LISBOA: LA CIUDAD DONDE TODOS QUIEREN VIVIR
Recorremos la capital vecina con Monica Bellucci de cicerone.
La estrella italiana nos guía por LISBOA mientras nos habla sin tapujos del paso del tiempo, de sus hijas y de las luces y sombras que la habitan.
Monica Bellucci (Città di Castello, Italia, 1964) aparece de repente en un bar abarrotado de Lisboa para la sesión de fotos. Puedes imaginarte las caras de los turistas y de los viejecitos portugueses sentados en sus sillas de plástico al divisar a esta fuerza de la naturaleza. O la del camarero mientras la actriz saborea una sardina a las once de la mañana en el mostrador de ese minúsculo café del barrio de Alfama. Pues bien, a nosotros nos pasa igual. Sigue siendo un fenómeno, un ser increíble caído del cielo italiano, una belleza sobrenatural. Al llegar al postre, nos surge la duda: ¿cómo se comparte un pastel de nata con una de las mujeres más bellas del mundo? La vida no te prepara para algo así.
Lo mismo debió de pensar, al día siguiente, un joven vecino del barrio cuando la estrella, para evitar cambiarse en los callejones adornados con azulejos y grafitis, llamó de manera espontánea a su puerta solicitando hospitalidad. Había que ver la expresión de asombro del chaval para darse cuenta de hasta qué punto esta antigua chica Bond sigue siendo, a sus 53 años, un sex symbol planetario. «¿Acaso me veis con un muchacho de 20, por muy guapo que sea?», bromea ella más tarde. «Lo trataría como a un hijo... Hay que diferenciar el impulso y la manera en que lo gestionamos. De lo contrario, sólo seríamos animales. Y no pretendo hacer ningún juicio de valor; el amor no tiene códigos. Nunca considero a una mujer joven y guapa como a una rival. Es más, siento por ellas una ternura infinita. Pienso en mis niñas y en el largo camino que aún les queda por recorrer», afirma. Eso sí, la actriz, siempre prudente con su vida privada, nos confiesa en este
reportaje que está enamorada de la capital lusa. «Hace dos años, pasé las vacaciones en Portugal y me sedujo tanto el espíritu de estos lugares que las prolongué para encontrar una casa. Hay algo provinciano en esta ciudad tan internacional. Y eso se corresponde en cierto modo con mi personalidad de chica procedente de la región de Umbría que ha dado diez veces la vuelta al mundo. Aquí, las relaciones humanas son muy sencillas, sin artificios. Mi idea es venir cada vez que pueda. Las playas de Cascais están a 20 minutos y me encantan todos los pueblecitos de los alrededores, las siete colinas, el microclima, el río... En Lisboa, todo me hace pensar en Roma, donde también tengo casa y muchos amigos. Recuerdo la primera vez que llegué allí, con 16, y me dije: «Aquí me va a ir de maravilla». Treinta y tantos años después, Monica Bellucci ha conquistado el planeta entero. Tras dos largos días de duro trabajo y de glamour intenso, con el estómago vacío y las fotos acabadas, urge ir a comer a un pequeño restaurante que la actriz ha elegido. Ha de ser divertido poder decir, como ella: «Hola, soy Monica Bellucci. ¿Cómo estás, querido?», y conseguir una mesa para doce personas en terraza el día de San Antonio, patrón de la ciudad y fecha muy popular en la que las sardinas a la parrilla invaden las calles en barbacoas improvisadas. Monica picotea como un pajarito porque en breve deberá desfilar para Dolce & Gabbana. También nos anuncia que la veremos en la serie francesa Dix pour cent en septiembre y, más tarde, en el reparto de una película (aún sin título) junto al mítico intérprete británico Ben Kingsley.
La italiana, que ha firmado además un contrato con Nivea para ser imagen de una línea antiedad, nos habla de su relación con el paso del tiempo. «Me encanta esa marca. La conozco desde que era niña; es parte de la tradición para la mayoría de nosotras. Y que me haya escogido demuestra su respeto por la mujer, sin importar su edad. No me da miedo envejecer, porque significa que sigues viva; no es una enfermedad, es simplemente la continuación de una feminidad que se expresa de forma diferente», sostiene. Insistimos para saber, con sinceridad, cómo pasa un
sex symbol esas mañanas en las que te levantas con mala cara y se notan los estragos de la vida. «Al final, los años me permiten acceder a papeles que no estén ligados forzosamente a la belleza». ¿Razón suficiente para renunciar a la cirugía? La interesada responde divertida, estirándose la cara a modo de lifting. «No tengo nada en contra de las intervenciones estéticas si te permiten sentirte mejor. Y esto te lo digo ahora. Puede que, dentro una década, vuelvas a entrevistarme y no seas capaz ni de reconocerme», bromea. Monica nos advierte de que sus hijas (Deva y Léonie, de 14 y ocho años, fruto de su relación con el actor francés Vincent Cassel) están a punto de llegar para comer las tres juntas. La conversación da un giro. «Velo por que mi vida pública no las salpique a ellas. Y no me refiero a mis elecciones artísticas; sigo siendo una actriz libre. De hecho, nunca comentamos mis películas. ¡Si casi sólo han visto
Astérix y Obélix: Misión Cleopatra! Hablamos de ellas, no de mí. Aunque cometa errores, me gustaría pensar que lo he hecho lo mejor que he podido. El amor es la clave de todo. Un niño querido ya posee la respuesta a por qué está en la Tierra», reflexiona. Es su tema favorito. «En este momento de mi vida, tengo ganas de dulzura, de paz. Pero otra parte de mí
«AQUÍ, LAS RELACIONES HUMANAS SON SENCILLAS, SIN ARTIFICIOS. DE LISBOA ME SEDUCE SU ESPÍRITU»
«EN ESTA CIUDAD TAN INTERNACIONAL HAY ALGO PROVINCIANO. Y YO SOY UNA NIÑA DE UMBRÍA QUE CONOCE YA TODO EL MUNDO»
«ME ENCANTAN LOS PUEBLECITOS DE LOS ALREDEDORES, LAS SIETE COLINAS, EL MICROCLIMA, EL RÍO...»
sigue siendo pasional, temperamental. De lo contrario, sería el final. Digamos que, con el tiempo, voy tomando distancia. Sin embargo, el fuego sigue ahí. Podría encenderse por una película o por un hombre, como a mis 20 años... eso sí, todavía hay que elegir con cuidado el escenario adecuado», concluye riendo. De repente, una sombra extraña y casi metafísica se apodera de su rostro, de su mirada, de su voz. «Yo tengo una parte oscura, pero he disfrutado de la oportunidad de vivirla a través del cine. Si no, nunca habría rodado ni Irreversible, ni La Pasión de Cristo ni Malena», precisa. «Me encanta una frase que a veces se atribuye a Platón, y que dice algo así: “Sé amable con cualquier persona que te cruces en el camino, puesto que está librando una ardua batalla... contra sí mismo”. Nadie puede evitar esta aventura interior. Y, a pesar de que me gusta tanto la noche como el día, me siento atraída irremediablemente hacia la luz», afirma. ¿Será ese brillo que desprende en cuanto aparece en cualquier parte? La luminosidad que tan solo poseen algunas estrellas... ■