ELLE

ESCÁPATE A FRANCIA

Una historia de leyenda, un PAISAJE que enmudece, una gastronomí­a que estimula... Llegó el momento de disfrutar de un bellísimo e insólito territorio.

- POR PACHO G. CASTILLA. FOTOS: REMEDIOS VALLS

Bretaña, el nuevo ‘place to be’.

Dicen que recuerda algo a nuestra Galicia (hasta hay un Finisterre) y a Bolonia (Rennes, su capital, es la ciudad universita­ria por excelencia del país). También a Escocia, por sus sonidos. O a Irlanda, por su conexión celta. Pero la verdad es que poco tiene que ver con cualquier otro sitio. Esta tierra –la más inglesa de Francia– nació para caminar sola. Por eso, fueron los últimos en resistirse a los romanos y hasta tuvieron sus propias normas: no pagaban el impuesto sobre la sal y, gracias a ello, pueden presumir de su beurre salé, o mantequill­a salada. Y, aún hoy, sus autopistas están libres de peaje. En esta esquina del mundo, el paisaje confirma su rebeldía: sus mareas cambian caprichosa­mente el trazado del hexágono galo, aunque el verde de sus campos las calma, envolviend­o algunos de los pueblos más bonitos que hayas visto. Y las gentes se muestran orgullosas de no ser tan francesas, sí; pese a que les asalten los parisinos los fines de semana. Bretaña (vacaciones-bretana.com) es un territorio acogedor, estimulant­e y, sobre todo, diverso, al que te rendirás en cuanto llegues a Rennes –puedes hacerlo con Air Nostrum (airnostrum. es), que vuela hasta la mismísima capital o a la vecina Nantes–. Con el tamaño justo para que ni te ahogues ni te ahoguen, la ciudad te recibe (casi) en silencio; hasta que entras en sus crêperies o sus bistrots, repletos de jóvenes que dan buena cuenta de las tartines (unas tostas típicas) de Le Bistrot à Tartines (2 Rue des Fossés) y las maravillos­as galettes de La Saint-Georges (11 Rue du Chapitre), o que rinden culto a la más clásica cocina francesa en Le Café Breton (14 Rue Nantaise). Enseguida, entenderás la fascinació­n por la gastronomí­a de su gente (algo tenían

SIN APENAS COCHES, Y CON LUZ TENUE EN LAS CALLES, EN RENNES EL TURISTA RESPETA LA CIUDAD TANTO COMO SUS HABITANTES

RENNES, LA CAPITAL DE REGIÓN MÁS PEQUEÑA DE FRANCIA, ES TAMBIÉN LA CIUDAD QUE TIENE MAYOR CALIDAD DE VIDA DEL PAÍS

que compartir con el resto de franceses): más de una veintena de mercados –como el Marché des Lices, los sábados– salpican sus calles, e incontable­s boulangeri­es-pâtisserie­s te tientan en cada esquina con sablés y palets bretons (dos tipos de pastas) o con el kouign amann, una tarta de mantequill­a. Aquí, el lujo pasa por perderse entre sus mil y un escenarios, conociendo su icónico Parlamento, la historia medieval de sus Portes Mordelaise­s, la influencia del art déco en sus edificios, los jardines del Parc du Thabor... y, como telón de fondo, las maisons à pans-debois, típicas casas con entramado de madera de los siglos XV y XVI. Rennes es la puerta de entrada a un territorio excepciona­l, que te llevará a la llamada Costa Esmeralda, empezando por Cancale, un adorable pueblo marinero donde degustar, sentados en el rompeolas, las mejores ostras del país. Desde allí, conviene acercarse a

la ciudad corsaria, Saint-Malo, convertida los fines de semana en un hervidero de gente. En las calles de su cité fortifiée, reconstrui­da tras ser devastada en la II Guerra Mundial, entre las múltiples tiendas de souvenirs y las imprescind­ibles marinières (las camisetas a rayas bretonas), puedes descubrir excelentes propuestas gastronómi­cas en la Rue de l’Orme. No muy lejos, y tras contemplar no pocas malouinièr­es –o casas de los armadores adinerados del siglo XVIII–, se encuentra uno de los rincones que inspiró a Picasso: Dinard, un pueblo de pescadores convertido en la primera ciudad-balneario de Francia. Es parada necesaria para conocer la influencia de la Belle Époque en la zona y para probar moules-frites, antes de encontrart­e con la belleza en estado puro de Saint-Briac-sur-Mer. Nuestra ruta termina entrando unos kilómetros en la región de Normandía para visitar el Mont Saint-Michel, esa isla rocosa donde se conjuran las mayores mareas del continente para convertirl­a en casi inalcanzab­le y el punto final de un recorrido por una tierra única que querrás seguir descubrien­do. ■

LAS PLAYAS DE SAINT-MALO SE PRESENTAN CON ESTACAS QUE LOGRAN PARAR LAS INCREÍBLES OLAS DE SUS FUERTES MAREAS

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Playa de Saint-Briacsur-Mer.
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 ??  ?? 2 1. Los deliciosos dulces de Le Bistrot à Tartines, en Rennes. 2. El hotel Le Grand Bé, en SaintMalo. 3. Un clásico ‘bistrot’, el Café Babylone de Rennes. 4. La playa de Saint-Enogat, en Dinard.
2 1. Los deliciosos dulces de Le Bistrot à Tartines, en Rennes. 2. El hotel Le Grand Bé, en SaintMalo. 3. Un clásico ‘bistrot’, el Café Babylone de Rennes. 4. La playa de Saint-Enogat, en Dinard.
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 ??  ?? 1. Fachada de las icónicas ‘maisons à pans-de-bois’ de Rennes. 2. Terraza de It’s Five o’Clock Somewhere, un salón de té en la capital. 3. Rincón de Le Mont-SaintMiche­l. 4 y 5. Interior de Le Café Breton, una de las mejores propuestas para conocer la gastronomí­a de la región, y Balthazar Hôtel & Spa, ambos en Rennes.
1. Fachada de las icónicas ‘maisons à pans-de-bois’ de Rennes. 2. Terraza de It’s Five o’Clock Somewhere, un salón de té en la capital. 3. Rincón de Le Mont-SaintMiche­l. 4 y 5. Interior de Le Café Breton, una de las mejores propuestas para conocer la gastronomí­a de la región, y Balthazar Hôtel & Spa, ambos en Rennes.
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6. Para descubrir la ‘cité fortifiée’ de Saint-Malo, nada como caminar sobre su muralla. 7 y 8. Dos locales de la Rue de l’Orme de Saint-Malo: Le Comptoir Breizh Café, especializ­ado en ‘galettes’, y La Maison du Beurre. 9. Uno de los adorables rincones de Rennes, la capital. 6 7 8
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