ELLE

ANGELINA JOLIE

LA ACTRIZ Y ACTIVISTA HA HECHO DE SU FEROZ INDEPENDEN­CIA EL CENTRO DE SU VIDA Y SU TRABAJO. AHORA HOMENAJEA EN PRIMERA PERSONA A TODAS LAS MUJERES QUE HAN HECHIZADO AL MUNDO CON SU DETERMINAC­IÓN.

- POR ANGELINA JOLIE. FOTOS: ALEXI LUBOMIRSKI. REALIZACIÓ­N: ELIZABETH STEWART

A punto de estrenar ‘Maléfica: maestra del mal’, la actriz escribe un ensayo en exclusiva para ELLE.

«Las mujeres ‘malvadas’ no son más que aquellas que están cansadas de injusticia­s y abusos. Las que se niegan a seguir esas reglas que no creen que sean las mejores para ellas ni sus familias»

A mis hijas les digo que lo más importante que deben hacer es desarrolla­r sus mentes. Siempre puedes ponerte un vestido bonito, pero da igual qué lleves si tu cabeza no es fuerte. No existe nada más atractivo que una chica con sus propias opiniones N

Qué tienen las mujeres libres de mente y de cuerpo para que, durante toda la historia, se las haya visto como algo tan peligroso? En tiempos pasados, el mandato del Antiguo Testamento «no dejarás vivir a la hechicera» se interpreta­ba de manera literal. Decenas de miles de personas fueron ejecutadas por maleficia –los presuntos delitos que consistían en cometer malas acciones por medio de la magia– en las cazas de brujas de Europa o en los juicios de Salem de América. La inmensa mayoría de ellas eran mujeres. Como si se tratase de la teoría conspirati­va por excelencia, cualquier hecho que no fueran capaces de explicar (desde una cosecha echada a perder hasta la enfermedad de un niño) se achacaba a la influencia de una supuesta malvada. Estas eran a menudo viudas desamparad­as, que subsistían a duras penas como curanderas en los márgenes de la sociedad, o jóvenes cuyos poderes de seducción eran fácilmente atribuible­s a las artes ocultas. Entonces, eran acusadas de brujería por tener una vida sexual independie­nte, por expresar abiertamen­te su opinión sobre política o religión o por vestir de forma extraña. De haber nacido en otro momento, a mí podrían haberme quemado en la hoguera varias veces sólo por ser yo misma. La denuncia por hechicería se ha usado para controlar y silenciar a las mujeres en prácticame­nte todas las culturas y en todas las eras. Juana de Arco fue condenada a muerte en la Francia del siglo XV como idólatra y hereje, entre otras cosas, por vestir como un hombre. Los cargos presentado­s al principio contra ella incluían la brujería, y también se le imputaba bailar de noche cerca de un árbol encantado: conducta de bruja de libro. Es tan ridículo que casi parece gracioso, hasta que te das cuenta de que una chica que canta o danza libremente en público sigue viéndose como algo indecente o ilegal en muchos lugares todavía hoy. Las iraníes que publican en las redes vídeos de sí mismas bailando están, a la vez, desafiando lo que la ley y el dogma religioso de su país consideran un comportami­ento totalmente inaceptabl­e. Y eso 600 años después de Juana de Arco...

Desde tiempos inmemorial­es, a las que se rebelan contra lo que la sociedad considera normal (incluso de modo no intenciona­do) se las ha etiquetado como contra natura, raras, malvadas y peligrosas. Lo sorprenden­te es lo bien que ha pervivido este tipo de mitos y prejuicios a través de los siglos y cómo aún dibujan el mundo en el que vivimos. Resulta alarmante lo habitual que es ver descritas como brujas a las que se presentan a cargos electos en países democrátic­os. Junta a un grupo de mujeres fuertes y verás lo poco que tarda alguien en llamarlo aquelarre (este es, para aclarar, la palabra para referirse una reunión nocturna de hechiceras que invocan al demonio). Y aquellas que luchan por los derechos humanos se ganan en muchos sitios calificati­vos como desviadas, malas madres, complicada­s o perdidas.

Por mi trabajo, viajo con frecuencia a países donde sé que, si fuera una de sus ciudadanas, mis creencias y mis acciones acabarían conmigo en la cárcel o expuesta a un gran riesgo físico. A las valedoras de los derechos de la mujer, en buena parte del planeta, se las arresta por sus posiciones políticas o por defenderse, a sí mismas o a otras personas, con un coraje que yo apenas puedo imaginar. Con todos nuestros avances actuales, la independen­cia y la creativida­d femeninas todavía se ven a menudo como fuerzas peligrosas que hay que controlar, casi siempre en nombre de la religión, de la tradición y de la cultura. Piensa en los 200 millones de víctimas que, según las estimacion­es, viven hoy en día habiendo sufrido mutilación genital. O en los 650 millones de niñas del mundo entero que han sido y son obligadas a casarse antes de los 18. Miles de chicas son asesinadas cada año

Recuerdo cuando descubrí el trabajo y el propósito de mi vida. Tenía veintitant­os años y participab­a en un encuentro con refugiados en Sierra Leona. Allí entendí por vez primera cómo las vidas de millones de personas se ven afectadas por conflictos y exilios

«No tenemos el don de la magia, pero sí una gran capacidad para apoyarnos las unas a las otras y para trabajar con los grandes hombres que nos valoran y nos respetan como a sus iguales»

Por mi profesión, viajo a países donde sé que, si fuera una de sus ciudadanas, mis creencias y mis acciones como mujer acabarían conmigo en la cárcel o expuesta a un riesgo físico. A las defensoras de los derechos, en muchos sitios, se las detiene

por miembros de sus familias en los mal llamados crímenes de honor, como castigo por ejercer su libre albedrío. Y, cuando millares de sudanesas se echaron a las calles de Jartum el pasado verano para reivindica­r unas elecciones libres en su país, se dio la orden de «domarlas», lo que presuntame­nte llevó a las fuerzas de seguridad a cometer numerosas violacione­s.

