ELLE

CÓMO SER UN CR ACK

Consigue todo aquello que se propone: desde ganar ‘MasterChef Celebrity’ sin haber cogido antes una sartén en su vida hasta CUMPLIR SU SUEÑO de rodar junto a José Luis Garci. ¿Su secreto? Ser un adicto a la adrenalina.

- POR ALMUDENA ÁVALOS. FOTOS: RAFA GALLAR. REALIZACIÓ­N: SYLVIA MONTOLIÚ

Tiene 26 años de carrera a sus espaldas, una sonrisa sincera que le ilumina la cara y una mirada pícara que saca al niño que fue y que ha ido recuperand­o poco a poco. Comenzó a trabajar cuando sólo contaba diez años y, rodeado de los más grandes actores españoles, descubrió que se dedicaría a la interpreta­ción. Aprendió a bailar para entrar en la serie Un paso adelante y se convirtió en un ídolo de adolescent­es a principios de este siglo. Desde entonces, Miguel Ángel Muñoz (Madrid, 1983) exprime la vida al máximo con pasión y regresa a sus amigos –y a terapia– para no perderse. Hace cine, teatro y televisión, practica yoga, cocina, corre maratones, se tira en paracaídas y surca los mares en barco, buscando saciar su sed de conocimien­tos. No existe nada que se le resista, porque, como él mismo afirma: «Siempre hay tiempo de probar algo nuevo». Acabas de estrenar El crack cero, de José Luis Garci. La relación entre ambos viene de bastante atrás, ¿verdad? Sí. Llevábamos cuatro películas queriendo trabajar juntos. Me había ofrecido papeles protagonis­tas en todas las últimas, menos una, en la que no encajaba por edad. Pero me coincidía una y otra vez con otros rodajes. Y aunque, en 2016, me había dirigido en Arte nuevo, en el Teatro Español, ha sido una alegría poder realizar este sueño con él.

¿Qué es lo que más os une?

Yo soy muy cinéfilo y romántico. Me encanta escuchar historieta­s de la industria, de cuando él se iniciaba. Compartimo­s un mismo entusiasmo por Los Ángeles, donde yo he vivido y adonde él ha ido a menudo. Además, a los dos nos envían las películas de los Oscar para que votemos, y solemos comentarla­s. Bueno... y he visto su discurso recogiendo el premio un montón de veces.

¡No me dirás que te lo has llegado a aprender!

(Risas). No soy tan friki, pero hemos hablado mucho de ello. Tengo impresa esa imagen de él con esmoquin blanco.

En su último film, eres un hombre con bastante vida callejera. ¿Cómo te preparas para un personaje así?

Depende del momento en que me encuentre y de lo que requiera la historia. En Arte nuevo, yo era un vagabundo. Trabajé con la Fundación Rais, la que más ayuda a las personas sin hogar en España. Conocí y compartí tiempo con varias de ellas. Fue muy especial. Después, pude invitarles al teatro para que viesen cómo interpreta­ba yo a alguien en su situación. Entablé un vínculo especial con uno de ellos, que me sirvió de inspiració­n, y me hizo una gran ilusión que viniera. Ahora, ha sido de otra manera. En diciembre, también estrenas Firmado Lejárraga, una obra que reivindica a la escritora María de la O Lejárraga. ¿Es importante para ti visibiliza­r a las mujeres silenciada­s?

Mucho. Y contar que el feminismo no empezó con el #Metoo. Este título habla de la primera autora feminista española de la historia. Era esposa del prolífico Gregorio Martínez Sierra. La gente se preguntaba cómo este hombre

era capaz de escribir tanto, si no era porque lo hacía otra persona... o que disponía de una ayuda, como él decía. Comenzaste a trabajar muy pronto, a los diez años. ¿Reconoces aún hoy en ti algo de aquel niño?

Cada día. Tenía ilusión, ganas, pasión. Llevaba el ritmo que correspond­ía a mi edad, y mis padres sólo me dejaban participar en un film al año, para que no me quedara atrás en clase, pero rodar era lo que me llenaba. Con los años, he logrado que la vida me aporte tanto como la actuación.

¿Por eso no paras ni un minuto?

¡Claro! Como intérprete, he podido experiment­ar emociones fuertes, y, ahora, mis aficiones están igual de repletas de adrenalina. Recienteme­nte, me he sacado los títulos de patrón de barcos y de paracaidis­mo; y corro maratones. Si, en una misma escena, tiro una librería y me enamoro, también quiero que me pasen esas cosas en la realidad.

Hay algo que se te resista? Algunas cosas, pero es porque me marco muchos objetivos. Cada mes de enero, escribo una lista de deseos y propósitos, en la que siempre pongo rodar una peli, empezar un proyecto interesant­e y volver al teatro. Intento que estas metas me hagan feliz sin ser esclavo de ellas, por si no las cumplo. ¿Sabes lo que me gustaría de verdad? Ser abanderado en los Juegos Olímpicos; aunque es imposible.

A no ser que te centres en algún deporte muy minoritari­o...

Sí, cuando admitieron el curling como olímpico, pensé: «¡Qué listos!» (risas).

Si no hubiera sido actor, me habría encantado ser deportista de élite.

Te faltan horas en el día, Miguel Ángel.

Y tanto. Querría tener otro yo, para que se dedicara a lo que a mí no me apetece. Me ocupo de mucha gente y me entrego un montón. La mitad de mi tiempo lo consagro a personas que de verdad se lo merecen... eso sí, no estaría mal disponer de más ratos para mí mismo.

¿Crees que maduraste demasiado pronto?

Sí. A los doce años me hice mayor.

¿Cómo te diste cuenta de eso?

Fue en la presentaci­ón de El palomo cojo en el Festival de San Sebastián (en 1995). La película está basada en la novela autobiográ­fica homónima de Eduardo Mendicutti, que relata cómo descubrió su sexualidad a los 11 años. Cuando la escribió, el movimiento

Ser actor desde niño, aunque me encantaba, me llevó a madurar rápido. Me hice mayor a los doce. Faltaba a clase para ir a festivales, y me topaba con Susan Sarandon. Era un resabiado. Ahora, me veo en las entrevista­s de aquella época y no me aguanto

LGTBI no era tan fuerte como lo es ahora, y resultaba casi impensable significar­se con una orientació­n sexual distinta a la establecid­a. Yo no me había leído el libro, pero sí el guion, ¡porque era el prota!

¿Recuerdas si comprendis­te algo?

Nada. Para mí, era un juego en el que vivía y sentía cosas.

¿Y qué fue de todo eso lo que te llevó a madurar?

Estaba junto a Paco Rabal y Carmen Maura cuando un periodista me preguntó si había leído la novela, qué pensaba de ella y si creía que estaba bien plasmada. No era una pregunta para un niño de doce años, y no supe qué decir.

Respondist­e? Sí. Y mentí. Contesté que sí, y lo pasé fatal. Ese hombre me hizo mayor porque, cuando eso ocurre, uno pierde naturalida­d y espontanei­dad. Bueno, de eso, por fortuna, tú tienes bastante todavía.

Porque lo he ido recuperand­o. En ese ambiente adulto, yo faltaba al cole para ir en avión a festivales. Me llevaban a cenar langosta o me encontraba con Susan Sarandon en la alfombra roja con mi corbata de Mickey Mouse (risas). No debía estar ahí. Veo mis entrevista­s de pequeño y no me aguanto. Era resabiado. Un horror.

¿De quién has aprendido más?

De mis padres; son muy jóvenes, en sus vidas ha habido muchos cambios y me siento orgulloso de ellos. Cuando no me quedan ganas de hacer cosas, recuerdo los momentos duros por los que han pasado y de dónde han sacado la fuerza para salir adelante. Y también de mi tata, que, a sus 94 años, me da una lección diaria por su forma de enfrentars­e al mundo. Con lo que le duele el cuerpo, otra no se levantaría de la cama, pero ella lo supera mirando hacia adelante.

Si estás perdido, ¿a quién recurres?

A terapia, cada semana. Y a mi grupo de amigos, que son oro. Varios, los conservo desde los 14 años. Soy quien soy gracias a ellos. A todos les admiro y, entre ellos, hay un abogado, un cocinero, un productor, un patólogo, un cura...

¿Un cura?

Sí. Pepe me dio clases de Literatura y de Religión en el colegio, cuando yo tenía 13 años. Y, desde entonces, es uno de mis íntimos. Cuando me estoy metiendo en la piel de un personaje que es opuesto a su manera de pensar, trato de charlar con él y de escuchar su punto de vista. Tras tu paso por MasterChef Celebrity, ¿te piden a menudo alguno de tus platos?

Sí. Y, si es posible, compagino lo que he aprendido tras los fogones con mi pasión, la actuación. En El crack cero había prometido cocinar un día para el equipo entero, aunque Garci rueda tan rápido que no fui capaz. En la serie Presunto culpable

sí pude, en unas cuantas ocasiones.

¿Sueles buscar tu nombre en internet?

He logrado no hacerlo a diario. Pero va por rachas y, a veces, no me resisto. No me gusta perder el tiempo en eso porque lo que leo casi siempre difiere de la realidad.

¿Por qué crees que al público en general le interesa tanto tu intimidad?

La curiosidad es humana. De ahí, se pasa al cotilleo y a los programas de la tele. A mí, me divierte más lo que les sucede a mis amigos que a gente que no conozco. Tú usas tu fama para dar voz a acciones solidarias. ¿Te llegan muchas peticiones? Cada semana una, y me involucrar­ía en todas. Sólo que, por ahora, no me siento lo suficiente­mente generoso con el mundo para dejar el resto y únicamente ayudar a los demás. Eso sí, admiro a quien lo hace. Viajé con Oxfam Intermón a Somaliland­ia para mostrar la sequía allí, y lo que me llevo de ello es valorar la vida cien veces más que antes. ■

He logrado dejar de buscarme a mí mismo en internet cada día. Aunque va por rachas y, a veces, no me sé resistir. Entiendo por qué a la gente le interesa mi vida privada, pero a mí me divierte más saber lo que les pasa a mis amigos que a personas que yo no conozco

 ??  ?? Traje estampado, camisa y mocasines de Etro, pañuelo de seda de Hermès y anillo ‘vintage’. Alfombra tipo kílim de Becara.
Traje estampado, camisa y mocasines de Etro, pañuelo de seda de Hermès y anillo ‘vintage’. Alfombra tipo kílim de Becara.
 ??  ??
 ??  ?? Americana y camisa a rayas de Gucci, pantalones chinos de Dockers y collar de madera ‘vintage’.
Americana y camisa a rayas de Gucci, pantalones chinos de Dockers y collar de madera ‘vintage’.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain