CON NOMBREPROPIO
Que la mediterránea es, junto a la nórdica, la dieta más saludable del mundo lo confirma el último informe de la Oficina Regional para Europa de la OMS (Organización Mundial de la Salud). Un dato que debería significar que los españoles comemos bastante bien. Pero este plan, que incluye una alta ingesta de vegetales de temporada (los cereales entre ellos) y de aceite de oliva, una moderada de pescado y aves de corral, y un consumo bajo de lácteos, dulces y carnes rojas, sólo lo sigue una mínima parte de nuestros compatriotas. Gonzalo Peñaranda, director general de Aora Health (aoralife.com), asegura que, «aunque un 65% de los españoles cree que sus menús diarios están basados en ella, nuestra alimentación cuenta con demasiados procesados, mientras que apenas tomamos frutas y verduras». Este déficit hace que el 53% de los españoles adultos estén por encima de su peso, según el último dato de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), y que la obesidad, que padece un 17% de la población, haya pasado a considerarse una enfermedad en vez de un problema estético. Ante este panorama desolador, durante muchos años, los regímenes milagro, junto con la práctica de ejercicio físico de manera habitual, han sido la solución más popular para todas las personas que querían ver bajar la aguja de la báscula. De hecho, el mismo estudio de Aora Health pone de manifiesto que un 39,84% de los encuestados ha sucumbido a ellas en algún momento de su vida. Pero uno de los grandes problemas asociados a estos métodos radica en que, tras la fase de restricción –aquella en la que se pierden la mayoría de los kilos–, casi ningún paciente lleva a cabo el periodo de mantenimiento y, por lo tanto, se produce un efecto rebote.