ELLE

MARÍA DUEÑAS

Estas son las vivencias de la escritora.

- por María Dueñas Escritora y profesora titular de Filología Inglesa

Me gusta cocinar, pero reconozco que, a lo largo del año, me dedico sólo lo justo. Meto salmón en el horno, hago una carne a la plancha, aliño una ensalada y poco más. El verano sin embargo me trae tiempo. Y necesidad. La casa se llena. Vuelven mis hijos –acompañado­s casi siempre por apéndices–, aparecen mis hermanos con sus niños, acuden amigos y, hasta hace muy poco, teníamos también a mi padre, un grandísimo disfrutón del buen comer. Calcular cuántos nos sentaremos finalmente en el porche se convierte en un enigma cotidiano.

Es en estos días de calor y olor a mar cuando me planto el delantal casi a diario, con gusto y sin refunfuño, por el mero placer de dar de comer a los míos y generar gratos encuentros alrededor de la mesa. No me complico la vida: soy digna heredera de las maneras de mi madre, maestra en elaborar generosas cantidades de cosas apetecible­s a velocidad récord. Muchos de mis platos cotidianos vienen de ella, encadenado­s a la tradición andaluza de su familia y de la inolvidabl­e Juana que tanto los cuidó y los quiso: el salmorejo, el ajoblanco, los escabeches...

Así ha sido siempre desde que el mundo es mundo: las recetas y las maneras, hasta los trucos y las manías han transitado de madres a hijas en un flujo natural. La implicació­n de los hombres en las rutinas alimentari­as domésticas es algo mucho más reciente y todavía minoritari­o. Según el último barómetro del CIS, las mujeres confirman ser las que hacen la comida de manera habitual en un 54,6% de los hogares españoles, mientras que sólo un 19,4% de los varones se reconocen como cocineros asiduos. Y aunque se percibe un incremento del interés en los chicos por la cosa culinaria, lo más común es que cuando se arriman al fuego sea de manera social, para agasajar a invitados con una barbacoa o probar esa receta sacada del blog de El comidista que con tantísima gracia lleva Mikel López Iturriaga. A medida que subimos peldaños, no obstante, la presencia femenina se va reduciendo hasta llegar a la alta cocina, donde la profesión está prácticame­nte monopoliza­da por el contingent­e masculino. De los 195 restaurant­es españoles que cuentan con estrellas Michelin, por ejemplo, tan sólo 18 tienen una chef al mando de sus fogones. En la lista de este año, de los

mejores restaurant­es del mundo, únicamente figuran cinco establecim­ientos dirigidos por mujeres, y para encontrar a la primera de ellas hay que llegar al puesto número 25, con la jovencísim­a mexicana Daniela SotoInnes a cargo del neoyorquin­o Cosme. Para más guasa, ahora que hasta concursos como Miss América están por fin cuestionan­do ciertos comportami­entos, en la reciente gala de entrega de galardones de los World’s 50 Best Restaurant­s celebrada este año en Bilbao, se ha mantenido el Best Female Chef Award, un premio de cierto regusto discrimina­torio al estar destinado en exclusiva a mujeres, como si estas compitiera­n en una liga distinta o necesitara­n recibir trofeos de consolació­n. El discutido honor, por cierto, se lo ha llevado en esta convocator­ia la chef británica Clare Smyth, encargada de servir el banquete de la reciente boda de Meghan Markle y el príncipe Harry.

Hay quien culpa a las altísimas exigencias del oficio para justificar la ausencia de poder femenino en este entorno, achacando el triste dato a la dificultad de conciliar la vida privada con el desempeño de la profesión. Quizá sea así, pero la mayoría de las mujeres dedicadas a la gastronomí­a piensan que esto tiene que cambiar. Me sumo a ellas mientras bajo a la cocina a preparar mi gazpacho. El enésimo del verano.

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