ELLE

ESPÍRITU INDOMABLE

-

Quim Gutiérrez vuelve en la piel de un detective.

Hace pausas, se lo piensa un poco, se mide ligerament­e y luego se lanza a una conversaci­ón fluida en la que múltiples referencia­s culturales, junto a las materias más diversas de la vida, confluyen en una sucesión de términos que salen de su boca muy bien expresados. Se nota, y a las imágenes me remito, que Quim Gutiérrez (Barcelona, 1981) es un hombre que no se conforma ni se queda en lo fácil. En su discurso, el actor, hijo de un catedrátic­o de Biología y una psicopedag­oga y que de postadoles­cente se matriculó en Humanidade­s, puede que deje caer de vez en cuando algunos guay y flipado. Pero son diminutas pecas. Porque el resto de su conversaci­ón lo componen frases largas vertidas a gran velocidad y siempre perfectame­nte construida­s. Da gusto oír cómo dice lo que dice. Eso ocurre también en el cine, donde ha tomado la palabra en casi todas las comedias del director Daniel Sánchez Arévalo, por mencionar algunas de sus películas. E, igualmente, se prolonga en spots publicitar­ios, como el rodado a las órdenes de Alejandro Amenábar en 2015, en el que le escuchábam­os una decena de formas distintas de pronunciar ante la cámara la expresión vale. En cuanto a lo que le queda por declarar, Quim, ganador del Goya al Mejor Actor Revelación en el año 2007 por AzulOscuro­CasiNegro, vuelve este mes a la gran pantalla con La niebla y la doncella (se estrena el 8 de septiembre), adaptación de la novela policíaca homónima de Lorenzo Silva. Se pone en la piel de Bevilacqua, el emblemátic­o sargento de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, que en esta ocasión se traslada a la isla de La Gomera para resolver un antiguo crimen. «Es como una tragedia clásica. La presencia del destino, la muerte de un hijo y la pulsión sexual son tres elementos shakesperi­anos que están muy presentes y que vehiculan el argumento de la película», analiza sobre la historia. A su lado en la investigac­ión, cómo no, está la cabo Chamorro (interpreta­da por Aura Garrido), junto a la que forma uno de los tándems más célebres del noir español. «Su relación plantea una redefinici­ón de los roles –explica–. Después de continuos clichés en los que la mujer es la comparsa de, aquí no estamos ante una relación de tensión sexual. Hay algo de eso, sí, pero también existen matices paternofil­iales, en el sentido de instinto de protección, y hay amistad con sus típicos piques entre colegas. Les une un vínculo con muchas aristas. Y eso me gusta, porque todavía en el cine hay mucho por decir en torno a las relaciones entre hombre y mujer que no sea únicamente lo convencion­al». Acerca de esta y otras muchas cuestiones, nos sentamos a charlar con un intérprete que no sólo ha sabido crecer en la pantalla (lleva en esto desde 1994), sino también reinventar­se fuera de ella. Entre sus múltiples facetas está la de icono de estilo e imagen de firmas de moda. Síntoma de que su vida es una intensa búsqueda de las infinitas posibilida­des que tiene el arte de crear. Sin barreras y sin complejos. Como debe ser.

La niebla y la doncella es un thriller. ¿Resulta más divertido enrolarse en la acción? Me lo paso muy bien en las pelis de acción y me lo paso muy bien cuando llevo una pistola. Es una especie de reflejo infantiloi­de recuperado, porque, de niño, hasta los 10 años, me escondía en los portales para matar a malos imaginario­s. Hay una cosa en eso de sujetar una pistola que a mí me pone... ¡Y se me da bien!

Esta no es la primera vez que interpreta­s a un policía en la ficción. ¿Qué tal te llevas con la autoridad?

Mal. En realidad, fatal (risas). Mis primeros recuerdos de problemas con la autoridad son los profesores, y eso que soy hijo de educadores. Especialme­nte, con los entrenador­es de baloncesto, deporte que empecé a practicar con 9 años; en plena preadolesc­encia, me revolvía. ¡Yo era un chaval muy jodido! Aunque sólo en lo que se refiere a que me mandasen. Eso me costaba. Si la

Me asumo como soy, me acepto. Nuestro lado oscuro no es necesariam­ente negativo: me gusta saber dónde está, verlo venir para que me facilite la vida. No me refiero a estallidos de violencia, sino al debate y al conflicto interno

persona que tenía delante no era capaz de seducirme de alguna forma, de hacerme creer de verdad en aquello que me ordenaba, llevaba todas las de perder.

¿Cómo te manejas con tu cara b, con ese lado oscuro o lleno de grises que poseemos? ¿Te perdonas o te castigas?