Nada de esto pretende negar o minimizar ni por un momento los terribles abusos perpetrado­s contra niños y hombres..., incluidas acusacione­s modernas de brujería. Pero, si miramos al escenario global, debemos preguntarn­os algo: ¿por qué se gasta tanta energía en mantener a las mujeres en un segundo plano? Desde este punto de vista, las malvadas no son más que aquellas que están cansadas de injusticia­s y abusos. Las que se niegan a seguir las reglas y los códigos que no creen que sean los mejores ni para sí mismas ni para sus seres queridos. Personas que no renuncian a su voz ni a sus derechos, aun si con ello se arriesgan a perder la vida o la libertad, o que se exponen a ser rechazadas por sus familias y sus entornos. Si eso es maldad, entonces el planeta necesita más malvadas. Aunque también es cierto que ninguna mujer se levanta cada día con ganas de luchar... Queremos poder ser tiernas, maternales, dignas y amorosas. No todo el mundo ha nacido para pelear.

Está claro que nosotras no tenemos el don de la magia, pero sí una gran capacidad para apoyarnos las unas a las otras y para trabajar con los muchos grandes hombres que nos valoran y nos respetan como a sus iguales. Me acuerdo de un padre que conocí el primer día que fui a un campo de refugiados afgano en Pakistán, durante el régimen de los talibanes. Le habían dado una paliza tan terrible por mandar a sus hijas a la escuela que el blanco de los ojos se le había vuelto amarillo por los daños que había sufrido en el hígado. Recuerdo, además, a un marido sirio cuya esposa había quedado paralizada tras recibir un disparo de un francotira­dor en la médula espinal. Vivían en un campo de refugiados, sin posesiones y sin ningún sitio al que ir; sin embargo, no he visto nunca a una pareja que se quisiera más ni a un marido más devoto. Y no podría estar más orgullosa de mis hijos por los hombres en que se están transforma­ndo, así como por cómo respetan a sus hermanas y cómo estas les respetan a ellos. Descubrir quiénes hemos de ser en la vida es algo que todos debemos hacer por nosotros solos. Creo que las mujeres nos salimos del camino con bastante frecuencia, porque nuestro instinto es el de cuidar de los demás o el de adaptarnos a las expectativ­as de la sociedad. Resulta duro tomarse tiempo para preguntarn­os en quién queremos convertirn­os; no aquello que pensamos que los demás aprobarán o aceptarán, sino lo que verdaderam­ente somos. Pero, cuando te escuchas a ti misma, es posible que tomes la decisión de dar un paso adelante, de aprender y de cambiar. Recuerdo cuando ese momento llegó para mí. Tenía veintitant­os años y estaba en un encuentro con refugiados de Sierra Leona, durante los últimos compases de una brutal guerra civil. Por primera vez, entendí en serio el nivel de violencia que existe en el mundo y vi cómo eran las vidas reales de millones de personas afectadas por conflictos armados y exilios. Así descubrí el propósito y el trabajo de mi vida.

Amenudo, les digo a mis hijas que lo más importante que pueden hacer es desarrolla­r sus mentes. Siempre tendrán la opción de ponerse un vestido bonito, pero da igual lo que lleves por fuera si tu cabeza no es lo suficiente­mente fuerte. No hay nada más atractivo (incluso diríamos que no hay nada más encantador) que una mujer con una voluntad independie­nte y con sus propias opiniones. Con mucho amor, para todas las mujeres malvadas para aquellos hombres que las entienden. ■

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 ??  ?? Angelina, junto a sus dos perros (un cruce de ‘pitbull’ y un ‘rottweiler’ que sus hijos mayores eligieron en la perrera), con gabardina de Galvan, pendientes de Bulgari y bolso de Celine by Hedi Slimane.
Angelina, junto a sus dos perros (un cruce de ‘pitbull’ y un ‘rottweiler’ que sus hijos mayores eligieron en la perrera), con gabardina de Galvan, pendientes de Bulgari y bolso de Celine by Hedi Slimane.
 ??  ?? Vestido y cinturón de Dior, pendientes ‘vintage’ y pulseras de Cartier.
Vestido y cinturón de Dior, pendientes ‘vintage’ y pulseras de Cartier.
 ??  ?? Gabardina con capa de Burberry y aros de Rosantica.
Gabardina con capa de Burberry y aros de Rosantica.
 ??  ?? Vestido y cinturón de Dior, pendientes ‘vintage’, pulseras y anillo de Cartier y salones de Jimmy Choo.
Vestido y cinturón de Dior, pendientes ‘vintage’, pulseras y anillo de Cartier y salones de Jimmy Choo.
 ??  ?? Chaqueta de Celine by Hedi Slimane y aros de J. Hannah.
Chaqueta de Celine by Hedi Slimane y aros de J. Hannah.

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