POLÍTICAMENTE CORRECTO
E1 1 de noviembre algo cambiará para siempre: URSULA VON DER LEYEN se convertirá en la primera mujer al frente de la Comisión Europea y liderará el primer ejecutivo paritario, todo un logro para los derechos de la mujer.
Corría el año 1955 cuando una mujer tuvo la valentía de hacer algo tan aparentemente inofensivo como tomar asiento en la parte delantera de un autobús público y negarse a cedérselo a un hombre blanco. Se llamaba Rosa Parks, vivía en Alabama y era negra, así que ocupar aquel sitio le estaba vetado. Transgredir la norma le valió varias horas en el calabozo, pero su gesto prendió la mecha de la lucha social contra el racismo. Medio siglo antes, Emmeline Pankhurst había abanderado en Reino Unido el movimiento sufragista al fundar La Liga del Voto Femenino. Y, en 1960, Sirimavo Bandaranaike, número uno del partido Freedom, tomó posesión como jefa del gobierno de Sri Lanka, algo que ninguna otra mujer había conseguido hasta la fecha en el mundo. Las tres cambiaron las cosas para siempre y se encargaron de abrir una brecha para que nos coláramos las demás en la conquista de nuestros derechos civiles y políticos. El próximo 1 de noviembre, será otro nombre el que haga historia. Porque, ese día, Ursula von der Leyen (Bruselas, 1958) se convertirá en la primera presidenta de la Comisión Europea (CE).
WOMEN ON TOP
El mandato de Von der Leyen sentará un precedente. Y no por la importancia que posee el cargo en sí mismo, sino por todo lo que la exministra de Defensa de Alemania está dispuesta a emprender una vez que lo ocupe. Empeñada en impulsar el liderazgo femenino, nada más confirmarse su elección, el pasado verano, pidió a los estados miembros que propusieran dos candidatos de distinto sexo para conformar su grupo de trabajo. ¿Su intención? Configurar un órgano equilibrado desde el punto de vista del género, de manera que quede compuesto por 13 mujeres y 14 hombres. Un logro de grandes dimensiones, ya que, hasta ahora, la presencia de comisarias en la institución había sido poco más que anecdótica. De hecho, durante sus primeros 31 años de existencia (se fundó en 1958), la CE estuvo integrada exclusivamente por varones. Ursula von der Leyen es un caballo de Troya que ha llegado para transformar la política desde dentro y desde la cima. Por si alguien conservaba dudas de sus objetivos, en un discurso frente al Parlamento Europeo en el mes de julio, se mostró rotunda: «Empezaré predicando con el ejemplo en casa y garantizaré la plena igualdad de género en mi equipo. Desde 1958, ha habido 183 comisarios, de los cuales sólo 35 han sido mujeres. Eso representa menos del 20 por ciento, y no es justo. Queremos nuestra parte». En uno de los puestos más poderosos, el de vicepresidenta ejecutiva, ha colocado a la danesa Margrethe Vestager, quien, además, mantendrá su actual cartera, la de Competencia. Con fama de brillante, buena negociadora y combativa, Vestager se ha ganado por méritos propios el puesto. Incluso estuvo en la quiniela de candidatos a sustituir a Jean-Claude Juncker, el presidente saliente y –al césar lo que es del césar– la persona que sentó las bases de una mayor presencia femenina en la CE.