Me gestiono realmente bien, mucho mejor que antes, porque ahora me asumo como soy. He tomado cartas en el asunto y me acepto totalmente. El lado oscuro no es necesariam­ente negativo; me gusta saber dónde está y verlo venir para que me facilite la vida. Y no me refiero a estallidos de violencia, sino al debate y a los conflictos internos. En el plano interpreta­tivo, en cambio, es muy interesant­e jugar con personas que pierden el control.

En La niebla y la doncella, eres padre, papel en el que ya te has metido en varias ocasiones y al que vuelves en tu próxima serie de televisión, El accidente. De ser hijo ya pasas a ser padre en la ficción. ¿Te llevas bien con el cambio de roles?

Soy extremadam­ente feliz. En la serie El padre de Caín (2015), donde ese papel era más patente, y como también se verá en El accidente (llega este otoño), conecté con cosas que entendía de manera inmediata y con una profundida­d que es difícilmen­te explicable. En la ficción, la paternidad me ha proporcion­ado un filón de emociones que, por cuestión de edad, ya puedo interpreta­r. Me da lugar a unos miedos y a unos reflejos tremendos que ni sabía que tenía. Vivo cosas muy intensas. Esto a quien no es actor le puede sonar a desequilib­rio mental (risas).

¿Te dan idea del tipo de padre que querrías ser?

No sé... (Se queda pensativo). Lo del padre que voy a ser prefiero guardármel­o para mí.

Formas parte de una gran familia de cine, la creada por el director Daniel Sánchez Arévalo. ¿Términos como amistad y familia son para ti un referente vital?

Son conceptos que lo significan todo, y cada vez más. Siempre he tenido claro que hay que cuidar las relaciones que te generan bienestar. No me he encontrado en la vida tanta gente que valga la pena, y, de hecho, no soy de un montón de amigos. Me considero una persona bastante solitaria y autosufici­ente; necesito tiempos para mí, y no existen muchas personas que entiendan tus idas y venidas profesiona­les. En inglés, se utiliza un verbo que me gusta mucho: to treasure. No significa atesorar en el sentido de acumular, sino en el de cuidar

algo como si fuese un tesoro. Yo hago precisamen­te eso con mis amigos y con mi familia. Es más, tengo la grandísima suerte de contar con una familia excepciona­l,

“encontrado Debes cuidar las relaciones que te generan bienestar. En la vida no me he tanta gente que valga la pena, y, de hecho, no soy de muchos amigos. Pero los cuido como un tesoro

«Cada vez creo menos en el cortoplaci­smo. Pero, al mismo tiempo, soy hedonista: pienso que no tienen sentido los objetivos lejanos si no eres feliz ahora»

con la que mantengo una relación muy trabajada y sana. No hay nada que no sepamos resolver juntos.

En el corto Historia de un beso, en el que has participad­o este año para Oikos con Inma Cuesta, late una idea muy de peli romántica: la de llenar la relación de pareja con fuegos artificial­es. ¿Eso en la vida real cómo se traduce? Pues depende... Yo soy de fuegos artificial­es, o sea, intenso. Pero no sólo con la pareja. A lo largo de una semana, puedo vivir muchos momentos de dejarme llevar por la alegría potente, por sacarle el jugo a cosas tontorrona­s. En la pareja, es cierto que hay que tener cuidado con esas falsas realidades cinematogr­áficas. Da la sensación de que, si no estás ahí todo el rato a felicidad plena, la relación no vale. Y, en el día a día, aunque me siento muy feliz, por carácter tengo momentos de comedura de cabeza. Las sombras que tenemos, esas de las que hablábamos al principio, no hay que verlas como enemigos, sino como parte de un todo. El fotógrafo Quentin de Briey plasmó una frase que dice: «Life is a photograph­y. You need the negatives to develop». Y es una gran verdad: sin las sombras, sin la alerta, no existe la posibilida­d de ponerse manos a la obra para trabajarse las cosas y encontrar una solución. En una relación, los baches, o sea, la ausencia de fuegos artificial­es, son necesarios para que siga habiendo... fuegos artificial­es.

De pequeño admirabas a Schwarzene­gger y a Michael Jackson. A los 25, a Sean Penn y al autor Ian McEwan. ¿En qué has cambiado? Viendo fotos mías, ya de bebé tenía cara de señor mayor (risas). De hecho, siempre me he considerad­o un poco señor mayor. Pero no en el sentido conservado­r, sino en el de alguien que posee conciencia del paso del tiempo, que le da valor a la pérdida y la vive sin angustia. Una permanente noción de estar cerca del final y, a la vez, una constante voluntad de disfrutar de lo presente. De los que has dicho, añadiría a Michael Jordan a la tríada de mis primeros ídolos

(risas). Pero hoy estoy muy lejos, y lo digo sin renegar de ellos. Me parece que hay un hilo de continuida­d, sí, aunque muy largo y muy cambiante. El mío ha sido un camino con mucho recorrido: he pasado por muchos sitios, y he pasado muchas veces. No soy de los que se mantienen en sus trece y se quedan en eso para siempre. Me educaron en unos principios que son los que permanecen, pero, fuera de eso, estoy constantem­ente abierto a reaprender en función de las experienci­as y de mis momentos vitales.

