ELLE

La librería prometida

- Amaya Ascunce Directora digital de ELLE.ES

Ser probador de videojuego­s, crítico gastronómi­co o escritor de guías de viaje. Tres trabajos que no lo parecen para el Infojobs de los sueños. Algunos quieren montar un chiringuit­o en la playa. Hay quien pasa sus horas imaginando abrir una floristerí­a o faenar en un huerto donde plantar tomates y olvidarse de los atascos, los jefes y el estrés. Y otros (otros que leen mucho) se morirían por tener una librería. Las librerías, para cualquier lector, son un territorio mágico. Estantería­s y estantería­s llenas de historias y de personajes por conocer. Huelen a libro nuevo, a promesa. Con esos libreros sentados detrás de su mostrador, entre pilas de novelas, tranquilos, con todo el tiempo del mundo para leer. Ellos, que reciben los ejemplares antes que nadie y saben cuáles merecen la pena, qué portadas son un engaño y qué fajas se limitan a decir mentiras. Y, además, con espacio para alojar toneladas de libros. Sí, creo que cualquier gran lector amaría montar una librería. Belén Rubiano cumplió ese sueño durante cinco años. Su librería estaba en Sevilla, en la plaza de Rialto. Precisamen­te, así se titula el libro que acaba de publicar sobre su experienci­a: Rialto, 11. Naufragio y pecios de una librería (Asteroide). Después de trabajar en otro local, en el que le exigían que vendiera muchos ejemplares de Los pilares de la tierra, decidió abrir el suyo. Tenía una sección de poesía muy completa y una pizarra con citas en la puerta que atrajo, entre otros, a Enrique Vila Matas. Historias y personajes variados van contando en cada capítulo qué sucedía detrás de sus puertas, siempre abiertas.

A pesar del halo mítico que poseen las librerías para gente como yo, Belén no se guarda las tristezas y se refiere con humor a la escasez de clientes, los adelantos que debía pagar a las editoriale­s, los locos que se colaban en su negocio con un cuchillo en la mano e incluso el ladrón de best sellers que luego los revendía en la calle. Y, por encima de todo, cuenta el cierre, que llega a su pesar. Este libro no va de lo bonitas que son las librerías: este libro va de conseguir el trabajo soñado y de perderlo. Va de aprender de ello, de admitir las culpas propias y de seguir adelante. Lo que no sabía Belén cuando cerró Rialto era que, de aquella librería y de aquella ruina, iba a salir un libro precioso. La vida es eso.

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