FEMENINO PLURAL
En 2014, el antecesor de Von der Leyen se comprometió a que, antes del 1 de noviembre de 2019, los cargos de gestión de este organismo contasen con al menos un 40 por ciento de participación femenina. La cosa va por buen camino, pues, a comienzos del ejercicio, las mujeres representaban ya el 39,6 por ciento de los directivos. La pregunta es la siguiente: si podía conseguirse, ¿por qué se ha tardado tanto? Vestager no duda a la hora ofrecer una explicación: «La sociedad está dominada por los hombres, que son los que acumulan el poder. Para cambiar eso, hay que empezar por quererlo, y luego hay que actuar para que ocurra». Y dice más: «No sólo se trata de ocupar los puestos que hasta ahora han permanecido reservados para ellos, sino de analizar, cuestionar y cambiar aspectos que se daban por sentados en lo grande y en lo pequeño. Hace poco, leí un artículo que hablaba de que, durante cinco décadas, los dummies –los maniquís que usan los fabricantes de automóviles para evaluar la seguridad de los vehículos– han replicado únicamente la anatomía masculina; sin embargo, las mujeres también conducimos coches, ¿no? Creo que se puede cambiar la situación de desigualdad, pero es crucial el ejemplo de quienes gobiernan, ya que, muchas veces, resulta difícil luchar desde escalas más bajas. Si no se te paga igual que a tus compañeros varones y no encuentras el respaldo de las altas esferas, es
«Si no se te paga igual que a tus compañeros varones y no encuentras el respaldo de las altas esferas, es difícil que la desigualdad termine. No se trata sólo de ocupar los puestos reservados para ellos: hay que analizar, cuestionar y cambiar las cosas a gran escala» (Margrethe Vestager)
complicado que se revierta la situación». La canciller alemana, Angela Merkel, la ex primera ministra británica Theresa May y la líder del ejecutivo de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, son tres muestras recientes de que, aunque la política ha sido y sigue siendo un terreno sexista, no es imposible que las mujeres tomen el control.
EN LA VIDA REAL
Por convicción –y, en algunos casos, por una cuestión de imagen–, las empresas están apostando por incrementar el número de directivas. Y es que, si tenemos en cuenta que constituimos más de la mitad de la población, no se entiende que en el tablero de juego del poder sigamos ejerciendo, básicamente, de peones. Aspiramos a quedar en tablas en una partida por la igualdad que, por ahora, vamos perdiendo. Sí, los hombres nos dan jaque mate una y otra vez. La clave reside en cómo ganar posiciones y coronarse, porque tenemos mucho que aportar.
CON OTRA VISIÓN
Así lo explica una de las españolas con un top job en la CE, María de los Ángeles Benítez Salas, directora general adjunta en la Dirección General de Agricultura: «Representamos una perspectiva diferente a la hora de abordar los problemas. No debemos privar a una sociedad moderna de la posibilidad de reflejar la mirada de gran parte de ella». De la misma opinión es su colega y compatriota Rosa Aldea Busquets, directora general adjunta de la Dirección General de Presupuestos de la CE: «La lista de ventajas que aporta el talento femenino es larga, pero, por citar sólo algunas que son importantes a la hora de formar equipos, mencionaré estas: diversidad en los puntos de vista, lo que facilita la toma de decisiones; capacidad para priorizar; trabajo en grupo e importancia de las relaciones interpersonales. Lo malo es que, para poder asumir estas funciones de liderazgo, nos encontramos con dos escollos, que residen en el entorno cultural y en el laboral. De entrada, se necesitan cambios para que los hombres participen activamente en las tareas domésticas, lo que nos permitirá compaginar la vida profesional y la privada sin remordimientos. Aunque son extremadamente conscientes de sus responsabilidades, las mujeres se frenan cuando se les presentan oportunidades laborales por esta razón. Y, por
«La lista de beneficios que aporta el talento femenino en la alta dirección es larga: diversidad en los puntos de vista, facilidad en la toma de decisiones, capacidad para priorizar, desenvoltura en el trabajo en equipo, grandes aptitudes para las relaciones interpersonales...» (Rosa Aldea)
otra parte, hemos de creer más en nosotras, en nuestras aptitudes, competencias y valores». Ursula Von der Leyen ha tenido la suficiente fe en sí misma y una determinación sobrada en su camino a la cumbre. Vamos, que a ella ser madre de siete hijos no le ha impedido llegar a lo más alto. Médico de formación, profesora universitaria y tres veces ministra, ha hecho trizas todos los techos de cristal con los que se ha topado. Incluso el de la maternidad, la inaceptable excusa que tantas empresas esgrimen para cercenar el ascenso de las mujeres y sobre lo que también ha alzado su voz de modo contundente: «No pueden obligarnos a elegir entre el hogar y el trabajo. Tienen que apoyarnos y darnos oportunidades para desarrollarnos profesionalmente, decidamos o no fundar una familia. Porque en el mundo se necesita talento (y este no viene con el género) y porque la familia es la base de la solidaridad generacional. Renunciar a los hijos por el trabajo y viceversa es renunciar a la vida. Debemos ser capaces de conciliar».
