MARTA GÓMEZ NAVARRO
Llegó a España en 2014. Tras una suspensión cautelar por denuncias del taxi, volvió en 2016. Conexión entre pasajeros y conductores de vehículos privados. La puntuación al conductor y la posibilidad de compartir viajes han cambiado la movilidad urbana.
CUÁNDO QUÉ CÓMO
l principio era mágico», rememora la mujer que coordina la comunicación con los clientes sobre la primera vez que cogió un Uber, mucho antes de trabajar para la compañía. Vivía en San Francisco, donde se dedicaba a la banca de inversión. «Que desde un smartphone pudieras pulsar un botón y apareciera un coche...», dice aún con asombro. Desde entonces, han contribuido «a que la movilidad sea más eficiente y sostenible», en su opinión. «Poseemos menos vehículos. Yo, por ejemplo, no tengo uno». Otro secreto del éxito lo encuentra Marta (Madrid,
1989) en responder a un nuevo modelo de vida: el que se basa en el móvil. «Hacemos todo con él, y en esta app puedes mandar tu ubicación a un amigo y pagar sin sacar la tarjeta, ver al conductor...». Años después, la empresa volvió a cruzarse en su camino. «Conocía a alguien aquí y le pregunté si había cosas interesantes. En tres semanas, me llegó una oferta», cuenta. Fue cuando Uber desembarcó por primera vez en España, en 2014, y la experiencia duró sólo unos meses. «Las grandes disrupciones generan inquietud, pero esperamos que en el futuro el sector entero use la tecnología. Lo hemos visto en la música», recuerda. En 2016, volvieron a la carga, aunque ella se quedó en Ámsterdam, al frente de una región con «45 países, 28 lenguas y mucha diversidad cultural», recalca. Es lo más complejo de un cargo que requiere «ponerse en la piel del otro: pasajeros, conductores, eaters, repartidores...»; con cinco millones de desplazamientos diarios. ¿Y cómo nos sorprenderán ahora? «Habrá coches autónomos y, en 2020, probaremos en Dubái y Dallas los automóviles voladores, o VTOL. Esperamos que sean la próxima revolución».
«Las disrupciones crean inquietud, pero después se llega a un punto en que todos las aceptan. Pasó con la música»