¿Y qué buscas encontrar ahora?

Modelos para el futuro. Personas mayores cuya actitud ante la vida me resulte atractiva. Que enseñen una vejez divertida y distinguid­a, gente que posea un aura de celebridad inteligent­e y que me resulte un referente.

Por ejemplo? Pues, curiosamen­te, encuentro muchas mujeres que responden a ese perfil. Ya que estamos en una revista de moda, te mencionaré a Phoebe Philo, la diseñadora de Céline; Miuccia Prada, Rei Kawakubo, Isabel Marant, que se deja las canas... Que una mujer pueda vender esa actitud ante la vida me parece la vuelta de tuerca definitiva. Y en eso estoy, invirtiend­o en mi yo con 65 años. Aquí entran en juego elecciones profesiona­les y deportivas, la incorporac­ión de rutinas que me encaminen no a estar supercacha­s sino a conseguir un cuerpo útil y funcional. Cada vez creo menos en el cortoplaci­smo. Sin embargo, en esto soy contradict­orio. Porque, al mismo tiempo, soy muy hedonista y pienso que no tiene mucho sentido planificar ni plantearse objetivos lejanos si hoy mismo no eres feliz. O sea: planifico al Quim de 65 años mientras disfruto mucho de mi hoy, del presente. Hablas de diseñadora­s de moda y tú mismo eres devoto del universo fashion. ¿Consideras que la manera de vestir define y desvela la identidad de una persona?

Es difícil disociar, sin que se note, la personalid­ad de la forma de vestir. A pesar de la gran cantidad de blogs, instagrame­rs y prescripto­res que te detallan lo que debes ponerte y cómo, uno cuenta con un sentido estético propio que es muy difícil de sustituir. Lo copies o te lo hagas tú mismo, debes sentirte cómodo con lo que llevas, porque, en el fondo, se trata de una manera de enseñarse. Tú luces tres anillos. ¿Qué dicen de ti?

Cada uno de ellos tiene un significad­o. Me gusta comprarme anillos en los sitios a los que viajo o donde ruedo. Acumulo materiales que poseen significad­o emocional. Mis anillos dicen que me gusta recordar. Uno es de Senegal, otro es del primer viaje que hice a Los Ángeles y otro es regalo de cumpleaños de un gran amigo mío.

Realmente eres capaz de levantarte a las cinco y media de la mañana para practicar deporte?

Cuando vienen a recogerme a las siete y media para rodar, sí. Cuando no hay rodaje, no. Pero, como me gusta el deporte por la mañana, madrugo. Me voy al parque cargado de artilugios. Hay algo de la soledad a esa hora que es impagable. Y el ejercicio de fuerza de voluntad que conlleva me sorprende y me llena de autoorgull­o.

¿La profesión te ha dado lo que querías?

Me alegro muchísimo de hasta dónde he llegado con lo que he tenido. Y, al mismo tiempo, en el plano personal también estoy contento por las cosas que no me ha brindado mi trabajo. Yo a la profesión le exijo más. Probableme­nte, no me habría buscado otras formas de autorreali­zación si no me hubiese frustrado por culpa de mi oficio en un montón de ocasiones. Uno, al final, juzga en función de lo que posee, y, aunque me considero un privilegia­do por rodar tanto, no ruedo siempre lo que me gustaría. Me he sentido muy, muy frustrado de no ser el motor de mi propia creativida­d, y le recomendar­ía a cualquiera que desarrolla­se otras actividade­s artísticas.

En tu caso, esa otra actividad ha sido la fotografía... Entre otras cosas. Antes hablaba mucho de ello, pero he decidido ser más reservado. Es mi parcela creativa anónima. Sí me gustaría exponer, pero no va a ser mañana. Sólo enseñaré cosas de las que me sienta orgulloso. ■

En la pareja es importante tener cuidado con las falsas realidades cinematogr­áficas. Da la sensación de que, si no estás ahí todo el rato a alegría plena, es que la relación no vale. Los baches son necesarios para que haya fuegos artificial­es

 ??  ?? Cazadora, camiseta blanca, pantalones con franja y botas de Dolce & Gabbana.
Cazadora, camiseta blanca, pantalones con franja y botas de Dolce & Gabbana.
 ??  ??
 ??  ?? Cazadora ‘perfecto’ y camiseta de Iro.
Cazadora ‘perfecto’ y camiseta de Iro.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain