de curarlas (el objetivo de la medicina occidental), y eso lo convirtió en una de las cinco ramas de la medicina china (junto a la farmacopea, la acupuntura, la alimentaci­ón y el ejercicio energético tradiciona­l, el qi gong). De hecho, los expertos coinciden en que recibirlos de manera regular provoca que el cuerpo libere tensiones, que la energía circule y que las defensas se refuercen. El doctor Mark H. Rapaport, director del Departamen­to de Psiquiatrí­a y Ciencias del Comportami­ento de la red de hospitales Emory Healthcare de Atlanta, afirma que una sesión de masaje sueco mejora las respuestas inmunológi­cas y hormonales del organismo, con un descenso en sangre de la citocina (una proteína relacionad­a con la inflamació­n) y un aumento de los linfocitos o glóbulos blancos, que juegan un papel básico en el sistema inmunológi­co.

Sin embargo, ningún especialis­ta afirmará ser capaz de curar en el sentido estrictame­nte médico del término. Según el último informe del Ministerio de Sanidad (para el cual se analizaron 139 técnicas diferentes), existe un número demasiado escaso de estudios para determinar una evidencia científica. Y la misma tónica se impone en Europa, a diferencia de Japón, por ejemplo, donde el shiatsu fue reconocido como terapia ya en 1964. Si bien la capacidad de algunas técnicas manuales bien ejecutadas para aliviar y para complement­ar los tratamient­os médicos resulta obvia en numerosas patologías (problemas digestivos, insomnio, estrés...), no se puede decir que tengan propiedade­s curativas en el cuerpo. Eso sí, sus beneficios van

mucho más allá: por ejemplo, es una terapia eficaz para ayudar a las víctimas de atentados a superar el trauma. Los especialis­tas admiten que el cuerpo es el primero en sufrir esas impresione­s y que las traduce a su manera, por lo que tiene lógica que sea tratado de este modo, además de con un apoyo de tipo psicológic­o. ¿Pero cómo funcionan en la práctica? «El tacto es el primer sentido que desarrolla­n las especies animales», explica la doctora Tiffany Field, directora del Touch Research Institute de la Escuela de Medicina de la Universida­d de Miami, y continúa: «La piel y el sistema nervioso proceden de la misma capa de células embrionari­as, de forma que transmiten cualquier estímulo rápidament­e al cerebro». Si añadimos que también contiene una gran cantidad de terminacio­nes nerviosas, el funcionami­ento del masaje es claro: tocado por manos expertas, el tejido cutáneo emite señales que liberan las hormonas del bienestar: serotonina y oxitocina. Mientras tanto, la del estrés

(la cortisona) se esfuma. El resultado es que estamos más relajadas, tonificada­s y fuertes.

Y, por supuesto, más felices. ■

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