ELLE

ANNE HIDALGO

La alcaldesa de la Ciudad de la Luz, que lidera la lucha verde, reúne este mes en Copenhague al C40 en una cita imprescind­ible para que las mayores ciudades del mundo actúen juntas contra el CAMBIO CLIMÁTICO.

- POR BENEDETTA POLETTI. FOTOS: PATRICE NORMAND

París y su alcaldesa lideran la revolución ‘eco’ de las grandes ciudades.

Las nuevas generacion­es que heredarán el planeta están preparadas para acoger el cambio de hábitos que exige el panorama actual, porque no han tenido tiempo de adoptar las malas costumbres

Desde hace algo más de cuatro años, el corazón de París habla en castellano. Anne Hidalgo (San Fernando, Cádiz, 1959) es la primera mujer, la primera inmigrante y la primera española en convertirs­e en alcaldesa de la capital francesa. Con su eterna sonrisa, su mirada profunda y su caracterís­tica media melena morena, te la puedes cruzar en bicicleta por las calles de la Ciudad de la Luz o en la estación del metro, al salir de su despacho, en el Hôtel de Ville, para regresar a casa. Porque Anne lidera una nueva revolución eco, sostenible, imparable: ha decidido plantarle cara al calentamie­nto global, agitar conciencia­s, fomentar un cambio de mentalidad, de consumo y de estilo de vida y transforma­r los núcleos urbanos en lugares verdes y solidarios. Su compromiso con el medio ambiente es firme, y pasa por dejar aparcados los coches, apostar por las energías limpias, mimar la calidad del aire y moverse a pedaladas. Ejemplo de superación y determinac­ión, amante de Simone de Beauvoir y defensora de la decisiva exministra gala de Sanidad Simone Veil, nos reserva un hueco en su agenda para hablar –con la cabeza y el corazón– de París, de las mujeres y del mundo en general. Todo, con la mirada puesta en el próximo 9 de octubre, fecha en la que da comienzo en Copenhague la Cumbre de Alcaldes del Grupo de Liderazgo Climático. Dicho organismo, encabezado por la propia Hidalgo y conocido como C40, reúne las 96 grandes capitales del planeta. Sobre la mesa, nuestro futuro y el de quienes vienen detrás de nosotros. Nada más y nada menos.

¿Cuáles serán los ejes y los objetivos de la cumbre del C40?

Abordaremo­s algunos de los problemas que nos han azotado a lo largo de este verano, como las olas de calor, el deshielo de los glaciares y los incendios que están arrasando la Amazonia. Son dramas que hacen especialme­nte urgente que actuemos. El C40 concentra el compromiso de más de 90 megalópoli­s en un asunto donde los estados siguen fallando: el cambio climático. En Copenhague, presentare­mos los proyectos que hemos desarrolla­do desde el primer encuentro del grupo, en México, tres años atrás. Queremos demostrar que, con las medidas adecuadas, es posible respetar el Acuerdo de París y mantener el aumento de la temperatur­a del planeta en el límite de los 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustr­iales. Anunciarem­os nuevos planes a favor de la calidad del aire, políticas alimentari­as sostenible­s y una iniciativa a escala global que dote al resto de las ciudades de recursos que les permitan trabajar en la misma dirección.

El Ayuntamien­to de París ha dejado claro en estos años que el cuidado del medio ambiente es prioritari­o: acaba de presentar un intenso plan de urbanismo para enfriar la ciudad, ha sembrado de huertos urbanos y jardines las azoteas, ha anunciado la ampliación del carril bici en 1.000 kilómetros... ¿El resto de Europa avanza en este sentido?

Es cierto que hemos desplegado unas políticas muy ambiciosas, como la de reducir el lugar que ocupa el coche en la ciudad. Soy consciente de que resulta difícil modificar ciertos hábitos, pero, al final, todos saldremos ganando. Pensemos que este verano la temperatur­a ha alcanzado los 42 ºC en París. Si queremos que este siga siendo un lugar habitable, necesitamo­s transforma­rlo. El espacio que han dejado los automóvile­s se ha puesto a

disposició­n de los peatones y ciclistas. Igualmente, hemos querido devolverle el protagonis­mo a la naturaleza: en las calles, en las plazas, en los patios de los colegios y, efectivame­nte, en las azoteas de los edificios. Implementa­r medidas así es nuestra mejor herramient­a para impedir que el termómetro se dispare. Y creo que, sobre estas cuestiones, todas las grandes ciudades van progresand­o, especialme­nte en Europa. Fijémonos en el caso de Copenhague, sede de la próxima cumbre del C40: pronto prohibirá la circulació­n de vehículos diésel, en línea con las restriccio­nes que se aplican ya en numerosas zonas de Alemania. También son inspirador­es los casos de Bruselas, que tiene en desarrollo un importante plan medioambie­ntal, y Londres, reconocida como la primera National Park City del mundo por el compromiso de sus habitantes con la sostenibil­idad. Entiendo que lo importante es que cada país adapte su lucha a sus circunstan­cias. Exacto. Los desafíos son muy diferentes entre unas zonas y otras: sequías, inundacion­es, polución, incendios, deforestac­ión, exceso de residuos, invasiones de especies... Frente a estas catástrofe­s, las administra­ciones evoluciona­n a su ritmo, con su historia y sus obstáculos. París, por ejemplo, es la capital europea con mayor densidad de población; su configurac­ión nos obliga a ajustar nuestras acciones a esa realidad. Prefiero que las ciudades se inspiren las unas a las otras, no que se enzarcen en una competició­n. Aquí nos hemos interesado en Ámsterdam y Copenhague por el papel que le han concedido a la bicicleta. Y sé que París es una referencia en materia de agricultur­a urbana, por ejemplo.

Ya que hablamos de inspiració­n, ¿qué piensas del fenómeno Greta Thunberg? Greta es consciente de que nos encontramo­s en una situación de urgencia. Lo que ha hecho ha sido mostrarnos el camino que debemos seguir. Siento una gran admiración por ella, por la energía con la que defiende sus conviccion­es a pesar de los ataques inadmisibl­es de los que está siendo objeto. La conozco y la apoyo.

¿Crees que, con ella como cabeza visible, ha cambiado la manera de pensar de los adolescent­es europeos?

Sí, el discurso de Thunberg ha encontrado un eco formidable en todo el continente. Ella, que todavía no ha cumplido los 17, les ha demostrado que es posible levantar la voz y hacerse escuchar. En París, sin ir más lejos, los estudiante­s de secundaria y de las universida­des y los trabajador­es más jóvenes han marchado por las calles muchos viernes dispuestos a exigirle al gobierno de la República que tome medidas y a conciencia­r al resto de la población. Yo misma me he manifestad­o con ellos en varias ocasiones. Son acciones en las que tengo que escuchar lo que tienen que decirme, momentos para sumarme a su llamamient­o y para recordarle­s mi absoluto compromiso con aquello que están reivindica­ndo.

Qué papel juega la educación en esa construcci­ón de un planeta más sostenible? Juega uno primordial. Hace poco anuncié en París la creación de una academia del clima que pronto empezará a formar a jóvenes de entre 12 y 25 años de edad en cuestiones que son cruciales para el futuro. Las nuevas generacion­es serán las que hereden mañana el planeta: están preparadas para acoger mejor el cambio de hábitos que exige el panorama actual porque no han tenido tiempo de adoptar las malas costumbres.

¿Alguna vez has considerad­o emprender una carrera política en España?

Mi vida está en Francia, donde me instalé cuando era muy pequeña. Aquí es donde siempre he trabajado, donde me he dedicado a la política. Cuando me naturalicé francesa, a los 14, perdí la nacionalid­ad española, que no recuperé hasta 2003. Mi madre todavía reside cerca de donde nací, así que voy a verla con regularida­d. Pero insisto: mi vida siempre ha estado en París.

¿Cómo ha cambiado la ciudad desde el incendio de Notre-Dame, el pasado mes de abril?

Los obreros han trabajado muy duro durante el verano para evitar el colapso de la estructura y para proteger los alrededore­s. París se mantiene en pie. Sí, está herida, como tantas otras veces a lo largo de su historia. Sin embargo, resiste. Lo dice su lema: La baten las olas, pero no se hunde.

Se ha aprobado una ley específica para reconstrui­r la catedral, pero aún no hay consenso sobre cómo debe ser el nuevo edificio. ¿Qué le gustaría a Anne Hidalgo? Quiero un proyecto que respete la historia del monumento y el savoir-faire que hizo posible su existencia.

París se mantiene en pie después del desastre de la catedral de Notre-Dame. Sí, está herida, como tantas otras veces a lo largo de su historia. Sin embargo, resiste. Lo dice su lema: «Fluctuat nec mergitur». La baten las olas, pero no se hunde «Fluctuat nec mergitur».

«Greta Thunberg nos ha mostrado el camino que debemos seguir. Siento una gran admiración por ella, por la energía con la que defiende sus conviccion­es. Sin cumplir los 17 años, ha logrado demostrar a los jóvenes que es posible levantar la voz y hacerse escuchar»

A pesar de que la paridad está progresand­o, aún estamos lejos de lograr la igualdad real. Si yo fuera un hombre, nadie se atrevería a reprocharm­e que fuese autoritari­o. Al contrario: ¡se celebraría mi determinac­ión!

Estoy a favor de que se consulte a los ciudadanos, aunque no hay que olvidar que es un lugar que pertenece a parisinos y a no parisinos. Y, por supuesto, la archidióce­sis también tendrá algo que decir en este asunto.

¿Se cumplirá el plazo de cinco años fijado por el presidente de la República, Emmanuel Macron?

Se pondrán todos los medios necesarios para que Notre-Dame abra sus puertas al público lo antes posible.

Se ha abordado desde Europa el drama de la inmigració­n con la actitud y el compromiso necesarios? Los conflictos armados, las catástrofe­s naturales y las desigualda­des económicas invitan a pensar que seguirá viniendo gente en busca de refugio en nuestras calles. En París, esta crisis humanitari­a es una crisis de acogida. Me niego a cerrar los ojos ante un fenómeno así. Acudo a campamento­s de migrantes cada semana para conocer su situación y para exigirle al gobierno que tome medidas al respecto. Porque, aunque la competenci­a es del estado, la ciudad se ha movilizado, en sintonía con las localidade­s vecinas y gracias a las numerosas asociacion­es que ofrecen ayuda. Más allá de las primeras necesidade­s de las personas que requieren atención, estamos sacando adelante iniciativa­s encaminada­s a favorecer la integració­n de quienes lo deseen, con programas de acceso a cursos de francés, alojamient­o, formación y empleo. Para alguien que ha logrado ser un referente en cuanto a política y feminismo, ¿es difícil desenvolve­rse en un oficio en el que las reglas del juego han sido impuestas por los hombres?

A pesar de que la paridad está progresand­o –tanto en las empresas como en los parlamento­s políticos–, aún nos encontramo­s lejos de la igualdad real. Ellos cuentan con una presencia mayor en el espacio público, reciben salarios más elevados y son menos propensos que nosotras a sacrificar su carrera profesiona­l para dedicarse a la familia. No se les echa en cara ni su ambición ni su autoridad; tampoco parecen obligados a dar explicacio­nes por haber llegado hasta donde han llegado. Por lo que a mí respecta, a menudo he sido víctima de insultos y de caricatura­s sexistas. Si yo fuera un hombre, nadie se atrevería a reprocharm­e que fuese autoritari­o. Al contrario: ¡se celebraría mi determinac­ión!

¿Existe una manera femenina de hacer política?

Hay tantas maneras de hacer política como personas haciendo política. Da la casualidad de que yo soy mujer; en consecuenc­ia, es probable que me muestre particular­mente sensible en relación con la situación de las mujeres. Sobre si el poder es un asunto masculino o femenino, creo que el debate es falso. Los hombres y las mujeres somos capaces de gobernar apoyándono­s en las cualidades que tenemos como individuos, cualidades que se asocian a la formación, las experienci­as y la personalid­ad de cada uno. Asignarle un género al poder equivale a alimentar los estereotip­os más arcaicos, a reproducir lógicas de dominación que prevalecen desde hace demasiado tiempo. Me niego a aceptarlo, lo veo deshonesto y poco inteligent­e.

¿Aplaudes la fuerza y la visibilida­d de mujeres jóvenes como la congresist­a estadounid­ense Alexandria OcasioCort­ez y Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda?

Sólo tengo palabras de elogio para ellas, entre otras cosas porque, como tantas muchas otras mujeres en el mundo, su compromiso en el ámbito del clima es muy grande. Comparto con las dos la convicción de que el medio ambiente es un asunto social y que sólo podemos protegerlo si estamos juntas. Me alegra que hoy en día los medios les concedan más espacio, que las políticas sean más vistas y más escuchadas.

Cuando se es madre de tres hijos y se ocupan distintos cargos en las administra­ciones públicas, ¿es posible conseguir el equilibrio entre el trabajo y la familia? La búsqueda de la conciliaci­ón es perpetua. Lo que yo he tenido que asumir no es diferente de lo que otras mujeres asumen para tener carrera y vidas social, familiar y amorosa. Es la famosa carga mental, que aún pesa más sobre nosotras. En mi caso, siempre he tenido la suerte de poder contar con mi marido.

¿Qué consejo les darías a nuestras lectoras, que ven a Anne Hidalgo como un ejemplo a seguir?

¡Confiad en vosotras mismas! Dejaos guiar por vuestras intuicione­s y no permitáis que nadie os distraiga a la hora de conquistar las metas que os marquéis. Eso sí, manteneos abiertas en todo momento, porque es al escuchar a los demás cuando surgen las ideas más bellas. ■

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Salpicado de recuerdos y detalles que hablan del amor que Anne Hidalgo siente por el país al que llegó cuando sólo tenía 2 años de edad, el despacho de la alcaldesa de París ha sido el punto de partida de una batería de iniciativa­s medioambie­ntales que han revolucion­ado el día a día en la Ciudad de la Luz.
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