DISCRIMINACIÓN POR GÉNERO
Von der Leyen es una declarada defensora de las cuotas, algo que comparte con Benítez Salas: «Este sistema ha permitido avanzar hacia la igualdad. Pero, por otra parte, la condición de mujer no puede opacar la importancia de las competencias o los méritos personales. Ojalá algún día las cuotas no sean necesarias. En nuestro departamento tenemos una estrategia interna con objetivos de presencia de mujeres en puestos directivos, con incentivos, cursos, mentoring... Y está funcionando bien. Para llegar hasta aquí, hay que cuidar el vivero y formar a las más jóvenes de cara a este recorrido. Tengo dos hijas a las que siempre les digo que yo he dado un paso pero que ellas tendrán que dar los siguientes. Los puestos directivos conllevan responsabilidad y requieren una disponibilidad casi total, por lo que la conciliación es fundamental; desgraciadamente, los sistemas administrativos no progresan lo suficientemente rápido para facilitarla». Todavía queda mucho para conquistar la paridad en los puestos de decisión, y no sólo en las instituciones, en la política y en los organismos públicos: también en las empresas, que son el lugar donde se baten el cobre miles de mujeres en el mundo. Aquí va una muestra: en España, la presencia de la mujer en los consejos de administración de las empresas cotizadas aumentó un 3,9 por ciento en 2018, hasta sumar 268 consejeras. Lo malo es que esta cifra representa sólo el 20 por ciento del total (tres puntos por debajo de la media europea), según datos del informe Las mujeres en los consejos de las empresas cotizadas, realizado por IESE Business School y Atrevia. Y algo parecido ocurre en el resto de las compañías, a juzgar por las cifras del estudio Women in Business 2019: hacia un avance real, de la consultora Grant Thornton, según el cual las empresas españolas han impulsado el número de directivas en el último año hasta el 30 por ciento, el mayor incremento desde 2015, y que nueve de cada 10 ya tienen al menos una mujer en puestos de responsabilidad. ¿La cara b? Sigue faltando que las compañías se lo crean, pues solo el 1 por ciento considera que su implicación en materia de igualdad es elevada. Un buen ejemplo es Amadeus. Lo cuenta su vicepresidenta de People & Culture, Sabine Hansen: «Llevamos a cabo acciones específicas, como la identificación y el estímulo de las empleadas de alto potencial, y facilitamos oportunidades y tareas de desarrollo significativas. El resultado es un incremento constante de mujeres en puestos de liderazgo en nuestra compañía», señala esta directiva concienciada con la necesidad de paridad en los órganos de decisión. Para que se entienda como es debido, la vicepresidenta de la CE pone el punto sobre la i: «No veo esto como una discriminación positiva, sino como una manera de usar todos los activos. Cuando no posees un equilibrio de género, estás dejando atrás a mujeres cualificadas, lo que significa desperdiciar un enorme talento. Hoy los componentes de los equipos directivos son idénticos: van vestidos igual y piensan de la misma manera. Si rompemos con esa uniformidad y las mujeres adquieren poder en la política, la economía, y la empresa, podremos hacer cosas diferentes. Cuanta más gente distinta esté sentada alrededor de una mesa, con una gran variedad de backgrounds y experiencias, más enriquecedor será el trabajo y mejores decisiones tomaremos. Sólo así les dejaremos un buen legado a las generaciones que vienen». No puede explicarse mejor. ■