LA CONQUISTA DEL NUEVO OESTE
Tiendas ‘indie’, caprichos ‘deli’ y estilo cien por cien californiano. Vuela al nuevo MUST de la bahía de San Francisco.
Como una hermana pequeña a la que no hacíamos caso y que un día, de repente, aparece ante nuestros ojos como una hermosa adolescente con personalidad propia. Así es Oakland, una ciudad crecida en la bahía de San Francisco (y, precisamente, a pocos kilómetros de la urbe que da nombre a esta), con la ilusión, la frescura y la espontaneidad que rezuma una joven recién emancipada. Rodeada de agua y con los magníficos viñedos del valle de Napa al norte, ha asumido el papel de nuevo epicentro de la modernidad de la costa oeste de Estados Unidos y, por extensión, de capital de la tribu que ha tomado el relevo de los hipsters: los yuccies. Estos jóvenes –creativos, foodies, instagramers y más aficionadas a subirse a un coche de Uber que a la bicicleta– son los reyes del asfalto, los responsables de la gentrificación y la reconquista de zonas que hasta hace poco eran territorio comanche. Aunque ahora que está de moda muchos en San Francisco se refieran a ella casi como un barrio más (se encuentra a 15 minutos en metro), lo primero que hay que recordar es que Oakland es una ciudad inmensa (de cerca de 200 kilómetros cuadrados) y que tiene su propio aeropuerto internacional (vuelos directos a España incluidos) y uno de los puertos más activos del país. De espíritu eminentemente residencial –excepto en la costa–, su encanto emana de esos pequeños distritos antiguos y olvidados que han ido potenciándose gracias a la llegada de urbanitas en la veintena y la treintena, en busca de sitios asequibles donde asentarse y construir su proyecto de vida. En este sentido, ninguno refleja dicha transformación mejor que Temescal; situado en
LA FIDELIDAD AL PRODUCTO LOCAL Y LA CREATIVIDAD A PIE DE CALLE ESTÁN EN SU ADN
el tramo norte de la calle Telegraph, se trata de un exponente perfecto de la way of life y las preferencias de la población local, un área de apenas diez manzanas en la que se concentra un buen puñado de restaurantes, boutiques y cafés con un denominador común: son espacios independientes y, muchos, de filosofía popup. El esquema, en realidad, se repite a lo largo y ancho de Oakland, donde (aún) no han desembarcado las grandes cadenas y en la que lo que triunfa son las cervecerías artesanales, la comida orgánica (se organizan cinco mercados de productores a la semana), la cosmética natural y los rincones gourmet escondidos en viejos almacenes de ladrillo visto. La tendencia a la no marca y el gusto por lo artesanal y lo autóctono se aprecian en especial en el fotogénico y animadísimo callejón de Temescal Alley y en la cercana Piedmont Avenue. Aquí se encuentran las tiendas taller de algunos de los diseñadores
fashion más ilustres de California, como Ali Golden (aligolden.com) y Marisa Mason (marisamason.com). Además, los fines de semana las calles se llenan de puestos de jóvenes creadores, escenarios con música en vivo, food trucks y (esencial) stands de chucherías para perros. Y, si el objetivo es comer y darse un homenaje all american, resulta imprescindible peregrinar hasta el KronnerBurger (kronnerburger.com), lugar de culto en toda la bahía por las famosas hamburguesas del chef Chris Kronner, y rematar con un helado hand-made y de sabor nostálgico en Fentons Creamery (fentonscreamery.com). Con la llegada de la noche, brilla el hotspot gastronómico Commis (commisrestaurant.com), liderado por el cocinero prodigio James Syhabout: elegancia, sorprendentes vinos del valle de Napa y un menú en ocho pasos que ha conquistado dos estrellas Michelin. Un festival que merece un cierre a la altura en el mexicano deluxe Calavera (calaveraoakland. com), con cócteles sublimes y una carta de mezcales obligatoria. ■
OAKLAND CONECTA VÍA ‘FERRY’ CON EL VALLE DE NAPA, UNA MECA PARA LOS FANS DEL VINO