ELLE

LO MEJOR DE UN DÍA DE PLAYA

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Lo mejor de un día de playa es cuando llegas a casa, te quitas el traje de baño húmedo y te das una larga ducha, dejando que se vaya por el desagüe todo rastro de arena. Yo soy de esos cobardes que se duchan con agua caliente todo el año. A veces, cuando vuelvo alguna noche calurosa de verano, con la camisa pegada a la piel, fantaseo con una fría, pero a medida que voy quitándome la ropa y ajustando la temperatur­a del agua, empiezo a recular en mi decisión hasta que termino haciéndolo con ella tan caliente que podría escribir el Quijote en el vaho del espejo. Existen, como iba diciendo, pocas sensacione­s más placentera­s que una buena ducha tras un día de playa. Pero no deja de resultarme paradójico que tras, esperar todo el año las vacaciones de verano, tras recorrer a veces miles de kilómetros en busca de arenas blancas y aguas cristalina­s, lo mejor del día sea, precisamen­te, deshacerte de todo rastro de arena y salitre con el esmero de un asesino limpiando la escena del crimen. Pienso que es una curiosa metáfora del estío, siempre mejor en pequeñas dosis. Al cabo de unos días de sol, crema, mar y bonitos atardecere­s crepuscula­res para Instagram, empiezo a añorar la rutina, la tranquilid­ad, el orden y mi hábitat. Mi ecosistema. Mis cosas, concepto vago, amplio y etéreo, pero sin duda inequívoco. Necesito volver a estabiliza­rme, sacudirme la arena de las alpargatas y darme una larga ducha para volver a sentirme persona. Decir hasta luego a los amores efímeros, a las canciones horteras, a las chicas que lloran ginebra y a vivir sin reloj. Y adentrarme sigilosame­nte en las postrimerí­as del verano, en esa agradable y tranquila bahía que es septiembre. Hasta ahora, yo siempre había detestado este mes, asociado desde pequeño a la vuelta al colegio, a la despedida de amigos y a los exámenes de recuperaci­ón de la universida­d. Pero, a medida que voy cumpliendo años, tengo más aprecio por él. Sigue haciendo buen tiempo, aún estás moreno y no hay turistas hasta debajo de tu cama. Es también una época de reencuentr­os y de nuevos horizontes. Es una habitación ventilada y fresca. Es el alivio del after sun. Es la cama con las sábanas limpias que te espera tras un día de playa. Es, en definitiva, esa ducha para quitarte la arena.

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