ELLE

LA ESTRELLA ERRANTE Jordi Mollà, un actor en movimiento permanente.

Tras rodar con Antonio Banderas y John Travolta fuera de nuestras fronteras, el actor catalán regresa con una comedia ‘made in Spain’. Sigue la estela de uno de los hombres más versátiles, brillantes y atractivos del universo del cine.

- POR GEMA VEIGA. FOTOS: RAFA GALLAR. REALIZACIÓ­N: SARA PADILLA

“Una vez leí: ‘Los que se aman no son dos personas que se miran. Son dos personas que miran en la misma dirección’. Yo lo creo, aunque no tengo novia ni hijos. La profesión no me lo pone nada fácil

Todavía lleva arena de Ibiza en la piel. Allí acaba de pasar un mes haciendo cuadros. Dice que pintar le permite desconecta­r de una vida de vuelos, sets y hoteles. A su espalda, cinco candidatur­as a los premios Goya y 49 años llenos de talento, intuición, melancolía, desorden y fuerza, cualidades con las que acaba de interpreta­r al doble de una estrella de cine en Operación Concha (en salas, a partir del 29 de septiembre), una adictiva comedia en la que comparte guión con Karra Elejalde. En el horizonte, un camino de estrenos, desde una película con John Travolta hasta una serie para Netflix, pasando por un rodaje con el oscarizado director Michael Radford. Así es el nuevo otoño que hay dentro de los ojos azul verano de Jordi Mollà (Hospitalet de Llobregat, 1968). Hacía tiempo que no te veíamos por aquí...

Eso me dice la gente, pero no paro. Lo que pasa es que las películas que hago muchas veces no llegan a España. Vengo de grabar con Antonio Banderas a las órdenes del director de El cartero (y Pablo Neruda) un guión muy bonito sobre la vida de Andrea Bocelli. También he acabado El hombre que mató a Don Quijote, de

Terry Gilliam, el cineasta que fue miembro de los Monty Python. Y ahora me voy a Belgrado a rodar para Netflix.

¿Y qué te empujó a decir que sí a Operación Concha?

Me divirtió mucho el guión. Aunque la comedia, en realidad, es un género muy duro porque tienes que estar siempre arriba. Yo me desdoblo en dos personajes. Por un lado, soy un cubano endiosado con mucha pluma; por otro, un andaluz lumpen. Lo más complicado fue poner acentos tan diferentes. ¡Menos mal que tengo buen oído! ¿Te atreverías con una sinopsis en una sola frase? Va de unos productore­s desesperad­os que buscan financiaci­ón usando a un pobre desgraciad­o para que suplante a un actor de Hollywood y, así, conseguir pasta.

Más allá de la ficción, ¿en el mundo del cine vale todo? Sí, esta historia es un buen reflejo de la realidad. Yo he participad­o en películas gordas americanas donde, de repente, se inyectaba más dinero porque el resultado estaba siendo increíble. Y otras en las que días antes todavía no sabías si rodabas. Esto, sin ir más lejos, acaba de pasarme en un film que he hecho en Puerto Rico junto a John Travolta.

«El secreto para no deprimirse en las malas rachas está en ‘hacer’. En hacer lo que sea. ‘Continuar’ es un verbo muy poderoso»

¿Qué se aprende cuando se trabaja con un icono como él? Humildad. Travolta es un tío maravillos­o, de esos que conocen de verdad de qué va esto del cine porque saben lo que es estar en la cresta de la ola y, también, lo que es ser fulminado. Yo rodé esa película por estar cerca de él.

Ponme al día de tu vida, por favor. Ahora resido en Madrid, en el centro, pero llevo un rumbo muy errante. Estoy en un momento especial, en el que he perdido cosas muy importante­s. Y tampoco tengo novia. Así que, cuando llego a casa, no me espera nadie. Ayer llamé a cuatro amigos y ninguno quiso venir a cenar conmigo. Uno andaba con el teléfono apagado, otro no tenía un buen día, el tercero decidió irse a Córdoba y el último no se dónde cojones estaba. Así que me vengo aquí por mis amigos pero mis amigos pasan de mí (risas). Eso sí, voy todo el día de un lado a otro.

Dicen que moverse es sinónimo de estar vivo...

Sí. Precisamen­te, este es un año de transición para mí. Eso significa avanzar. A veces, correr mucho no te lleva

a ningún lado. Yo prefiero continuar: parece un verbo con poca ambición, pero es poderoso. Que se lo digan a Rafa Nadal, que, a fuerza de continuar, vuelve a ser el número uno. Si te tiras en el sofá, todo pesa. El secreto para no deprimirte en las malas rachas está en hacer. En hacer lo que sea.

¿Cuál es un mantra vital para ti?

Cada mañana, me digo: «No tienes derecho a aburrirte». A mí me gusta cambiar las tareas que se esperan de cada día. Dedicarme a las del domingo un miércoles y viceversa. Por ejemplo, pasé el Año Nuevo en Italia pintando zapatillas para Umit Benan, un diseñador turco, exdirector creativo de Trussardi. Cuarenta pares. Nunca he sido de hacer lo mismo que todo el mundo, no porque me considere especial, sino porque quiero sacarle otro rendimient­o a mi vida.

Cómo eres y cómo crees que te ve la gente? Las personas de a pie me quieren mucho. Luego hay otras que creo que no saben dónde ubicarme. Y, a mí, basta que intenten meterme en un cajón para que me resista. Por esto tengo muchas discusione­s con mis agentes. Me explican: «Si tú quieres llegar aquí, haz esto y esto y esto». Pero yo no creo en las fórmulas, creo en la providenci­a. Para mí, dos más dos no son cuatro. Dos más dos son cuatro coma cuatro periódico. Y es en ese cuatro periódico donde está la posibilida­d de que todo suceda, el lugar en el que se encuentra la magia de la vida. ¿Cuál es la brújula que marca siempre tu norte? La intuición. Si tú te fías de ella, nunca hay error.

¿La intuición es una guía también en tu faceta de pintor?

Cuando pinto, soy un ladrón profesiona­l. Robo ideas, cosas y estilos. Pero es un buen robar, desde la intuición. Mira, hice un cuadro donde pegué todo lo que no necesitaba, con mil texturas, incluidas varias esponjas. Lo llamé El cubo de la basura. Un día, vino un señor muy serio y me dijo: «¿Este cuadro qué significa?». «Absolutame­nte nada», le respondí. Y se lo llevó. Schnabel me contó que colocaba lienzos llenos de pintura sobre el techo del coche y conducía por la playa en tardes de tormenta. La lluvia y el viento también formaban parte de las obras.

Si quiero quedarme una tuya, ¿cuánto debo pagar? Depende. Me tiré el verano entero llevando a cuestas lienzos enormes y pinceles, tanto en coches como en aviones. Todo ese trajín es una parte importante de mis cuadros; por eso, el precio varía mucho en función de la experienci­a que haya tenido con ellos, del follón que me hayan dado.

¿Es verdad que te compraron uno los Thyssen?

Sí, Blanca y Borja. Me parecieron muy majos. En el mundo del cine, estás como en una cápsula. Pintar, como retrata Sorrentino en La gran belleza, me permite conocer a gente de lo más dispar. Y a mí eso me gusta mucho.

¿Sigues escribiend­o?

Sí. Ahora estoy con dos guiones. A ver qué pasa.

Al final, ¿qué eres, un actor, un pintor, un escritor?

Soy un actor que, cuando pinta, se pone en la piel de un tío que pinta; incluso cambio totalmente mi manera de vestir y de vivir: lo hago inconscien­temente. Lo mismo me pasa cuando escribo. De otra manera, no podría hacerlo. Este verano, en Ibiza, como estaba pintando, iba todo el día por ahí en bañador y descalzo, en un modo muy salvaje. Sí, soy un actor por naturaleza.

Con una buena naturaleza. O sea, un hombre deseado...

Sí, que parece que me caen las tías como manzanas, vamos.

¿Acaso no?

Lo que me pasa, sobre todo con las chicas, es que se acercan a Jordi Mollà y no a Jordi. Y eso que yo se lo advierto; les digo: «No flipes, no flipes». (Risas).

¿Te hacen caso?

No. Se inventan a un Jordi que empieza poco a poco a no tener nada que ver con la clase de persona que creían que era. Una vez, me pasó una anécdota con una chica que me pidió cocaína en una fiesta en Los Ángeles. Yo en mi vida he probado la cocaína, no la necesito. Bueno,

«Mi personaje pendiente es Jesucristo. Me gusta porque era un revolucion­ario del amor y porque soy católico. Creo en Dios»

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Chaqueta vaquera de Calvin Klein Jeans y camisa y pantalones de Ermenegild­o Zegna.
 ??  ?? Traje en gris de Dsquared2 y camiseta de Calvin Klein.
Traje en gris de Dsquared2 y camiseta de Calvin Klein.
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 ??  ?? Chaqueta y botines de Antony Morato, camisa de Calvin Klein y ‘jeans’ de Zadig & Voltaire.
Chaqueta y botines de Antony Morato, camisa de Calvin Klein y ‘jeans’ de Zadig & Voltaire.

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